Artículo de Contando Estrelas:
Las elecciones regionales celebradas en Alemania el pasado domingo han dado paso a una lluvia de titulares muy parecidos entre sí y en los que predomina una palabreja: “ultraderecha”.
Un auge electoral provocado por el hartazgo frente al multiculturalismo
El motivo es el auge de Alternative für Deutschland (AFD, Alternativa para Alemania), un partido derechista y euroescéptico que ha obtenido buena parte de sus apoyos alertando sobre los riesgos de la islamización y de la inmigración descontrolada, dos fenómenos que tal vez no intranquilicen a la clase política alemana, pero que sí preocupan al pueblo llano, sobre todo tras la reciente ola de abusos sexuales cometidos por inmigrantes musulmanes. En Alemania, como en otros países europeos, hay un creciente problema provocado por la falta de integración de ciertas minorías, a menudo en aras de un multiculturalismo progresista que pretende hacer tabla rasa con todas las culturas, como si el Occidente cristiano y los países musulmanes fuesen entornos moral y socialmente equiparables. ¿Y qué hace cierta clase política? Pues en vez de cambiar el chip y reconocer que existe ese problema, criminalizan a los que se quejan, por ejemplo, equiparando a los abusadores sexuales y a quienes señalan el denominador común de esos delincuentes.
Lo que pasa cuando es más perjudicial callar que ser tachado de ‘facha’
Para desgracia del progresismo dominante, tanta insistencia en tachar de “ultraderechista” a todo el que cuestiona el pensamiento único progre está haciendo que esa palabra-policía pierda eficacia, especialmente cuando las consecuencias del multiculturalismo acaban siendo peores para el ciudadano de a pie que el miedo a que le señalen a uno como “facha”, por el mero hecho de cuestionar unas políticas de “inclusión” -así las llaman ahora- que están generando enormes guetos en los que el islamismo radical cobra cada vez más fuerza. Dicho sea de otra forma: si varios musulmanes abusan de tu novia y de otras chicas en Nochevieja y la Policía lo oculta, eso te cabrea más que el hecho de que te llamen “ultraderechista” por decir que no se puede seguir así, que la corrección política está demostrando ser una estafa intelectual y que abrir las puertas a quienes no respetan nuestras costumbres y normas de convivencia -pero sí se apuntan a los derechos sociales que pagamos todos- acaba siendo tan costoso como peligroso. Por supuesto, no estamos ante un problema de nacionalidades, de razas ni de religión. Hay musulmanes, africanos, asiáticos y extranjeros de todo tipo que saben adaptarse y respetar las normas de convivencia. Y hay otros que no. Lo injusto para los primeros, que merecen todas las deferencias del mundo, es que éstas se les brinden también a quienes no hacen nada por merecérselas.
Si por decir algo tan elemental me llaman ultraderechista, pues sea. Sinceramente, me han llamado “facha” tantas veces por defender cosas muy elementales (la firmeza contra el terrorismo, el derecho a la vida de los niños por nacer, la unidad de España, la familia, el patriotismo, la libertad de idioma, la libertad de educación, la libertad religiosa…) que ya me importa un pimiento que me lo digan. Es más: hemos llegado a un punto en que ya me resulta sospechoso que a un político no le señalen de esa forma. Como dijo mi paisano Manuel Manquiña en 2013, “si no te llaman facha en este país, no eres nada. Si te llaman facha es porque te manifiestas, porque dices las cosas que no quieren escuchar muchos y que tampoco debes decir.”
Nadie llama ‘ultraizquierda’ al antiguo partido que gobernó en la RDA
Lo llamativo del caso es que si resulta fácil ver a los medios tachando de “ultraderechista” a cualquier partido, lo sea o no, lo difícil es ver a un medio que se atreva a hablar de la “ultraizquierda”. Da la impresión de que la izquierda es una parte del mapa político pura y libre de todo virus extremista, pero nada más lejos. Veamos el caso de Alemania, ya que he empezado refiriéndome a ese país. En el Bundestag -el Parlamento federal- tiene presencia con 64 diputados un partido denominado Die Linke (La Izquierda). He hecho una sencilla búsqueda en Google Noticias y ningún medio español cita hoy a Die Linke como “ultraizquierda”. ¿Será que no lo es? Pues para los que no estén informados, Die Linke es una coalición anticapitalista de la que forma parte el Partei des Demokratischen Sozialismus (PDS, Partido del Socialismo Democrático). El PDS nació en 1989 del Partido Socialista Unificado de Alemania, el partido que ejerció el poder durante cuatro décadas en la RDA, la dictadura comunista que convirtió la mitad oriental de Alemania en una enorme prisión, en la que muchos murieron intentando escapar. Aquí pasa algo parecido con IU. Izquierda Unida fue formada por el Partido Comunista de España, una formación totalitaria, pero aquí casi ningún medio se refiere a IU como “ultraizquierda”. Da la sensación de que para que te consideren de “ultraizquierda” debes ponerte un pasamontañas y perpetrar atentados, pero ni así. Tanto medios de izquierda como de derecha calificaban a ETA de “fascista”, a pesar de ser una banda terrorista que asume el marxismo-leninismo como ideología. Al final lo fácil es acabar tachado de ultraderechista, un saco en el que los mismo caben conservadores, liberales y democristianos que nazis o etarras. La izquierda, con la superioridad moral que se arroga, queda impoluta de todo radicalismo, aunque algo tan marcadamente ultraizquierdista como es el comunismo sembrase el mundo con 100 millones de muertos.
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(Foto: Reuters. Manifestación de Pegida en Dresde en diciembre de 2014)
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