Juanma del Álamo analiza la cuestión del feminismo cuando pierde el norte en su habitual tono irónico.
Sin embargo, la conclusión sí es sería y necesaria para reflexionar.
Sin embargo, la conclusión sí es sería y necesaria para reflexionar.
Artículo de Libre Mercado:
Comunicado del 'mujeraje' de Colau | premsa.bcn.net
Hemos vivido la semana más femenina que recuerdo. Lo celebro. El caso es que, de repente, me he puesto nostálgico pensando en cuando era más joven. Me gustaban mucho los viernes por la noche. Todo ese ritual de arreglarse pasa salir, luego encontrarse con los amigos, beber, bailar e intercambiar miradas en la discoteca.
Me ilusionaba encontrar personas desconocidas que tuvieran buenas conversaciones sobre el descenso del precio de las materias primas a causa del enfriamiento de las economías emergentes o sobre los últimos avances en virología de cetáceos de Las Molucas.
Por desgracia, las cosas han cambiado. Vivimos en un país atroz en el que muchos jóvenes salen por la noche con la aspiración vergonzosa de conocer a alguien y encamarse. ¡Será posible! Este libre albedrío fue denunciado recientemente por un importantísimo estudio de la prestigiosa Fundación Salud y Comunidad, que, según Público, "denunciaba la cosificación de las mujeres en los contextos del ocio nocturno".
El titular de la "noticia" decía: "Es una ley no escrita: cuando un tío te invita a una copa, te quiere follar". Es decir, ahora la gente liga para follar y no para hablar de las aportaciones de la odontología forense en el ámbito criminalista en los países del norte de Europa. Esto es de un machismo inaceptable y aquí estamos nosotros para denunciarlo en este texto.
Miren, como decía, los tiempos cambian que es una barbaridad, pero la sociedad está despertando al fin. Hay que acabar con el "heteropatriarcado" y aquí todos hemos de arrimar el hombro, empezando por lo de no invitar a mujeres a cosas.
En agosto de 2014, la periodista Sara R. Gallardo denunció haber sido repentinamente invitada a café por un hombre: "He ido a la biblioteca a estudiar como todas las mañanas y el chico de enfrente me ha dicho que si quería tomar un café". La frase aparecía adornada con la etiqueta "#machismopúblico".
No olvidemos... #machismopublico pic.twitter.com/uIE7iootcD— Bad Blood (@Jamon3Delicias) febrero 16, 2015
El asunto fue polémico y la pobre chica recibió una catarata de mofas e insultos (excesivos en algún caso). Finalmente, la autora acabó borrando el tuit, cuya captura sigue circulando por las redes sociales. ¿Fue un experimento? ¿Esa invitación a café sucedió realmente? Esperamos que no. Pero el caso conmocionó a tanta gente que hoy muchos todavía apagan la televisión cada vez que aparece un anuncio de George Clooney invitando a café a otros seres humanos. ¿Saben por qué ya nadie lleva el desayuno a la cama a su pareja? Por este suceso.
Solamente hay una cosa peor que las invitaciones: los piropos. Ha pasado un año desde que Cristina Almeida denunciara esta horrible práctica en su paso por La Sexta Noche: "Yo como mujer quiero ir tranquila por la calle". Yo, como hombre, también. Los dos sufrimos lo mismo.
Los que somos bastante guapos y atrapamos la mirada de otros seres padecemos piropos prácticamente a diario. Igual que los árbitros de fútbol protegen de las patadas a los mejores jugadores, debemos proteger a los seres más bellos de la naturaleza, como Cristina o yo mismo. Acabar con los piropos, además, disparará la productividad en la construcción.
El feminista Primo de Rivera en su día prohibió los piropos, que podían suponer acabar en el calabozo. En Bélgica se prohibieron en 2014 y se podía llegar a multar al piropeador si la dedicatoria resultaba excesivamente cursi. Mientras los piropos podían suponerte una sanción, cagarte en la madre de alguien no solía resultar problemático. Por cierto, hay que acabar también con esa fea costumbre: siempre nos ciscamos en la madre, rara vez en el padre.
Pero pronto se encontró una fórmula para sortear estas leyes: hacer pasar los piropos por poemas. Al ver ese fiambre, me ha dado un calambre, que ese culito no pase hambre, decía un tipo. Cuando un policía se acercaba a poner orden, el penoso piropeador aseguraba estar recitando un poema. "Ah, entonces vale. Si es arte, entonces no pasa nada. Será subvencionado", contestaba el policía. Hecha la ley, hecha la trampa. En fin, dejemos a Cristina Almeida sacándose a los hombres de encima. Avancemos.
Generalizar y renovar el lenguaje
Como siempre, las palabras son muy importantes para cambiar las cosas. El femenino en el lenguaje debe tener un papel protagonista porque señala a valores superiores. Bien lo sabe la diputada de Podemos por Granada, Ana Terrón, que hacía una emocionante glorificación de la palabra "plurinacionalidad". Vean:
"Plurinacionalidad es un termine que se escribe en femenino, porque significa cooperación" @AnaTerron_ #28FComoLaQueMas— PODEMOS (@ahorapodemos) febrero 28, 2016
Si es delito emocionarme con las sabias palabras de Ana Terrón, señoría, soy culpable. Es verdad que "plurinacionalidad" es femenino, no porque se escriba así, sino porque lo es. Eso no lo vamos a discutir. Y es que, qué vocablo tan bonito, "plurinacionalidad". Tan femenino que parece sacado de un vientre materno. El fin y el principio del mundo pasan por allí. Lo bello y lo bueno concentrado en una sola palabra. Me imagino usando el término para ligar: tu belleza me recuerda a la plurinacionalidad.
Perdón, hemos dicho que ligar está mal, no nos dejemos llevar. Es curioso que guerra, enfermedad, destrucción y muerte también "se escriban" en femenino. Lo que sucede cuando se dicen tonterías (que también se escriben en femenino) es que haces el ridículo. Dicen también en Podemos que "plurinacionalidad" significa cooperación. Yo creo que depende del contexto: la plurinacionalidad de la Segunda Guerra Mundial no creo que solamente significara "cooperación".
Tras este emotivo homenaje podemita al femenino en el lenguaje, debemos centrarnos en el propio término "homenaje", esclavizador y machista. Por suerte, se están tomando urgentes medidas al respecto. Como sabrán, el Ayuntamiento de Barcelona cambiará la palabra "homenaje" por "mujeraje" para acabar con la discriminación. Lo hará en sus equivalentes en catalán, pero hay que reclamarlo también para el castellano.
Todo sea por la paridad (que no viene de parida, aunque lo parezca). Es un detalle que alguien por fin se ocupe de estas demandas no resueltas en muchos siglos. Como esa otra fea costumbre, más antigua todavía, por la cual siempre es el hombre el que introduce el pene en el cuerpo de la mujer y nunca al revés. ¡Basta! Hablando de penes, aprovechamos para abordar otro asunto complicado: para buena parte del feminismo (del más rancio), los hombres, por lo general, matan. Abre el fuego la conocida tuitera y prestigiosa escritora Barbijaputa:
El problema es que a las personas con vagina nos pegan y nos matan las personas con pene.— Barbijaputa (@Barbijaputa) febrero 27, 2016
Es una explicación un poco de Barrio Sésamo, la verdad. En 2015, en España 57 mujeres fueron asesinadas por violencia de género. Establecer como norma general que los penes se dedican a matar vaginas resulta un poco raro en un país con 23 millones de penes y 23 millones de vaginas.
Nuestro nivel de violencia machista es, por cierto, bastante más bajo que el de nuestros vecinos europeos, que también tienen penes y vaginas. Por supuesto, para el feminismo generalizar es siempre necesario. Hacer pasar a la parte por el todo es esencial para sobredimensionar cualquier problema. "Todos llevamos un machista dentro", apuntaba en precampaña Pablo Iglesias, reconociendo su culpa.
"Todos llevamos un machista dentro. Hay que ser autocríticos, nos queda mucho trabajo por hacer." @Pablo_Iglesias_ #PabloIglesiasConGemio— PODEMOS (@ahorapodemos) noviembre 7, 2015
Pablo no hablaba por él, hablaba por todos y eso hay que agradecérselo. Es cierto que Podemos tiene un serio problema con el voto femenino y que cuando se dieron cuenta comenzaron a hacer todo tipo de declaraciones e iniciativas en este sentido. Pero todo fue una casualidad, no crean que lo hacen por motivos electorales.
Ningún partido se reiría de una forma tan burda del votante femenino. Pero todavía se puede ir más allá. Es más, se debe. No solamente todos los hombres son machistas, sino que son unos asesinos en potencia. Así dibujaba el problema el audaz periodista Antonio Maestre:
Pensemos lo que sería vivir siempre con la posibilidad de que la persona cariñosa y sensible que tienes a tu lado se vuelva tu asesino.— Antonio Maestre (@AntonioMaestre) agosto 12, 2015
Y añadía en un tuit inmediatamente posterior: "Eso es ser mujer". Parece que ser mujer es vivir siempre en continua tensión por estar viviendo con un hombre y, por lo tanto, un psicópata asesino. Con estos planteamientos, todos los días de las mujeres son como una película de sábado por la tarde: 'Durmiendo con su enemigo', 'Casado con un psicópata', 'Venganza en el desayuno'…
La 'machista' realidad
Pero vayamos más allá del lenguaje o de las mentiras necesarias. Hay que ir a los hechos. Hay que combatir las realidades del machismo opresor a todos los niveles. Veamos, por ejemplo, la denuncia que planteaba el hermano del popular economista Eduardo Garzón:
"Cuando una familia pobre no puede pagar dos carreras suele elegir al hijo sobre la hija. Eso es el patriarcado" @agarzon #JóvenesConGarzón— Izquierda Unida (@iunida) diciembre 12, 2015
Aunque casi nadie lo sabe, Alberto Garzón también es líder de Izquierda Unida. Todos sabemos que cuando las familias tienen que elegir, eligen que la hija vaya a lavar ropa al río o a trabajar a la obra, mientras mandan al hijo a estudiar a Harvard.
Es curioso que, según datos del Ministerio de Educación, en España el 54% de los estudiantes universitarios sean mujeres (por un 46% de hombres, ocho puntos menos). El pasado curso en las universidades españolas se matricularon 120.000 mujeres más que hombres. Pero ¿de qué sirven los datos reales de la actualidad ante clichés de hace cien años? Digan conmigo: ¡No sirven de nada! Díganlo, no se corten.
Ahora en serio, a diario recibimos señales de machismo por todas partes: en la fachada del Congreso solamente se menciona a los "diputados", el Real Madrid tiene veinticinco hombres en la plantilla y ni una sola mujer y los machistas semáforos están dedicados solamente a los varones. Estaban ahí delante de nuestros ojos y no los veíamos.
Todos recordamos el conmovedor caso de la mujer de Oregón que murió esperando a que el semáforo indicara que ella podía cruzar. Nunca llegaba su turno, mientras contemplaba, estupefacta, que el semáforo daba prioridad a los hombres una y otra vez. Aguantó semanas mientras se iba comiendo los alimentos que afortunadamente acababa de comprar. Al final, llegó su hora (no la de cruzar, la otra).
Estos sucesos de brutal desigualdad capitalista no ocurrirán jamás en Valencia, que instalará semáforos paritarios y ahora hombres y mujeres podrán cruzar al mismo tiempo sin que se produzcan confusiones. Vean el ingenioso artilugio en funcionamiento, uno de los mejores inventos de todos los tiempos:
Esto es una de las mayores estupideces que han salido desde una institución pública pic.twitter.com/TZuXmBPW3M— Eduardo J. Castelao (@EJCASTELAO) marzo 7, 2016
Es cierto que la mujer estará representada con una falda, un estereotipo más antiguo que la propia existencia de los semáforos. Algunas asociaciones feministas ya han protestado por el uso de esa prenda, hoy minoritaria. Desde aquí aconsejamos ir a lo seguro añadiendo un voluptuoso pecho a uno de los muñecos y un condenable pene a otro, para eliminar todo tipo de dudas (jamás había escrito "pene" tantas veces). Pero, en el fondo, esto también sería machista.
Tal vez algún listo podría pensar que el hecho de que un mismo monigote verde haya representado todo este tiempo simultáneamente al hombre y a la mujer es más igualitario que cualquier otra solución. El que piense eso no ha entendido nada sobre la dificultad de los concejales para justificar su sueldo. Pero dejemos a los "ayuntamientos del cambio" solucionando las urgencias sociales, los problemas de la gente.
El machismo es un tema serio y como tal merece ser tratado. Las medidas para combatirlo funcionan y hay que insistir en ellas. Pero creemos que nada promueve más la desigualdad y el machismo que el victimismo, exagerar la realidad, ver machismo donde no lo hay o culpabilizar a todos los hombres. Estas ridículas obsesiones delirantes ofenden a las verdaderas víctimas. Y no nos gusta el machismo, no nos gusta el feminismo mal entendido y tampoco nos gustan las idioteces. Y las que vendrán…
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