El siguiente artículo muestra la típica justificación que lleva al autoritarismo y moral dictatorial, de todo gobernante que suplanta la voluntad del ciudadano.
Artículo de Contrapeso.info:
"Es la justificación moral del dictador. Del autoritario.
De todo gobernante que suplanta la voluntad del ciudadano.
I. Berlin (1909-1997) trató el punto al examinar las ideas de J. J. Rousseau (1712-1778). No es un tema frecuente, pero sí digno de ver.
Explica las conductas y actos de “jacobinos, Robespierre, Hitler, Mussolini y los comunistas”. En el fondo de estas mentes y muchas otras más hay un común denominador que permanece oculto para el observador superficial.
Estos dictadores, estos regímenes, tienen como cimiento la idea de que las personas, usted y yo, no saben lo que quieren, no tienen idea de lo que desean.
Es ésa la primera pieza clave, el creer que las personas no saben lo que quieren. De la que naturalmente surge la otra, el gobernante sí sabe lo que las personas quieren. En otras palabras, en la mente del dictador, hay un pensamiento básico: “ellos no saben lo que quieren, en cambio yo sí lo sé”.
No importa que la persona diga “yo sí sé”. El dictador piensa que en realidad no sabe, que los deseos del ciudadano son un engaño, que sólo él conoce lo que de verdad necesita la persona.
La mente de este gobernante le dice que él hace lo que en el fondo desean los ciudadanos para ellos mismos, aunque los ciudadanos lo nieguen. Si lo niegan y protestan, es porque no lo saben.
Berlin lo expresa bien al describir la reflexión del dictador:
“Cuando yo ejecuto a un criminal, cuando someto a seres humanos a mi voluntad, aún cuando organizo yo inquisiciones, cuando torturo y mato hombres, no sólo estoy haciendo algo que es bueno para ellos […], estoy haciendo lo que ellos en realidad desean, aunque puedan negarlo mil veces. Si lo niegan, es porque no saben lo que son, lo que desean, cómo es el mundo”.
Este gobernante es, por eso, un iluminado que habla a nombre del resto. De todos los demás.
La libertad para él no es válida para las personas. Escogerían ellas lo que realmente no desean. Lo que no les conviene. Si fueran libres, cometerían errores, que sólo el gobernante puede corregir al obligarles a actuar de acuerdo con su voluntad.
En esta idea, el ciudadano es un ignorante, poco ilustrado, que en caso de ser libre cometería un error detrás de otro.
El gobernante, en cambio, es el sabio compasivo que entra a resolver ese problema y toma decisiones que sustituyen las del ciudadano. Así sean las más crueles y despiadadas, porque todo tiene una buena intención, la de ayudar al ignorante que no sabe lo que quiere.
Más que una dictadura, este tipo de mentalidad es totalitaria. El gobernante impone un régimen por el que se rige la vida de los ciudadanos, incluso en sus más pequeños detalles. La mentalidad de Stalin y Mao Tse-tung lo ilustra con claridad. Igual que la del régimen de Cuba y de Venezuela.
A lo anterior debe añadirse un aviso de precaución.
No es infrecuente que en los inicios de implantación de este tipo de régimen, se vea solamente el elemento compasivo del nuevo gobierno. A lo que temo es que en la primera impresión, sólo sea percibido el altruismo de las buenas intenciones caritativas que acompañan a esta mentalidad totalitaria.
Aprovecha ella situaciones de injusticia y miseria a las que quiere solucionar y gana con ello adeptos ingenuos que no suelen percibir nada más allá de la superficie. No comprenden que se trata de un régimen en el que se pierde la libertad.
Finalmente, esta mentalidad totalitaria tiene gradaciones en su intensidad. Los regímenes de la URSS, del nazismo, lo ilustran en alta intensidad. Pero también, hay regímenes de menor magnitud, como los del estado de bienestar, cuando el gobierno se hace cargo de la felicidad desde la cuna hasta la tumba.
Esta hipótesis doble, del ciudadano tonto y el gobernante sabio, es por necesidad el punto de partida de todo sistema político que limita libertades.
Post Scriptum
Otra manera de ver esto es el monto de la concentración del poder en el gobierno. A más poder acumulado en él, más fuerte es la creencia en la estupidez del ciudadano y del gobernante sabio.
El libro consultado fue Berlin, I. (2004). La traición de la libertad. México: Fondo de Cultura Económica, pp. 72-73."
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