sábado, 6 de octubre de 2012

Otro avance más de la ingenieria genética: Leche para alérgicos. (Política, Economía. 922)

Un nuevo avance que permite tomar leche de vaca a los alérgicos a la misma.

Por supuesto, los grupos verdes y radicales de izquierda se oponen de la misma manera que lo hacen con las investigaciones y productos modificados genéticamente para evitar enfermedades (y que evitan millones de muertos en África), aumentar la productividad de los cultivos (permitiendo más alimentos a la población combatiendo el hambre en el mundo y permitiendo una agricultura sostenible), evitar sustancias tóxicas o alérgicas en los alimentos, obtener alimentos más saludables,  aumentar su capacidad nutricional, obtener medicamentos para combatir enfermedades y reducir la mortalidad, obtener biocombustibles o vacunas.

Pero eso no importa. Luego son los primeros en alzar la bandera en defensa del planeta, de los necesitados y lo que haga falta, cuando su actitud y el éxito de sus propuestas/boicots les hace más responsables que otra cosa:


"Una vaca modificada genéticamente produce leche hipoalergénica.

Su nombre es Daisy, es una vaca modificada genéticamente y se ha hecho un hueco en la historia de la ciencia al dar leche hipoalergénica. Investigadores del AgResearch, un instituto de investigación dependiente del Gobierno de Nueva Zelanda, anunciaron ayer el desarrollo de este animal trasgénico que recoge en sus páginas la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Los dos problemas más frecuentes ligados al consumo de leche son la intolerancia a la lactosa (un tipo de azúcar) y la alergia a alguna de sus proteínas (que desarrollan entre el 2% y el 3% de los niños menores de un año). A esta segunda cuestión se dirige la tarea desarrollada por el equipo neozelandés. En concreto, los esfuerzos se han centrado en la beta-lactoglobulina (BLG), una proteína con propiedades alergénicas presente en el suero de la leche de vaca y que no se encuentra en la leche materna.
Los investigadores modificaron la estructura genética de Daisy. Introdujeron dos microARN, unas moléculas que, como explica el profesor de genética de la Universitat de València, Manuel Pérez-Alonso, tienen la facultad de inhibir la expresión de un gen, en este caso, del responsable de la producción de la proteína BLG. Como resultado de ello, la leche de Daisy, una vez analizada, “no registró niveles detectables de la proteína BLG”, según los autores del trabajo.

Hasta ahora, la industria láctea ha reducido el potencial alérgico de la leche mediante procesos químicos que, según señala este estudio, "son más caros" y "pueden dejar en la leche un sabor amargo". También existen otras técnicas de manipulación de genes, llamada recombinación homóloga, que elimina la proteína BLG, en vez de reducirla como hace esta nueva técnica. Los investigadores indican que "este sistema no está dando buenos resultados".

La vaca (aún es una ternera) es demasiado joven como para ser ordeñada, por lo que fue estimulada artificialmente con hormonas para obtener las pequeñas muestras de leche que fueron estudiadas. “Ahora queremos criar y alimentar al animal para, en un tiempo, con lactancia natural, volver a practicar análisis”, indican los investigadores. Otra de las cuestiones pendientes de evaluar con mayor profundidad consiste en determinar por qué Daisy nació sin cola, una malformación muy rara en estos animales.

El trabajo ha cosechado críticas de grupos contrarios a la manipulación genética y ecologistas. Steffan Browning, diputado del Partido Verde neozelandés, considera que la investigación pone en peligro la gran reputación que tiene su país como productor de alimentos ecológicos, que generan 828 millones de dólares anuales (640 millones de euros), principalmente gracias a sus exportaciones. A estas objeciones se unen las de GE Free New Zealand, organización que alarta de que el experimento elimina una proteína necesaria para el desarrollo de la vaca.

Además, existe otro debate relacionado con la explotación industrial de esta tecnología. “Una cosa es el interés científico y otra su posible aplicación”, indica Javier Cañón, catedrático de Genética de la facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense. “No parece una técnica económicamente asumible por los sistemas de producción animal actuales”."

Fuente: El País

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