lunes, 11 de noviembre de 2013

La universidad: ¿problema o solución? (Educación, Salud. 232)

Jordi Sevilla analiza tras la presentación del Observatorio de Empleabilidad y Empleo Universitarios, las deficiencias y retos de la Universidad Española.

Artículo de El Mundo:
"La semana pasada tuve ocasión de participar en la presentación del Observatorio de Empleabilidad y Empleo Universitarios, una iniciativa de la cátedra Unesco de la Politécnica de Madrid, con el apoyo de los rectores (CRUE) y el patrocinio de la Obra Social de la Caixa. Su misma creación y puesta en marcha evidencia la necesidad de incorporar, de manera más explícita, la empleabilidad como uno de los indicadores que miden la calidad real de nuestras Universidades, demasiado centradas hoy (ranking de Shangai) en la investigación publicada de sus profesores.
La universidad española es una fábrica de ocupados. Entre los titulados superiores la tasa de ocupación alcanza el 83%, mientras que es solo del 56% para aquellos que tienen titulación secundaria obligatoria. Por otro lado, el salario de aquellos trabajadores que tienen una alta competencia lectora es un 60% superior al de aquellos que tienen una competencia lectora baja que, además, tienen el doble de probabilidad de estar en paro. Estos datos avalarían la tesis de que conseguir una titulación superior garantiza, en España, empleo antes y mejor retribuido, que no tenerla.
Sin embargo, los universitarios españoles tienen un bajo nivel salarial comparado con Europa; los empleadores valoran mal la formación que acreditan por su falta de adecuación a los requerimientos del trabajo y los titulados creen que poseen competencias más elevadas que las requeridas para sus puestos de trabajo, es decir, creen que se utiliza poco en el trabajo todas sus potencialidades. Existe, por tanto, sospecha de sobrecualificación, pero la certeza de importantes desajustes entre las cualificaciones con que salen los titulados de la universidad y las requeridas para el puesto de trabajo que desempeñan.
España no tiene más universitarios que otros países europeos. Sobre el stock total de población en edad activa, nuestra principal diferencia no radica en el porcentaje de titulados superiores (32% sobre una media del 28%), sino más bien en titulados con estudios básicos obligatorios (45% frente a 25%) y en aquellos con bachiller o formación profesional media (23% frente a 47%). La pirámide de formación reglada de los españoles tiene una base muy amplia, cintura estrecha y cabeza normal, comparado con la media europea. Ahí puede radicar una parte del problema del empleo universitario: ante la escasez relativa de titulados de grado medio, los empleadores echan mano de universitarios que se ven, así, trabajando (y cobrando) por debajo de sus cualificaciones académicas.
Los datos disponibles sobre el flujo de estudiantes no mejoran esta situación. Aunque la crisis ha devuelto alumnos a las aulas, seguimos teniendo un elevado porcentaje de jóvenes que ni estudian ni trabajan (16%) y el paro juvenil se ceba en aquellos que sólo tienen formación básica donde, además, se da la mayor tasa de abandono escolar del continente (25% frente al 13%).
Con todo, los desajustes constatados en el empleo de los universitarios españoles tienen mucho que ver con problemas en su empleabilidad, provenientes tanto de la demanda como de la oferta laboral de titulados superiores. Nuestras empresas son de pequeño tamaño, escasa inversión en I+D, poco innovadora y reducida internalización. Con ese tejido empresarial, que vive de espaldas a la universidad, la demanda laboral de titulados superiores que tenemos no puede ser la misma que en Alemania.
Por el lado de la oferta, se acumulan evidencias de que también las universidades viven de espaldas a las necesidades del aparato productivo, diseñando sus programas formativos en clave endógena (enseño lo que sé, no tanto lo que se necesita), primando los conocimientos en detrimento de las competencias y otras habilidades trasversales como el liderazgo, trabajar en equipo, emprender, hablar en público o idiomas. Tanto los actuales contenidos de la enseñanza superior reglada como, sobre todo, los métodos de aprendizaje, están seriamente cuestionados por su falta de flexibilidad y de vinculación con el mundo laboral. Tal vez por ello los jóvenes que buscan mejorar sus cualificaciones profesionales recurren, cada vez más, a masters y posgrados organizados por entidades ajenas a la universidad oficial.
Es posible que en otros momentos de nuestra historia la sociedad española haya podido permitirse el lujo de pasar de la universidad favoreciendo, con ello, las actitudes endogámicas en tan alta institución. Hoy, no. Si participamos algo del discurso hegemónico sobre el talento como motor del valor añadido en una sociedad globalizada de la información y del conocimiento como la que vivimos, dejar que la universidad española vaya a su aire, o a su lento ritmo de transformación, tiene un coste económico y social demasiado elevado como para poder aceptarlo. Entonces, la sociedad en su conjunto, empresas y no empresas, tienen mucho que decir sobre aquello que exigen a sus universidades en horas tan difíciles como estas. Que investiguen, sí, pero que formen a los alumnos para el mundo actual y que contribuyan, ellos mismos, al crecimiento global mediante la puesta en práctica productiva de sus investigaciones, directamente o transfiriéndolo a empresarios interesados.
Esta legítima demanda de la sociedad a su universidad no tiene nada que ver con recortes presupuestarios discrecionales o con imposiciones autoritarias unilaterales. Pero sí con cambios sustanciales en sus modelos de gobernanza, abriéndolos más a la sociedad, en sus contabilidades analíticas de costes, en el conjunto de incentivos y señales que se establecen para premiar/sancionar a sus profesionales, en incorporar la empleabilidad como un baremo fundamental de excelencia académica. En ese contexto, el Observatorio puede ayudar a mejorar la información existente, sistematizarla, compararla y analizarla. Pero si, como dijo su director, el profesor Michavila, no sirve para estimular decisiones y cambios profundos por parte de quienes deben proponerlos y aprobarlos, correrá el riesgo de ser un ejemplo más de cómo se puede ir a la parálisis por el exceso de análisis.
El acto de presentación del Observatorio de la Empleabilidad universitaria contó con muchos catedráticos por metro cuadrado y pocos empleadores. Espero que la próxima presentación de resultados vea una profunda transformación en el público asistente, como indicador del avance de las transformaciones necesarias. Nos va mucho a todos en ello."

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Twittear