Una artículo sobre el daño del movimiento okupa a la sociedad bajo distintos puntos de vista, destacando en esta cuestión Barcelona, mostrando la necesidad de llevar a cabo una reforma legislativa para frenar y cambiar drásticamente esta situación.
Artículo de Libre Mercado:
La okupación de viviendas se ha disparado en los últimos años, pero no como consecuencia de la crisis económica, sino de la aberrante connivencia de los políticos, siempre dispuestos a alimentar la demagogia en lugar de proteger un derecho básico como es la propiedad privada, sobre cuyas bases se asienta la civilización y la libertad del hombre. Este fenómeno se ha generalizado, con mayor o menor intensidad, por todo el territorio nacional, pero si hay una región donde la okupación campa a sus anchas es Cataluña y, más concretamente, Barcelona.
[...] Ada Colau, fue en su día la máxima representante de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que, entre otra cosas, defendía -y aún defiende- abiertamente la okupación de inmuebles ajenos. No es de extrañar, [...] que Barcelona y sus aledaños se hayan convertido en un auténtico paraíso para los okupas, con todos los problemas económicos, jurídicos y sociales que ello provoca.
La usurpación es un delito contemplado en el Código Penal, pero el complejo y tortuoso procedimiento judicial que impera en España para echar a okupas y morosos con el fin de que el propietario recupere lo que es suyo puede alargar el proceso de desahucio durante varios años, generando así un grave quebranto a los legítimos dueños. Si a ello se suma, además, la tolerancia e incluso la vergonzosa protección explícita que han ofrecido ciertos gobiernos regionales y locales a estos delincuentes, la recuperación del inmueble acaba convirtiéndose en una auténtica pesadilla. La escandalosa impunidad que impera en esta materia se está traduciendo en un aumento vertiginoso de este tipo de delitos, cuyos protagonistas no son familias necesitadas, ni mucho menos, sino una combinación de caraduras, sinvergüenzas y criminales que, por desgracia, acaban degradando la seguridad y la convivencia del barrio para desgracia del resto de vecinos. Y todo ello con la bochornosa complicidad de las autoridades públicas que, en teoría, cobran impuestos para evitar estos y otros atropellos que sufre la gente decente.
[...] la extensión del fenómeno okupa constituye ya un importante problema de seguridad, tal y como demuestran los trágicos atentados de Barcelona y Cambrils. La casa de Alcanar que servía de base a los yihadistas de Ripoll llevaba okupada desde hace meses para preparar las bombas que, afortunadamente, acabaron explotando el día antes de los ataques. A pesar de que algunos vecinos se quejaron de esta situación, el hecho de que la vivienda perteneciera a un banco provocó que las autoridades hicieran la vista gorda, con lo que los terroristas pudieron desarrollar sin ningún tipo de molestia ni impedimento sus macabros planes asesinos. Además, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado sospechan que los yihadistas están utilizando otros muchos inmuebles okupados para ocultar su identidad y actividades en Cataluña, con el evidente riesgo que ello supone.
La impunidad de los okupas debe acabar de inmediato. Y puesto que la solución no va a partir en ningún caso de los gobiernos de extrema izquierda, siendo estos grandes defensores de la okupación, es el Gobierno del PP el que, en última instancia, debe impulsar una reforma legislativa para acelerar los procedimientos de desahucio y, de este modo, desalojar ipso facto a todos aquellos que se atrevan a entrar en una propiedad ajena, tal y como sucede en otros muchos países civilizados. En este sentido, debería bastar con que el propietario denuncie la usurpación a la Policía para que, previa comprobación del correspondiente título de propiedad (vía documento notarial o registral), proceda al desalojo automático, si bien el caso podría ser recurrido posteriormente ante los tribunales. Lo que no se puede permitir de ninguna manera es que los okupas sigan campando a sus anchas para desgracia de los indefensos propietarios y júbilo de los desalmados islamistas.
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