jueves, 24 de enero de 2013

Secretos y mentiras de la competitividad en España. (Economía, Política. 1.187)


Un artículo sobre la competitividad en España y cambios a acometer:


"Es evidente que se ha cumplido el guión. Sabíamos desde el comienzo de la crisis que un país que carece de control sobre su política monetaria y de tipo de cambio puede ajustar rápidamente su competitividad por la vía de menores precios y salarios, dando tiempo de este modo a que se materialicen los efectos de las reformas estructurales y de cambio de modelo productivo que se han de acometer en paralelo.

Así ha ocurrido. Todos lo hemos vivido de una manera u otra en nuestra renta disponible, con el subsiguiente impacto sobre el gasto, el ahorro y las decisiones de inversión. Ganamos menos, es el efecto impositivo el que provoca las mayores subidas de precios, y el valor de nuestros activos sufre -especialmente de los inmobiliarios, que ya acumulan una caída en términos nominales del 27% desde el pico de 2006/07-.

Esto ha provocado que, en efecto, seamos más ‘competitivos’. Pese al caso Nissan, que amenaza cierre, se ha generalizado como ejemplo de esa realidad a la industria del automóvil. No sólo logra mantener empleo y carga de trabajo, sino que además arrebata a otras fábricas europeas la producción de nuevos modelos. Como razón última que lo justifica, un coste salarial unitario en el sector que es dos terceras partes del alemán. ¿No querían sopa? Pues toma dos tazas.
Como los datos no se discuten, igual que los principios no se negocian, sobre tales hechos no hay mucho que comentar. Solo cabe congratularse. Eso sí, permítanme que haga de abogado del diablo y les traslade dos reflexiones muy particulares:

1. De ahí a pensar que ésta es la razón por la que nuestro sector exterior mejora, media un abismo. Es verdad: ha ayudado a evitar un cataclismo interanual del PIB en el cuarto trimestre, gracias a una aportación positiva del 1'4%, que deja la caída del principal indicador nacional en el 1'7% frente al 3'1% en caso contrario. Pero no es debido a unas mayores ventas al extranjero, sino al colapso de la demanda interna y su impacto sobre las importaciones. Sirvan estos dos gráficos como referencia visual de lo que les estoy diciendo (% de aumento año sobre año). De hecho, la tendencia de crecimiento en el caso de las exportaciones no invita, precisamente, al optimismo.

 

2. Más importante aún es dónde ha quedado la segunda parte de la ecuación que presentábamos en el primer párrafo de este post. Es verdad que se han multiplicado las reformas, buena parte de las cuales gozan de un doble problema: ni son estructurales, ni parecen formar parte de una Agenda 2015 de Rajoy que prevea dónde quiere dejar el país cuando acabe su primer mandato. Aceptemos pulpo gallego como animal de compañía. Pero lo que es de verdad preocupante es que se dé como estructuralmente válido este modelo deflacionario de ajuste de la competitividad, que es pan para hoy y hambre para mañana. ¿Por qué? Déjenme que haga un aparte.

Es evidente que España tiene muy complicado competir vía precio en un mundo globalizado, con naciones emergentes en las que el coste de mano de obra es una cuarta parte del nacional. Salvando el interés derivado de la seguridad jurídica, la fiabilidad del suministro o la cercanía geográfica, en eso ya no vamos a ser un player. Gracias a Dios. 

De hecho lo normal es que, según una economía avanza en la escala de desarrollo, pase del centro a los extremos de la smiling curve fabril: del cuello azul del que pone los tornillos al cuello blanco bien de la i+I+D, bien del servicio post-venta. Es decir, del trabajo mecánico a la propuesta de valor añadido. Un proceso natural en la medida en que el bienestar social mejora y, con él, las prestaciones públicas y privadas a los ciudadanos.

Pues bien, eso es exactamente lo que se está descuidando. Reemplazar la construcción o el turismo con más empleo no cualificado, aun siendo necesario, no puede ser fin estratégico sino colchón de empleo y actividad hasta que se materialice ese cambio de estructura productiva y terciaria imprescindible en el que prime el factor diferencial no replicable por otros estados, se llame éste exclusividad, innovación, diseño, calidad, marca o lo que sea. Lo contrario suponer aceptar como natural un retroceso de décadas, construir de nuevo la casa sobre pilares de barro, arriesgarnos a sobresaltos similares a los que han causado la crisis en el futuro y ahondar en los vaivenes exagerados de empleo y PIB. Lanzar las campanas al vuelo tan alegremente es suicida.
Ahí está el meollo de esta cuestión.

Corremos el riesgo de que la ‘urgencia’ por aferrarnos a mensajes positivos de corto plazo nos aleje de la ‘importancia’ de acometer aquellos cambios que todos conveníamos eran necesarios para dar la vuelta al país como un calcetín, como esa reforma de nuestro modelo macro y microeconómico que hoy, que prima la complacencia por la bonanza de los datos más recientes, parece definitiva y peligrosamente abandonada. Con un problema adicional: ahí, de nuevo, la Administración popular, ni está ni se la espera. Al menos de forma ordenada y coherente.
Vayan tomando nota, que no tardaremos en hablar mucho de esto. En cuanto vuelva a bajar la marea y nos veamos económicamente en pelota picada. Al tiempo."

Fuente: Cotizalia

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Twittear