Juan Rallo analiza la muy distinta evolución de la pobreza en Cuba respecto a Singapur (partiendo desde el mismo punto) y la causa que ha llevado a uno a la miseria y a otro a la riqueza.
A su vez, analiza brevemente la costosa incertidumbre que está suponiendo la formación de gobierno y la razón última de esta incertidumbre que está provocando la cautela de la inversión, la mayor aspiración de europeos por crear empresas y de qué tiene que venir acomparañada para generar prosperidad, y el cambio de paradigma energético, en el que por primera vez en la historia se invierte más en renovables que en energía fósil, mostrando el grave error que cometió España desde hace más de 10 años y que pagaremos todos durante décadas con una factura eléctrica mucho más cara.
A su vez, analiza brevemente la costosa incertidumbre que está suponiendo la formación de gobierno y la razón última de esta incertidumbre que está provocando la cautela de la inversión, la mayor aspiración de europeos por crear empresas y de qué tiene que venir acomparañada para generar prosperidad, y el cambio de paradigma energético, en el que por primera vez en la historia se invierte más en renovables que en energía fósil, mostrando el grave error que cometió España desde hace más de 10 años y que pagaremos todos durante décadas con una factura eléctrica mucho más cara.
Artículo de su página personal:
La visita de Obama a Cuba ha supuesto todo un espaldarazo para el régimen socialista de los Castro. Si bien resulta perfectamente legítimo defender la conveniencia del progresivo levantamiento del embargo para no castigar a los ciudadanos cubanos con unas sanciones que deberían pesar exclusivamente sobre la oligarquía castrista, lo que posee muchísima menor justificación es que el presidente de EEUU haya tratado de vender una imagen de normalidad política y económica sobre Cuba. No: en la mayor de las Antillas no reina ni la libertad ni la prosperidad, por lo que resulta del todo indigno que un político como Obama se preste a maquillar el devastador régimen socialista que ha arramblado con ambas.
De hecho, los pésimos resultados económicos del socialismo cubano a lo largo del último medio siglo pueden entenderse mejor si los contrastamos con la evolución que ha seguido una economía que hace cinco décadas optó por seguir un camino radicalmente distinto: Singapur. En 1960, Singapur y Cuba tenían aproximadamente una misma renta per cápita de 2.500 dólares por habitante (dólares comparables en términos de poder adquisitivo): los dos eran países bastante pobres (España, por aquel entonces, los más que duplicaba en renta per cápita) que estaban a punto de experimentar profundos cambios institucionales (Cuba acababa de sufrir la revolución socialista y Singapur lograría su completa independencia de Malasia apenas un lustro más tarde).
Desde entonces, sin embargo, Cuba apenas ha sido capaz de duplicar su renta per cápita, mientras que Singapur la ha multiplicado por más de diez. O dicho de otro modo, hoy Cuba sigue siendo un país pobre en vías de desarrollo, mientras que Singapur se ha convertido en el país más rico del mundo. La evolución del país asiático es sobresaliente frente a la de Cuba incluso si tomamos otros indicadores en los que la isla caribeña suele salir artificialmente favorecida: por ejemplo, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU.
El IDH no sólo toma en consideración la renta per cápita de un país, sino también los años de escolarización y la esperanza de vida de los ciudadanos. Como decía, Cuba lo tiene relativamente fácil para mejorar en este índice, dado que se beneficia de unas condiciones climáticas muy favorables para la salud y dado que el gobierno puede controlar a su antojo los años de escolarización de sus ciudadanos. Pero incluso así ha sido barrida por Singapur: el IDH de Singapur ha crecido más del doble que el de Cuba desde 1990 (Singapur ha pasado de un índice de 0,72 a uno de 0,91, mientras que Cuba apenas lo ha mejorado desde 0,68 a 0,77). Un crecimiento que se produce no sólo por la mayor renta per cápita, sino también porque la esperanza de vida de los singapurenses ha superado a la de los cubanos (83 años frente a 79,4) y porque el período de escolarización también ha pasado a ser mayor (15,4 años en Singapur frente a 13,8 en Cuba).
¿A qué se debe una evolución tan dispar? Los partidarios del régimen socialista de los Castro a buen seguro apelarán al embargo estadounidense: en su ausencia, aseguran, Cuba sería hoy riquísima. Y ciertamente es difícil negar que el embargo —que no bloqueo, pues Cuba puede comerciar con cualquier compañía del mundo que no se relacione comercialmente con EEUU— ha contribuido a empobrecer a los cubanos, pero el principal motor de su miseria ha sido otro: el socialismo, esto es, la completa destrucción de las instituciones de mercado (el respeto social a la propiedad privada y a los contratos voluntarios) que son siempre y en todo lugar la base del desarrollo sostenido y generalizado. Sin el embargo, Cuba sería algo menos pobre, pero continuaría en la miseria. Con instituciones de mercado libres e inclusivas, Cuba sería hoy tan próspera como Singapur.
Costosa incertidumbre
Continúa el goteo de análisis que reclaman la formación de un gobierno en España para superar la actual etapa de incertidumbre. La última en sumarse ha sido CaixaBank, quien en su último informe sobre coyuntura española ha afirmado que el desbloqueo del ‘impasse’ político que vive nuestro país resulta “crucial” para consolidar su crecimiento económico. Aunque la entidad financiera no se atreve a cuantificar el coste a medio-largo plazo de una perpetuación de la situación actual, sí constata que la actividad se ralentizará a lo largo de 2016. En este sentido, recordemos que otras casas de análisis, como BBVA Research, sí estimaron el agujero en una horquilla entre 0,5 y 1,3 puntos del PIB. La razón última detrás de esta costosa incertidumbre es el riesgo de que Podemos llegue al gobierno o, al menos, de que influya poderosamente en su agenda política: fuertes aumentos de impuestos, del gasto público, de la deuda y de las regulaciones estatales serían muy dañinas para nuestra economía. Mientras no se aclare si ésta será la tónica de la próxima legislatura, los ánimos inversores seguirán siendo cautos.
Recambio generacional
De acuerdo con la multinacional británica Hays, el 60% de los millennials (la generación nacida entre 1980 y 2000) ha creado o prevé crear una empresa a lo largo de su vida. Se trata de un cambio de mentalidad generacional muy positivo, en tanto en cuanto supone un necesario y sano empuje hacia el emprendimiento: una sociedad es tanto más próspera cuantas más y mejores empresas se creen, de modo que resulta esperanzador que cada vez más ciudadanos dentro de Occidente aspiren a ser empresarios. Ahora bien, el éxito de una compañía no sólo requiere de iniciativa empresarial, sino también de un marco institucional que no bloquee o parasite los frutos de esa iniciativa. Dicho de otro modo, el positivo empuje de los millennials debería ir acompañado de una supresión de todas aquellas trabas, obstáculos y exacciones estatales que dificultan el ejercicio de la función empresarial: si el marco normativo no acompaña, el esfuerzo de una generación entera de jóvenes se verá absolutamente dilapidado.
Más renovables
Los bajos precios del petróleo no frenaron la inversión en fuentes de energía renovables durante 20145, según un reciente informe de la Naciones Unidas: de hecho, por primera vez en la historia, la inversión en energías verdes superó a la inversión en energías fósiles. Se trata de un cambio de paradigma que, además, no viene impulsado directamente por el gasto público, pues el mayor volumen de inversiones se llevó a cabo en países emergentes por empresas privadas. Y es que, a diferencia de lo que sucedía hace una década, las distintas fuentes de energía renovable van convirtiéndose en tecnologías cada vez más maduras y rentables, de modo que son los propios ciudadanos y las propias empresas las que se ven incentivadas a incorporarlas. Por desgracia, nuestro país cometió el inmenso error de apostar masivamente por las renovables en un momento en que la tecnología distaba muchísimo de estar madura: los gobiernos de Aznar y Zapatero optaron por primarlas artificialmente y, al hacerlo, hipotecaron el futuro energético de España. Sus prisas por anticiparse y por manipular el mercado las pagaremos todos durante décadas a través de una factura eléctrica mucho más cara.
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