miércoles, 17 de febrero de 2021

¿Ha sido Pablo Casado una decepción?

Juan R. Rallo analiza a quién ha defraudado o si ha sido una decepción Pablo Casado (PP), a raíz de las declaraciones críticas de Cayetana Álvarez de Toledo hacia Pablo Casado tras los resultados en Cataluña.

Y la reflexión y conclusión que expone es esencial que sea entendido por todos los ciudadanos.

"En una reciente entrevista, Cayetana Álvarez de Toledo ha manifestado que "Pablo Casado ha defraudado las esperanzas depositadas en él". ¿Pero a quién ha defraudado y cuáles han sido exactamente esas esperanzas defraudadas?"
Inserto a su vez el vídeo sobre el tema, donde profundiza en mayor desarrollo el contenido del artículo:



Artículo de El Confidencial: 



El presidente del Partido Popular, Pablo Casado. (EFE)



A la política, entran dos tipos de personas: los idealistas, que desean promover su particular visión del interés general, y los arribistas, que pretenden conquistar el poder (debido a todas las prebendas que este lleva asociado). Pero, a largo plazo, solo sobreviven los segundos. Se trata de un comprensible proceso de selección adversa: si no estás dispuesto a todo para acceder y permanecer en el poder (incluso a renunciar a tus propios principios), entonces aquellos otros que sí lo estén te terminarán desplazando. De ahí que incluso quienes inicialmente se meten en política movidos por sus ideales terminan racionalizando la traición a los mismos con el argumento de que solo llegando al poder —aunque sea a lomos de la mentira, la manipulación o la propaganda— tendrán oportunidad de ponerlos en práctica.

Por supuesto, todos aquellos ciudadanos que todavía mantienen la fe (sí, la fe) en el sistema prefieren autoconvencerse de que los políticos idealistas serán quienes terminarán preponderando y por tanto quienes acabarán promoviendo sus ideales para el conjunto de la sociedad. Pero ello requeriría que la mayoría de la población estuviese genuinamente preocupada por que los políticos persigan sus ideales y que, además, no fuera susceptible de ser engañada por manipuladores profesionales metidos a políticos: algo que, por desgracia, no tiende a suceder.

Por eso, cuando Cayetana Álvarez de Toledo pretende enterrar a Pablo Casado reprochándole que “ha defraudado las esperanzas depositadas en él”, lo que claramente habría que replicarle es: “¿Qué esperanzas cabía depositar en el líder de un partido político?”. Solo quienes mantienen una concepción extremadamente ingenua de la política pueden sentirse defraudados por el hecho de que un político profesional se comporte como un político profesional, esto es, que haga todo lo necesario para mantenerse en el poder y que orille sus presuntos ideales.

Y, en este sentido, el vía crucis de la estrategia política de Casado para alcanzar el poder es de sobras conocido. En sus primeras elecciones, el líder del PP apostó por alejarse del rajoyismo reviviendo el aznarismo originario del partido, lo que desde la perspectiva de sus críticos actuales vendría a ser una apuesta por los 'ideales' frente al tacticismo desideologizado. Fue en esos comicios, justamente, cuando se incorporó a Álvarez de Toledo y a otros perfiles 'ideológicos' procedentes de la sociedad civil a las listas electorales: y fue también en esos comicios cuando el PP obtuvo los peores resultados de su historia. No pretendo establecer una relación de causalidad entre ambos fenómenos, pero sí contextualizar cómo el liderazgo interno de Casado se vio a partir de entonces fuertemente cuestionado por ese fracaso.

Tras la debacle electoral, pues, el presidente de los populares tenía dos opciones: o dimitir (“me metí en política para defender unas ideas y no cuento con el apoyo ni interno ni externo para impulsarlas”) o atornillarse a la poltrona buscando un entendimiento con los poderes fácticos de dentro del partido que recelaban de la estrategia aznarista. ¿Y qué hizo Casado? Pues lo que habría hecho cualquier político, llámese Rajoy o llámese Aznar: adaptarse a las nuevas circunstancias para permanecer en el poder. A partir de ahí, los bandazos a izquierda y a derecha han sido continuados en función del caladero donde se deseara pescar votos. Pero es que eso es exactamente lo que cabe esperar de un político: ¿cómo sentirse defraudado por que un político politiquee? ¿Es que acaso alguien esperaba sinceramente que Casado fuera a erigirse en una excepción dentro de la fauna política nacional e internacional? Aquí resultan totalmente aplicables las palabras atribuidas a Bernard Baruch: “Vota al político que menos prometa: será el que menos te decepcionará”.

Casado, como Sánchez antes que él y como Rajoy antes que Sánchez, solo está resistiendo al frente de la oposición esperando su oportunidad para entrar en la Moncloa, esto es, para conquistar el poder estatal (con Rajoy, fue la crisis económica, y con Sánchez, la sentencia de la Gürtel). Quizás esa oportunidad no le llegue jamás, pero desde luego solo le llegará si sigue al frente de la presidencia del PP.

Ahora bien, dejando de lado la lucha intestina dentro del PP, ¿por qué es importante que interioricemos estas ideas? Porque solo desde una concepción realista de la política podemos aspirar no solo a comprenderla, sino sobre todo a limitarla. Mientras sigamos creyendo que el problema no reside en la política —en el perverso marco institucional que supone esta— sino en los malos políticos, continuaremos esperando ingenuamente la llegada de mesiánicos buenos políticos que inevitablemente continuarán comportándose como políticos y, por tanto, defraudando continuamente nuestra ingenua concepción sobre cuál es el auténtico objeto de la política: a saber, conquistar el poder para beneficio personal y del partido.


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