Juan Rallo analiza la implicación de ligar los salarios a la evolución del IPC (precios), en respuesta a las declaraciones de Toxo (CCOO), mostrando el grave error (como ocurre) de ligarlos no a la productividad, sino de fijarlos por decreto o convenio.
Artículo de El Economista:
A firmaba Ignacio Fernández Toxo en una reciente entrevista que ligar los salarios al IPC no destruye empleo: "Está archidemostrado que los salarios no son el factor que determina la evolución de la inflación, sino la política de precios", declaró el secretario general de CCOO.
La verdad es que no termino de comprender la línea argumental seguida por Toxo, ni tampoco tengo claro que él mismo lo haya hecho. Decir que ligar salarios a la inflación destruye empleo no equivale a decir, como el propio Toxo parece suponer, que ligar los salarios al IPC genere más inflación: son dos cuestiones separadas que el secretario general de CCOO mezcla sin aparentes buenos motivos. De hecho, negar, como hace Toxo, que la indexación de salarios a la inflación genere aumentos adicionales de precios constituye un argumento para explicar por qué la indexación sí destruye empleo.
Si, como dice el secretario general de CCOO, un alza salarial no genera en sí misma un aumento de precios, entonces lo que estamos diciendo es que los empresarios no son capaces de repercutir los mayores salarios a mayores precios. Si verdaderamente tuvieran ese poder, lo que implícitamente estaría reconociendo Toxo es, primero, que los sindicatos son incapaces de aumentar los salarios reales (toda alza de los salarios nominales se vería contrarrestada por un alza de los precios) y, segundo, que un alza salarial sí engendraría inflación. O dicho de otro modo, si los aumentos de salarios no dan lugar a inflación será porque éstos crecen con cargo a los márgenes de beneficio de las empresas.
Pues bien, sentada esta premisa -que los aumentos salariales van contra los márgenes de beneficios de las empresas- planteémonos qué sucede en un escenario donde la media ponderada de los precios de los bienes de consumo de toda de la economía (IPC) está aumentando como consecuencia del encarecimiento de algunos costes (por ejemplo, aumentos del precio del petróleo) y no como consecuencia de un ensanchamiento de los márgenes de beneficio empresariales. O planteémonos también qué sucede en un escenario donde algunos precios sí aumentan como consecuencia de que algunas empresas (no todas ellas, ni siquiera su mayoría) están empezando a ver cómo sus márgenes de ganancia se recuperan tras varios años de fuerte contracción.
En ambos casos, si tomamos el IPC de toda la economía como criterio para fijar las revalorizaciones salariales mínimas del conjunto de las empresas, lo que sucederá es que habrá muchas compañías -todas aquellas que no hayan visto aumentar sus márgenes- no podrán costear esa subida salarial y tendrán que recortar costes.
Es decir, conforme las subidas salariales fagociten los márgenes de beneficio de las empresas menos rentables, esas empresas poco rentables empezarán a prescindir de parte de sus trabajadores para compensar el alza salarial: por consiguiente, incrementar los salarios de todas las empresas a partir de un indicador (el IPC) que sólo atiende en parte al comportamiento de la media de esas empresas condena a muchas de ellas a tener que despedir empleados. Si los aumentos salariales no explican la inflación, inevitablemente sí explican parte del desempleo; y si no explican el desempleo, es porque explican parte de la inflación.
En realidad, pues, si queremos disfrutar de un mercado laboral no distorsionado, donde arbitrarios acuerdos centralizados entre sindicatos y patronales destrocen las condiciones contractuales de todos los ciudadanos, deberíamos avanzar hacia un mercado laboral libre: esto es, un mercado donde la evolución de los salarios en cada empresa (y en cada departamento de cada empresa) dependiera de la evolución de la productividad de esa empresa. En caso contrario, si los salarios se fijan por decreto o por convenio y al margen de la productividad de cada compañía, una de dos: o tendremos desempleo o tendremos inflación (con estancamiento de los salarios reales).
Los salarios de una sociedad no aumentan por decreto, sino gracias a la acumulación continuada de capital, que es la que permite incrementar persistentemente la productividad del trabajo. En otras palabras, los salarios no aumentan de manera sostenida por lo que coloquen en el BOE políticos, sindicatos y patronales, sino gracias al capitalismo de libre mercado.
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