Carlos Rodríguez Braun analiza la cuestión de la supervivencia de lo elefantes a raíz del reportaje de Guillermo Altares, que no puede incomprender más el tema en cuestión.
Está lejos de comprender algo que toca solo implícitamente Rodríguez Braun, que no es otra cosa que el problema se da y el peligro es patente solo allá donde no hay propiedad privada y se da la denominada "tragedia de los comunes", por una sencilla cuestión de incentivos.
Un problema, precisamente sobre la cuestión de los elefantes que abordaba en este otro artículo, mostrando qué había ocurrido con la población de elefantes en Zimbabwe (propiedad privada) a diferencia de Kenia (propiedad pública). Y extensible a otros países en uno y otros sentido.
Artículo de Libre Mercado:
Un problema, precisamente sobre la cuestión de los elefantes que abordaba en este otro artículo, mostrando qué había ocurrido con la población de elefantes en Zimbabwe (propiedad privada) a diferencia de Kenia (propiedad pública). Y extensible a otros países en uno y otros sentido.
Artículo de Libre Mercado:
Leí un reportaje de Guillermo Altares en el dominical de El País con un título alarmante: "Hacia un mundo sin elefantes".
Aseguraba que "los elefantes están en vías de extinción". Esto es asombroso, porque a todo el mundo le gustan los elefantes, animales estimados por las personas más disímiles, sean cazadores o no, sea que valoren su marfil o simplemente quieran verlos retozar en los parques o zoos, y ya no en los circos, porque les pareció a los políticamente correctos que nos oprimen que eso estaba mal.
Pero, sea como fuere, la pregunta es pertinente: ¿cómo es posible que se extinga un animal tan apreciado? El señor Altares da la pista: "Su matanza indiscriminada durante décadas ha puesto en peligro su subsistencia". Pero ¿por qué los matan así? El buenismo va subiendo de tono: "Estamos llevando nuestro dominio sobre la naturaleza demasiado lejos, hasta rozar la autodestrucción". Pero ¿qué está pasando aquí?
Desde luego, lo que pasa es la incomprensión de la realidad por parte del pensamiento único. No por falta de buenos sentimientos. Don Guillermo llega a decir: "Cada día 96 elefantes son asesinados en África". Nótese la retórica: "asesinados", como si fueran personas: está identificando a un cazador con quien mata seres humanos.
Lógicamente, ante este desastre, ¿cómo se va a aceptar la libertad? No la acepta nadie. En cambio, lo que se saluda es que los elefantes son "una joya de la naturaleza que los gobiernos están por fin dispuestos a salvar".
Por fin, por fin van a salvar los elefantes. Oiga, y hasta ahora, ¿qué han hecho esos gobiernos? El señor Altares habla de la "caza furtiva". Interesante y verdadero. Pero es furtiva porque los gobiernos prohíben la caza legal.
El filósofo Jesús Mosterín llega al disparate de alegar que los elefantes están amenazados por "los cazadores legales". A ver: ningún cazador legal amenaza la subsistencia de lo que caza. Al contrario. Entonces, si desaparecen los elefantes africanos pero no los jabalíes españoles es precisamente porque en España se pueden cazar los jabalíes, mientras que los mismos gobiernos y organizaciones ecologistas que han propiciado y prohibido la caza de los elefantes han fomentado su extinción, porque a los furtivos no les interesa criar los animales que cazan.
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