Un nuevo caso de bancarrota por el excesivo endeudamiento, llevando a cabo un proyecto político inasumible para las arcas públicas:
"Un proyecto faraónico, unas cuentas públicas poco claras y una deuda que no deja de aumentar. Una huida hacia adelante en época de vacas gordas, pero la sentencia de muerte cuando vienen mal dadas. Y al final, toda una ciudad en bancarrota. ¿Le suena?
Los 50.000 habitantes de Harrisburg, la capital del estado de Pennsylvania, pueden presumir de muchas cosas. Su ciudad fue algo más que un simple punto en el mapa en algunos de los grandes acontecimientos que han marcado la historia de Estados Unidos, desde la conquista del Oeste hasta la guerra civil. Estuvo a la cabeza de la revolución industrial del país y tuvo un buque a su nombre en la Primera Guerra Mundial. En sus calles se celebra una vez al año la mayor feria de alimentación de Estados Unidos, ya casi centenaria, y uno de los más famosos espectáculos automovilísticos del país.
Para los visitantes, la mayor atracción de Harrisburg es un resultón museo de la conquista del oeste repleto de recuerdos. Para sus habitantes, la satisfacción y el orgullo de haber sido considerada el pasado año por la revista Forbes la segunda mejor ciudad del país donde criar una familia.
Quizás por todo ello resulta más increíble el motivo por el que ahora Harrisburg va de boca en boca, de telediario en telediario, por todo el país: la ciudad se ha declarado en bancarrota. Simplemente, no puede pagar todas las deudas que acumula.
Un proyecto ecológico demasiado caro
El motivo ha sido la imposibilidad de afrontar la deuda de 3.000 millones de dólares generada por un proyecto de incineración de residuos que estaba destinado a transformar los desperdicios en energía, y que ha demostrado ser demasiado ambicioso para las posibilidades reales de su administración, según informa The Wall Street Journal
Harrisburg ha pasado, de esta manera, de ser un ejemplo de ciudad sostenible y ecológica a demostrar que los proyectos faraónicos, en muchas ocasiones, pasan factura. "Todos dicen que la incineradora está quemando el futuro de la ciudad", aseguró Eric Veronikis, del periódico local Patriot News, a la BBC.
Tanto que sus habitantes la han bautizado ya como la “mini Grecia”. A esto se unen las disputas políticas entre las distintas administraciones, que han contaminado el debate cuando aún se estaba a tiempo de evitar esta situación.
Vender los tesoros de la conquista del oeste
¿Y cuál es la solución? Aunque parezca increíble, las autoridades locales se plantean vender su mayor tesoro, algo así como las joyas de la abuela, para hacer frente a sus números rojos: cerca de 8.000 objetos relacionados con la conquista del oeste, coleccionados por el ex alcalde de Harrisburg Stephen Reed, que estaban a la espera de ser expuestos en el museo de la ciudad y que quizás muy pronto se acumulen en la mansión de algún multimillonario.
En el lote hay de todo, desde diligencias hasta guantes de Buffalo Bill, carteles en los que “Se busca vivo o muerto” a Jesse James, armas o un completo estuche instrumentos para matar vampiros, con pistola, estaca, espejos, cruces y un frasco de ajo. Junto a ellos, el set de trabajo de un director de una funeraria de la épica. Todo un símbolo, sin duda.
Pero sus habitantes no pierden la esperanza. Harrisburg ya sabe lo dura que es la caída y lo difícil que es levantarse. Ya lo hizo una vez. En 1981, 29 años antes del reconocimiento que le hizo la revista Forbes como ciudad amable, la capital de Pennsylvania fue declarada la segunda población estadounidense (otra vez medalla de plata) más angustiada. Como ahora.
En aquella ocasión, las autoridades sacaron del pozo a la ciudad con un gigantesco plan de inversiones de tres billones de dólares. No parece que esta vez sea el camino para resucitar de nuevo."
Fuente: ABC
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