jueves, 14 de agosto de 2014

20 falacias sobre Empresa y Política: 7) El Estado ayuda a la empresa

Séptima entrega de las falacias sobre Empresa y Política de Carlos Rodríguez Braun, en este caso sobre que el Estado ayuda a las empresas, así como la ilusión de que el Estado realiza tareas o suministra bienes que ninguna empresa podría realizar o suministrar ni en grado, tiempo o calidad. 

Artículo de Expansión: 
Esta visión angelical del Estado es una variante del punto analizado en el artículo anterior, y sostiene que las empresas disfrutan del gasto público que resulta, en consecuencia, beneficioso y no debería ser criticado. Un ejemplo típico es recurrir a las externalidades positivas. Así como el Estado gasta dinero en bienes y servicios de utilidad, digamos, investigación básica y otros capítulos que resultan más o menos provechosos para las empresas, se salta a una conclusión que no tiene fundamento alguno, y es sugerir o directamente afirmar que ninguna empresa podría suministrar esos bienes y servicios en grado, tiempo o calidad suficiente. 
Es la ilusión de que, por mencionar un caso muchas veces citado, sólo el Estado pudo crear Internet. Todo esto, que está vinculado con los llamados fallos del mercado, en los que profundizaremos más adelante, parte del error de tratar al Estado como si fuera un agente más de la sociedad civil, y confunde una realidad –las empresas utilizan el gasto público si pueden o les conviene, como usted y yo utilizamos las carreteras del Estado– con la ficción de que las cosas buenas que hace el Estado por las empresas sólo las puede hacer él. 
Polivalencia del Estado 
Es patente que el Estado hace de todo, desde Internet hasta biotecnología, desde “poner un hombre en la luna hasta resolver el cambio climático”, como asegura una de sus más recientes admiradoras, Mariana Mazzucato. ¿Quién osará oponerse? Cierto es que a veces fracasa, “pero los éxitos que conducen a tecnologías de uso general que pueden impulsar el crecimiento durante décadas merecen la espera”, concluye la profesora Mazzucato. A partir de ahí sólo cabe afirmar que, dado este Estado candoroso que inventa todo lo bueno, desde los medicamentos hasta el iPhone, quienes lo critican sólo pueden ser, sin lugar a dudas, unos delirantes egoístas. 
Alguna vez he denominado a este razonamiento convencional “la falacia del Estado que está”. Cuando Martin Wolf, el destacado periodista del Financial Times, dice que la empresa privada nunca habría podido crear Internet o el GPS porque “sólo el Ejército americano tenía los recursos para poder hacerlo”, da por sentados los insuficientes recursos que podría tener la sociedad ¡si el Estado no se los quitara! 
Muchas exposiciones sobre las supuestas ayudas del Estado a las empresas no analizan el Estado sino que lo divinizan. No se reflexiona sobre su gasto y lo que cuesta, sus alternativas o sobre su coste de oportunidad. 
Todo brota, como hemos señalado, de confundir un hecho evidente –las personas y las empresas utilizan el gasto público que les conviene– con “la falacia del Estado que está”, es decir, la fantasía de que las cosas buenas que hace el Estado por las personas y las empresas no se harían si el Estado no estuviera.

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