viernes, 3 de mayo de 2013

El Pacto del Capitalismo o por qué la “justicia social” es un concepto destructivo. (Política, Economía. 1.525)

Sobre la "justicia social" originada de la errónea "plusvalía marxista" y sus efectos adversos:



"Karl Marx y sus seguidores provocaron directa e indirectamente 120 millones de muertes en el siglo XX por tomar un error de Adam Smith y retorcerlo para sus propósitos. Veamos cuál es ese error y por qué su concepto derivado, la llamada ‘justicia social’ no puede traer sino atraso y empobrecimiento a quienes pretende rescatar.

Imaginemos un pueblo pequeño, donde cada uno produce en su terreno u hogar y sale a intercambiar los respectivos bienes y servicios los domingos en la feria del pueblo. Adam Smith planteó en su libro “La Riqueza de las Naciones” que la forma originaria (de la cual se originan las demás) de ingreso en ese pueblo o cualquier sociedad primitiva, es el salario. Es decir, que lo que obtienen los habitantes de ese pueblo al intercambiar sus bienes y servicios unos con otros, son salarios.
Karl Marx y sus seguidores se toman la idea en serio y nos dicen entonces que si un capitalista (empresario) emerge de entre los habitantes del pueblo o llega a éste, obtendrá sus ganancias a costa de una porción de los salarios que no entrega a quienes contrata. Esta es la idea de plusvalía marxista. Es la idea de que dado que todo sería salarios en ausencia del capitalista, las ganancias empresariales a fortiori provienen de una porción no entregada de los salarios.

Inspirados por esta idea, los socialistas del mundo se dividen en dos grandes clases: los socialistas duros que quieren expropiar las tierras y fábricas (los “medios de producción”) de manos de los capitalistas para detener por completo esa supuesta explotación, y los socialistas light que buscan, mediante impuestos progresivos (o reparto obligatorio de utilidades como en Ecuador), compensar esa supuesta explotación inherente a los salarios. En el primer grupo tenemos a los maoístas, leninistas y anarco-comunistas. En el segundo tenemos a los socialdemócratas, socialcristianos y democratacristianos (y otros “centristas”) en tanto apoyen los impuestos progresivos. En realidad el segundo grupo lo componen todos quienes se rinden ante la abrumadora evidencia de que el Capitalismo es largamente superior (al Socialismo) en lo productivo y en términos de movilidad social vertical, pero creen que al ser inherentemente explotador (dado que absorbieron la idea de la plusvalía marxista) debe compensarse a quienes “realmente” están creando riqueza, es decir, los trabajadores implicados en tareas sudorosas.

La aclaración de Reisman

George Reisman, alumno de Ludwig von Mises (el mejor economista de todos los tiempos a juicio de muchos de nosotros) y de Ayn Rand (la iconoclasta filósofa rusa) demuestra que Adam Smith (y mucho más Karl Marx) erró fundamentalmente con su planteamiento sobre el trabajo asalariado.
Reisman nos explica que en realidad ocurre todo lo contrario: en el pueblo de nuestro ejemplo, lo que sus habitantes obtienen al intercambiar en la feria el domingo no son salarios sino ganancias o pérdidas empresariales. Es decir, es una situación en la cual todos cargan con el riesgo empresarial de no saber si se venderán sus productos o servicios y si el precio que alcancen cubrirá los costos incurridos en producirlos. El capitalista es alguien que ofrece a otros un ingreso estable y seguro, que no existiría sin él: el salario. Es decir, los salarios provienen de fondos previamente ahorrados y ahora invertidos (el capital) o dicho de otro modo, a cuenta de las ganancias futuras esperadas. Las ganancias no provienen de los salarios no entregados sino que por el contrario, los salarios se deducen de lo que serían ganancias puras si no se contratase a nadie mediante salarios. Los capitalistas crean oportunidades de ingreso estable allí donde nunca las habría sin ellos. Como dijo Ludwig von Mises “Lo que da valor a la producción no es el trabajo y los problemas incurridos, si no que el trabajo esté guiado por la razón”. O en palabras de Michael Novak “El origen del capital es la mente”.

El Pacto del Capitalismo

Cuando grandes números de personas prefieren ese ingreso estable a tener que lidiar con el riesgo empresarial (incertidumbre diría Frank H. Knight) se va formando por primera vez en la historia humana lo que conocemos como clase media. Pero no se trata de una clase en el sentido conservador (casta hereditaria) ni marxista (un bando en una batalla de intereses) sino de un rol. Mucha gente es adversa al riesgo y prefiere un empleo (trabajo asalariado) que enfrentar las corrientes y tempestades del mercado por sí misma, por lo cual prefiere delegarles a diversos capitanes (de industria, en este caso) no sólo la posibilidad de ganancia sino también la de pérdida. Y esto es lo que le vuelve un pacto si bien se trata de uno de tipo tácito: los asalariados no necesitan cargar con las pérdidas si las hay, pero deben renunciar a la posibilidad de ganancias al mismo tiempo. Los capitalistas cargan ahora con el riesgo empresarial con sus pros y sus contras. Pero al tratarse de gente generalmente talentosa al buscar acertar y evitar errar, los capitalistas se especializan en crear cada vez más riqueza disponible para la sociedad.

Como podemos ver, el Pacto del Capitalismo no sólo que vuelve innecesario hablar de “justicia social” reivindicativa sino que ésta parte de un error teórico e histórico lamentable. Tratar de compensar a un grupo o “clase” de ciudadanos -los llamados proletarios o trabajadores- por injusticias inexistentes no puede ser sino a costa del proceso en que los salarios van mejorando año tras año gracias a más y mejores bienes disponibles en el mercado. Pero para que haya más y mejores bienes disponibles así como empleos de mejor calidad (más técnicos y más sofisticados) debe haber una vigorosa re-inversión de ganancias, es decir una mayor tasa de capitalización que a su vez se vuelve prohibitiva o sencillamente imposible cuando existen impuestos progresivos a la renta de las empresas. Es la abundancia de proyectos empresariales y de capitales invertidos frente a la cantidad de recurso humano disponible lo que eleva el poder de compra real de los salarios y la calidad de las tareas laborales. Las leyes pro-trabajador o el afán de buscar “justicia social” donde deben primar los tratos libres no hacen sino empobrecer relativa o absolutamente a quienes se pretende supuestamente beneficiar.

Es momento de invitar a quienes apoyan los impuestos progresivos y otras medidas redistributivas a hacer una lectura crítica de los efectos que tienen las buenas intenciones cuando no van de la mano de fundamentos teóricos e históricos vitales."

Fuente: Instituto Ludwig Von Mises Ecuador

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