Juan R. Rallo explica por qué Madrid es la autonomía con menos gasto público en sanidad y refuta uno de los reproches más extendidos en contra de su política sanitaria, que trata de vincular menor gasto a peor servicio, y exponiendo la trampa que hay en dicho reproche mediante tres razones.
Artículo de El Confidencial:
Uno de los reproches más extendidos en contra de la política sanitaria de la Comunidad de Madrid es que, siendo la región más rica de España, es a su vez la que menos gasto público destina a sanidad: en concreto, el gasto público sanitario de Madrid solo alcanzó el 3,7% de su PIB en 2019, muy por detrás de la media nacional del 5,6% del PIB y, por supuesto, de otras autonomías como Asturias (7,6%), Murcia (7,6%) o Castilla-La Mancha (7,1%). ¿Significa ello que los madrileños contamos con unos peores servicios sanitarios que los del resto de España por el persistente desprecio del Gobierno regional a invertir en servicios públicos?
No tan rápido. En el caso de Madrid, se juntan excepcionalmente tres circunstancias que contribuyen a rebajar de manera muy notable las necesidades de gasto público sanitario: su alta densidad de población, una ciudadanía relativamente joven (o no tan envejecida como en el resto de España) y, sobre todo, la alta penetración del seguro privado de salud.
En primer lugar, Madrid es, con mucha diferencia, la autonomía con una mayor densidad de población del país: 844 habitantes por kilómetro cuadrado, frente a una media nacional de 93 (la segunda autonomía con mayor densidad de población es el País Vasco, con 307). Que la población viva de manera mucho más concentrada en Madrid significa que no es necesario multiplicar y dispersar el número de hospitales para colocarlos cerca de pequeños núcleos de población, esto es, significa que los hospitales públicos pueden contar con un mayor tamaño y aprovechar las economías de escala abaratando así sus costes.
En segundo lugar, la edad promedio de la población madrileña es de 42,5 años, frente a una media nacional de 44. De hecho, solo Andalucía, Baleares y Murcia cuentan con una población más joven que la de Madrid. Dado que las necesidades de gasto sanitario se disparan con la edad, es lógico que Madrid se enfrente a desembolsos relativamente menores a los del resto de autonomías por este concepto.
Y tercero, Madrid es la autonomía donde los seguros privados de salud se hallan más extendidos: el 38% de la población madrileña cuenta con uno. Solo Cataluña (con el 36%), Baleares (con el 34%) o País Vasco (29%) se acercan a las cifras de Madrid. El resto de España se halla bastante o muy alejado. Por ejemplo, Castilla-La Mancha (25%), Canarias (24%), Galicia y Comunidad Valenciana (20%), Murcia (15%), Navarra (13%) o Cantabria (9%). Evidentemente, si un menor número de ciudadanos hacen uso del sistema público de salud (porque acuden al privado), la Administración puede permitirse gastar menos en el sistema público sin deteriorar el servicio de quienes siguen empleándolo. O dicho de otro modo, más relevante que el gasto público per cápita sería el gasto público por usuario efectivo del sistema sanitario estatal.
Pues bien, solo en Madrid se reúnen estas tres circunstancias de alta densidad de población, ciudadanía joven y elevada penetración de seguros de salud. Cataluña, por ejemplo, también gasta relativamente poco en salud frente al resto de España (4,7% del PIB) gracias a la igualmente elevada presencia de los seguros privados, pero la menor densidad de la población (242 habitantes por cada km²) impide que ahorre tanto como Madrid. A su vez, Asturias es la autonomía que más gasto público destina a sanidad (7,6% del PIB), pero ello se debe esencialmente a que es la región más envejecida de España (48,3 años), a la escasa densidad de población (96 habitantes por kilómetro cuadrado) y a la modesta penetración del seguro privado (23%). Murcia, a su vez, gasta tanto como Asturias (7,6% del PIB) porque, a pesar de que tiene una población mucho más joven (40,5 años) y algo más de densidad de población (133 habitantes por kilómetro cuadrado), la población con seguro es todavía menos relevante (15%).
Por supuesto, aparte de estos tres factores, puede existir un cierto componente de discrecionalidad política a la hora de gastar más o menos en sanidad, pero el esqueleto del desembolso público sí está determinado por ellos. De ahí que Madrid pueda permitirse gastar tan poco como lo hace sin por ello deteriorar la calidad de la sanidad pública (al menos, no en relación con la del resto de España). Aunque ciertamente uno podría objetar que si tantos madrileños cuentan con un seguro privado de salud, ello es porque la calidad de la sanidad madrileña es deplorable y no les queda otra que buscar refugio en la privada.
Y si bien no pretendo negar (ni afirmar) que la calidad de la sanidad pública sea mala, desde luego la de Madrid no es ni mucho menos de las peores de España. Al contrario, acaso quepa considerarla como una de las mejores del país. Basta acudir al último listado de listas de espera por autonomías para comprobar que Madrid es la región con menor porcentaje de pacientes que están en lista de espera quirúrgica durante más de seis meses (1% del total, frente al 34% del conjunto de España) o la autonomía con el tiempo medio de espera quirúrgica más bajo (42 días, frente a los 170 del conjunto de España). Entonces, ¿por qué se contrata tanto seguro privado de salud en Madrid? Pues no solo se contrata en Madrid, sino también en Cataluña, Baleares y País Vasco. Es decir, en las regiones más ricas de España: tal vez suceda que la renta per cápita es uno de los principales determinantes del grado de penetración de los seguros privados de salud en una región (sociedades más ricas, sociedades que se preocupan más por su salud y que están dispuestas a gastar más en ella).
En definitiva, Madrid gasta en sanidad pública menos que el resto de España porque, para alcanzar una calidad equiparable (o mejor) a la del resto del país, no necesita gastar tanto como en el resto del país debido a su alta densidad de población, a su ciudadanía relativamente joven y, sobre todo, al uso mucho más generalizado de los seguros privados de salud. Presentar como un demérito lo que debería ser visto como una gran ventaja competitiva de Madrid solo cabe en la cabeza de los partidarios de un Estado megalómano: gastar más no como medio para mejorar los servicios públicos sino como un fin en sí mismo.
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