Artículo de El Confidencial:
"el índice del PIB del segundo trimestre de 2017 ascendió a 104,82 frente a los 104,36 del segundo trimestre de 2008. Dicho de otra forma, y atendiendo al nivel de actividad económica, las heridas de la depresión económica ya habrían sanado por completo. Sin embargo, y por desgracia, la realidad todavía se aleja bastante de tan espléndidos titulares.
El PIB de cualquier economía mide el valor monetario de los bienes y servicios finales producidos durante un determinado periodo de tiempo. La forma más sencilla y directa de medir ese valor monetario es a través de los precios de mercado, [...] Ahora bien, emplear los precios de mercado conlleva dos inconvenientes: el primero es que no disponemos de precios de mercado para todos los bienes y servicios finales (por ejemplo, aquellos fabricados y distribuidos por las administraciones públicas); el segundo, que los precios de mercado se ven influidos por los impuestos indirectos y las subvenciones gubernamentales.
Estos dos problemas se ven reflejados en tres componentes del PIB: el valor añadido bruto de las actividades inmobiliarias, el valor añadido bruto de la Administración pública, la sanidad y la educación, y los impuestos netos sobre la producción.
La partida del “valor añadido bruto de las actividades inmobiliarias” está integrada, en esencia, por las llamadas “rentas inmobiliarias imputadas a los propietarios de vivienda”, esto es, el servicio de habitación que le proporciona la vivienda habitual a su propietario. Si una persona vive en una casa de alquiler, abona una renta periódica como inquilino: y esa renta periódica es un precio de mercado que nos permite medir el valor monetario de los servicios generados por esa vivienda de alquiler. Pero ¿qué sucede cuando una persona vive en su propia casa? Ahí no existe ningún pago por los servicios de habitación, de modo que contablemente se les imputa un valor teórico (medido ya sea por el valor de mercado de alquileres similares o por el coste de depreciación); esto es, el PIB se calcula presuponiendo que los propietarios de vivienda se las 'autoalquilan', y ese autoalquiler integra la partida de valor añadido bruto de las actividades inmobiliarias. Nada de esto constituye irregularidad alguna (al contrario, si no se efectuara este ajuste, el PIB no resultaría comparable entre países), pero sí debe quedar claro que un aumento del valor añadido bruto de actividades inmobiliarias no tiene por qué significar que la actividad mercantil de un país esté aumentando.
La partida del “valor añadido bruto de la Administración pública, la sanidad y la educación” está constituida por el valor de la producción final de los servicios públicos, de la educación y de la sanidad. Muchos de esos servicios carecen de precio de mercado (ya sea porque los presta gratuitamente la Administración o porque los prestan gratuitamente otros proveedores privados a cargo de la Administración), por lo que se valoran a su coste de producción. Es decir, la contribución al PIB de estos servicios aumenta por el mero hecho de que crezca su dotación presupuestaria: aunque sean servicios totalmente inútiles, si se gasta más en ellos, el PIB aumenta.
Por último, los impuestos netos sobre la producción son los impuestos indirectos (netos de subvenciones) que gravan el coste de producción de los bienes y servicios finales. Para eliminar la influencia que ejercen los impuestos netos sobre el PIB, es habitual calcular el PIB a coste de factores, esto es, el PIB excluyendo tales impuestos netos (computando únicamente las compensaciones salariales y el excedente bruto de explotación).
Estas tres partidas 'conflictivas' del PIB se han incrementado de manera muy notable durante la última década: a precios constantes de 2017, el valor añadido bruto de las actividades inmobiliarias ha pasado de 23.819 millones de euros en el segundo trimestre de 2008 a 28.249 millones de euros en el segundo trimestre de 2017 (un 18,5% más); el valor añadido bruto de la Administración pública, la sanidad y la educación ha crecido desde 44.273 millones de euros a 48.152 (un 8,75% más); y, por último, los impuestos netos se han incrementado desde 22.272 millones de euros a 26.840 millones (un 20,5% más). En cambio, el valor añadido bruto de otros sectores económicos, realmente sometidos al mercado y a la soberanía del consumidor, no sólo no ha aumentado, sino que ha retrocedido apreciablemente: el valor añadido bruto de la construcción sigue siendo en 2017 un 50% inferior al de 2008; el de actividades financieras un 26% menor; el de información y comunicaciones, un 7,5% más bajo; y el de la industria, un 3% inferior.
Es verdad que otros sectores igualmente sometidos al mercado también se han expandido notablemente (actividades profesionales crece un 20,8% y comercio y hostelería un 4,4%), lo que en parte indica un cambio de modelo productivo dentro de nuestra economía (menos ladrillo y finanzas, más turismo y más actividades liberales). Pero también puede suceder que un porcentaje muy considerable de la recuperación del PIB haya estado vinculada a esos tres sectores conflictivos (rentas inmobiliarias imputadas, sector público e impuestos netos) que no reflejan propiamente un valor monetario de mercado.
Si recalculamos el PIB español excluyendo estas tres partidas conflictivas (la totalidad de las rentas inmobiliarias y de los impuestos netos, así como dos tercios de las administraciones públicas para no eliminar los servicios privados de educación o sanidad), comprobaremos que España todavía no ha recuperado los niveles de actividad productiva privada de 2008. En concreto, España todavía necesita crecer un 6,5% (unos dos años de expansión a los ritmos actuales) para regresar al nivel de actividad privada agregada previo a la crisis.
En definitiva, adoptando una definición más restrictiva del PIB, una que mida estrictamente la actividad productiva del sector privado, llegaremos a la conclusión de que nuestro país necesita seguir creciendo con intensidad para transformar su economía. Es verdad que, una vez incorporamos la contribución de las viviendas y del sector público, el PIB ya ha retornado a sus niveles de 2008, pero si nos limitamos a computar las aportaciones del sector privado productivo, aún estamos lejos de haber superado la crisis.
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