Julio M. Shiling analiza la crisis de los "sin techo" en Estados Unidos, fruto de las fallidas políticas públicas y que es instrumentalizado por la izquierda a través de las politicas identitarias para esconder las causas de dicha situación (y su responsabilidad en ello) y obtener más rédito político y poder.
Si bien, cabe destacar un elemento que no incluye (de hecho rechaza) entre las causas de este hecho, como son las políticas de vivienda (precios mínimos de alquiler, regulaciones de alturas, y regulación diversa, que reduce la superficie edificable, la inversión en vivienda, la oferta de suelo y viviendas y dispara el precio de la misma, que es un elemento esencial en estas décadas, y que precisamente han liderado las ciudades más afectadas, tales como Nueva York y San Francisco). Un elemento esencial también para explicar esta situación, junto a las que comenta.
Artículo de El American:
La corrección política (CP) ha invadido todos los aspectos de la vida americana. El lenguaje ha sido un objetivo seminal. Una persona homeless (“sin techo”), en sentido literal, es alguien sin hogar. El término es engañoso. Sin embargo, sabemos a qué se refiere cuando lo vemos en las calles de nuestras ciudades. En otra época, este grupo podría llamarse “vagabundos” o “vagos”.
“Indocumentado” versus “ilegal”, en el ámbito inmigratorio, es otra muestra de esta argucia semántica, diseñada para no ofender, que se ha convertido en un delito de facto del siglo XXI. La crisis de los que viven en la calle en Estados Unidos debe su calamidad a una serie de políticas públicas fallidas.
La izquierda mira las estadísticas y se equivoca sistemáticamente en cuanto al predominio del binomio causa-efecto. Las disparidades socioeconómicas entre americanos blancos y negros son otro parangón de este vicioso error. En este caso, el izquierdismo señala las narrativas falsas fundamentadas por la Teoría Crítica de la Raza (TCR) marxista y clama por el “racismo sistémico” como la causa fundamental.
Los fracasos de las políticas públicas que han pulverizado a la familia negra y han fortificado una clase de identidad de “víctima noble”, junto con el fomento de un complejo de red social paralizante para alimentar esta cosmovisión, apunta a una causa más probable de estas disparidades. La vagancia en Estados Unidos ha sufrido un destino similar de incomprensión por parte de los políticos de izquierdas.
La población indigente de la calle en el país creció, según el “Informe Anual de Evaluación de los Homeless 2020″ del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD), a más de 580,000 personas en enero de 2020. Esto supone un aumento del 2 % respecto al año anterior. La secretaria del HUD, Marcia Fudge, llegó a decir tras la publicación de este estudio en enero de 2021 para el Congreso, que el país tiene la “responsabilidad moral de acabar con los homeless“. Mientras que las estadísticas pueden reflejar con exactitud un recuento del problema de los que duermen en la calle, la administración de Biden-Harris, estatista y con apego a la TCR, previsiblemente hará uso de esta “crisis” para su guerra de víctima noble.
El Informe atestigua que los americanos de raza negra están sobrerrepresentados entre los ciudadanos que duermen en la calle. El 39 % de los “homeless” son negros americanos y constituyen menos del 13% de la población nacional, mientras que los americanos de raza blanca representan el 74% de la población y, sin embargo, constituyen, según el estudio del HUD, el 48% de las personas que viven en esta misma situación.
Previsiblemente, la izquierda atribuirá esto a su farsa de “racismo sistémico” y al dogma de la “supremacía blanca”. Los hispanos, con un 23 % de esta población ambulante y sin techo y un 16 % de la ciudadanía nacional, también están ligeramente sobrerrepresentados.
El Informe confirma otros factores evidentes. El 25 % de todos los habitantes que residen en calle en Estados Unidos viven en Los Ángeles y Nueva York. California, con 161,548 personas, es el estado que más acoge a los vagabundos. Este estudio realizado por el HUD para el Congreso es importante por lo que nos dice, así como por lo que omite. La crisis de los indigentes sin techo en Estados Unidos hoy en día es un problema de enfermedad mental, de adicción a las drogas y de políticas públicas fallidas.
Este análisis de Biden-Harris sobre la situación de los homeless, es un montaje político establecido para conformar sus contenciones ideológicas. Ningún estudio seriamente reflexivo sobre esta situación que valga la pena, puede ignorar la culpabilidad que la desinstitucionalización mental ha producido desde la década de 1960. La política empleada ha causado el cierre de pabellones psiquiátricos públicos de la nación. El otro factor predominante de esta crisis ha sido la culturalización social victimista formulada para acomodar los objetivos políticos.
El periodista ganador del premio Pulitzer, Mark James Estren, afirmó en Prescription Drug Abuse que aproximadamente 487,000 pacientes con enfermedades mentales fueron dados de alta de los hospitales estatales entre 1955 y 1994. Según el Instituto Nacional Mental (NIM), aproximadamente el 50 % de las personas con trastornos psiquiátricos graves no reciben ningún tipo de tratamiento mental.
El NIM señala que hay 3.5 millones de individuos en esta categoría. El Treatment Advocacy Center (TAC), una organización nacional sin ánimo de lucro centrada en la concienciación sobre el tratamiento de las enfermedades mentales graves, cita que el 16 % de todos los reclusos del sistema penitenciario de Estados Unidos padecen un trastorno mental. De hecho, afirman que hay 10 veces más personas en la cárcel, que en los centros médicos psiquiátricos. TAC afirma que este número total de personas es de alrededor de 350,000 en el sistema carcelario de Estados Unidos.
La cuestión de las personas que duermen en la calle guarda una estrecha relación con la desinstitucionalización, esa política estatal que comenzó en la década de 1960 y que desvió a los pacientes de salud mental de las instituciones psiquiátricas estatales estructurales que respondían al problema de la sociedad con los enfermos mentales. En su lugar, los pacientes mentales fueron liberados lentamente en la sociedad.
La desinstitucionalización produjo un traslado lento de los pacientes mentales de los hospitales a las calles. Según más tiempo iba pasando, los centros de salud mental se fueron reduciendo. En combinación con su compañera simbiótica, la drogadicción, una proliferación de individuos mentalmente perturbados que no pueden y/o no quieren trabajar, comenzó a trasladarse a las calles de la nación.
Algunos argumentan que se trata de una crisis de “escasez de vivienda”. Esto es absurdo. La mayoría de los habitantes de la calle en Estados Unidos no pueden y/o no quieren trabajar para vivir. Si se les diera una vivienda gratuita, es muy probable que esto incentivara a incrementar los casos de indigencia al límite a reclamar la “falta de vivienda”. Si reciben un alquiler subvencionado, dado que la mayoría de los vagabundos no generan ningún ingreso legal (si es que lo hacen), esto no solucionaría la crisis.
La cultura victimista que el izquierdismo ha fomentado, ha sido el otro agente causal de esta crisis. En este sentido, los dos casos paradigmáticos de California y la ciudad de Nueva York, ambos feudos políticos de la izquierda, han instituido políticas de tolerancia del vagabundeo que engendran y fomentan la crisis de los que viven en espacios abiertos públicos (y privados). La desinstitucionalización y las políticas gubernamentales permisivas con el vagabundeo son responsables de la situación de los llamado “homeless“.
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