Pero si lo que hacen ellos lo hace otro, se acaba el mundo.
Son la mejor representación de la ley del embudo. Como bien indica el artículo, aspiran como los comunistas de toda la vida, a "que les juzguemos por sus intenciones y no por sus actos".
Artículo de Voz Pópuli:
El caso Bódalo ha sido para muchos una estación de término en la carrera hacia ningún sitio en la que han embarcado los líderes de Podemos a su nutrida clientela electoral. Que un zafio concejal del sindicato de Sánchez Gordillo, con la mano demasiado larga, condenado en cuatro ocasiones por hechos delictivos relacionados con la violencia física, lo metan en la cárcel no debería ser noticia de primera plana. En un país grande como el nuestro, con tantos políticos chupando del bote, estas cosas simplemente suceden.
La noticia se ha fabricado en Madrid. Se ha hecho conscientemente y sus autores no han sido los medios de comunicación, que se han limitado a hablar de algo ante lo que es imposible callar. Ha sido la cúpula de Podemos la que ha creado este escándalo asumiendo como propio y como bueno el delito por el que han condenado a tres años y medio de prisión a Andrés Bódalo. Esto es así aunque no les guste escucharlo y no, no hay ninguna campaña de acoso mediático. Diría más, una parte considerable del espectro mediático, la más identificada con los de Iglesias, ha pasado rauda y de puntillas por encima del tema, sabedores de que eran brasas ardiendo.
Hagamos un ejercicio mental. Llevémonos a Bódalo a cualquier otro partido e imaginemos las reacciones. No hace falta mucho más. En el PP y el PSOE se han dado infinidad de casos de corrupción, cierto, pero en todos conforme llegaba la imputación –no digamos ya el juicio oral o la condena– el partido se distanciaba del apestado, lo expulsaba del partido, ponía tierra de por medio y hasta en algunos casos se personaba en la causa contra él. En ocasiones, cuando el acusado está muy arriba, el partido aguanta más, pero según empieza a aflorar la mugre le dan la espalda. Ahí tenemos el caso de Granados, que pasó de serlo todo a ser un preso maldito en una cárcel madrileña desde la que trama a solas la venganza. No entro ya en Ciudadanos, partido que no tiene un mal escándalo digno de tal nombre que echarse al coleto. Conforme otean la más mínima chispa agarran el extintor. Predican y dan trigo. Algo es algo.
Podemos, en cambio, la sostiene y no la enmienda. Han hecho propio el lema de los milicianos en la Guerra Civil: “atrás ni para coger impulso”. No estoy hablando de errores políticos como los que hoy sí y mañana también zarandean a los gabinetes municipales podemitas de todo el país, sino de delitos de verdad con juicios de verdad y condenas de verdad. El de Bódalo quizá sea el más grave, pero no es el único. Ahí tenemos a Rita Maestre, feliz portavoz del ayuntamiento de Madrid que, a pesar de estar condenada por haber taladrado el artículo 524 del Código Penal, ahí sigue, imperturbable, como si la cosa no fuera con ella. No es que no sepan conjugar el verbo dimitir, es que no saben ni que existe.
Podemos ha creado una realidad virtual para sus militantes y seguidores en la que no hay conducta reprobable. Esto es solo aplicable a ellos, claro. Aspiran, como los comunistas de siempre, a que les juzguemos por sus intenciones y no por sus actos. Así se entiende que concejales como Guillermo Zapata, que debió haber salido hace meses del consistorio madrileño catapultado por una patada en el trasero de su jefa, la alcaldesa Manuela Carmena, sigan en el mismo sitio y hasta se permitan meter el coche oficial en las aceras. Sí, el coche oficial, ese tótem maligno sobre el que construyeron parte de su campaña de desprestigio de la casta.
Si vamos más hacia atrás en el tiempo nos encontramos con similares formas. Están todavía por aclararse los pagos que recibió Monedero del Gobierno venezolano, o el dinero que este Gobierno y los de Ecuador y Bolivia transfirieron a CEPS, fundación para la que trabajaban tanto Iglesias como Errejón. De la conexión iraní mejor no hablar. Los cabecillas de la formación no solo no dan explicaciones, sino que encienden el ventilador, puesto luego a toda potencia por sus simpatizantes en las redes sociales, y mediante un diabólico lenguaje de inversión tratan de presentarse como las víctimas de una conspiración mediática.
Lo peor de la vieja y unos cuantos malos ingredientes de la nueva se dan cita en el Podemos de hoy, que vive encastillado en su relato de buenos y malos, de arriba y de abajo, de nosotros y ellos. Hasta ahora le ha funcionado, pero van demasiado rápido en todo, también en la desvergüenza. Si esta es la regeneración que traían muchos españoles van a preferir quedarse con lo anterior, lo que vendría a demostrar que es bastante peor tratar mal una enfermedad que no tratarla.
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