miércoles, 27 de junio de 2012

La deflación puede ser muy buena. (Política, Economía. 757)


Muy interesante artículo que muestra la tesis de la escuela de economía austriaca donde demuestra el error de la escuela keynesiana (la vigente hoy) y la monetarista (escuela de Chicago) al respecto de los efectos nocivos de la deflación. Pero claro, la deflación sí es negativa bajo los postulados e imposiciones (continua expansión monetaria sin respaldo) de estas escuelas vigentes hoy:


"La herencia de Lord Keynes sobre la Economía contemporánea ha permeado incluso a círculos que no comparten su ideario estatista-intervencionista. El caso más lamentable es desde luego la propia Escuela de Chicago, que en su momento fue la más grande opositora al keynesianismo. Ambas vertientes comparten una concepción errada sobre los temas monetarios, y en particular, sobre la deflación.
La Gran Depresión de los 1930’s, generada por la Fed norteamericana aumentando el M2 durante los 1920’s bajo Hoover y generando un boom artificial, ha sido objeto de grandes debates entre las escuelas de Economía. Lo que para los keynesianos fue una bendición, el intervencionismo burocrático de Franklin D. Roosevelt, para los chicagoenses fue un impedimento para una recuperación más breve. Pero ambas escuelas consideran que la Fed cometió un error al desacelerar el ritmo de impresión de dinero y medios fiduciarios. Se puede ver como ejemplo la afamada “A Monetary History of the United States: 1867-1960” de Milton Friedman y Anna Schwartz. Ambas escuelas comparten una especie de pánico ante la posibilidad de que el llamado nivel de precios baje, pues lo relacionan con eventos como aquél, en que la contracción monetaria llevó a quiebras masivas y la imposibilidad de cumplir obligaciones con los bancos, en forma de un espiral destructivo que llevo al desempleo masivo y una gravísima crisis social.
Desde entonces, el término “deflación” tiene connotaciones negativas. Tanto es así que los keynesianos y chicagoenses tienen dos versiones gemelas sobre lo que debe hacer el gobierno para mantener el pleno empleo o la estabilidad de precios respectivamente, pues de lo contrario los efectos serán desastrosos. Es hora de rechazar esa posición por razones teóricas e históricas, basados en lo que Mises y otros han demostrado ampliamente sobre el dinero, el valor y los precios.
La deflación negativa: un efecto de una crisis natural o artificial
Cuando los gobiernos de corte “neoliberal”, es decir de intervencionismo tecnocrático disfrazado de libre mercado, como el de Color de Mello en Brasil de los 80’s, buscaban ajustar los desmanes inflacionistas de gobiernos anteriores, echaron mano a contracciones monetarias súbitas. El efecto general sobre los precios sin duda será la deflación, pero una causada de forma artificial. ¿Por qué llamar a algo así “deflación negativa”? Porque una contracción monetaria pone en aprietos a los deudores frente a los prestamistas, y con ello viene un espiral recesivo o incluso depresivo para la economía. Lo mismo podemos decir sobre el más reciente “corralito” argentino y también el desastroso feriado bancario ecuatoriano de 1999.
Si existe un shock externo u otra crisis económica “natural” como una caída en las exportaciones, también ocurrirá algo parecido. Habrá un ajuste de precios a la baja, pero de carácter negativo. Lo grave en este caso es que hay precios que son política y culturalmente difíciles de ajustar, principalmente los salarios. Sin embargo, si los economistas vuelven a entender que la deflación de precios permite ajustar los cálculos empresariales a la nueva situación de crisis (recesión post-boom artificial o por fenómenos exógenos) y hacer pleno empleo de recursos, en especial el recurso humano, es factible comunicárselo a la población para hacer lo correcto aunque se vea mal a primera vista.
Parte del encanto de Keynes para los políticos es que les permitía crear una ilusión monetaria reduciendo los salarios reales sin reducir los nominales, imprimiendo más dinero. Más dinero para la misma cantidad de bienes y servicios, menor poder adquisitivo. Pero como la teoría de las expectativas racionales de Muth y Lucas demostró, la gente no puede ser engañada todo el tiempo y pronto vendrán exigencias de indexar los salarios a la inflación o de congelar precios, causando peores daños a la economía de las familias y generándose un engaño difícil de desmantelar.
La deflación positiva: el orden natural de las cosas
Hasta la Segunda Guerra Mundial, y en especial el tratado de Bretton Woods, los gobiernos solían manipular el dinero sólo en situaciones excepcionales, para financiar guerras o shocks externos políticamente. Fue típico de reyes y emperadores, pero desde 1948, lo hacen los bancos centrales. Y esto causa booms artificiales con quiebras masivas posteriores, pues una variable vital como la tasa de interés, deja de ser indicador de la cantidad de ahorro realmente disponible cuando se manipula políticamente inflando la oferta monetaria o de medios fiduciarios. Las implicaciones del proceso le valieron el Premio Nobel de Economía a Friedrich Hayek en 1974, como refinador de la teoría del ciclo económico que Ludwig von Mises, muerto el año anterior había ya sistematizado.
En ausencia de dicha emisión monetaria, empezaría a ocurrir lo que fue una constante en la historia humana: la baja de precios, o dicho de otro modo, una mejora del poder adquisitivo de las personas, debido al crecimiento económico. Sin bancos centrales presionando al consumo keynesiano ni a la estabilidad de precios chicagoense, la cantidad de dinero crecía según un limitante natural: la capacidad física de minería. ¿Por qué? Porque el dinero era un metal precioso o al menos los billetes eran automáticamente convertibles si se los presentaba en un banco. Dado que la cantidad de dinero dependía del mercado, los precios fluctuaban según la oferta y demanda de dinero generada por la propia sociedad (léase: mercado). Pero en este orden natural de las cosas, la cantidad de dinero crecía a un ritmo mucho más lento que la productividad de la mayoría de sectores de la economía. Y esto, sólo puede tener un efecto: el dinero se vuelve más valioso frente a otros bienes y servicios cada año. En otras palabras, el conjunto de la sociedad se vería beneficiado por el trabajo de los más ambiciosos, visionarios y creativos, que al competir, mejoraban la calidad y los precios para todos. Si una anciana que vive en la montaña, baja una vez al año para comprar provisiones, va a ver cómo sus monedas de oro compran más cada año. Igualmente pasará a nivel general con los salarios y los ahorros de los jubilados y la gente en situaciones más vulnerables. Esta deflación positiva es el resultado de tener una moneda de mercado, y dar rienda suelta (impuestos bajos, imperio de la ley, economía abierta internamente y al mundo) a los casi nunca apreciados benefactores de las grandes mayorías como Edison, Ford, Vanderbildt, Rockefeller o Bill Gates.
Otro efecto importante, es que los tomadores de préstamos cada año están en mejor posición frente a los prestamistas, pues su dinero gana valor. Es lo contrario a lo que ocurre con la inflación, donde pagar las deudas se vuelve más difícil. Por tanto, con deflación positiva la relación entre banqueros y clientes cambia a favor de los segundos, beneficiando a los primeros también inevitablemente.
Los efectos
Finalmente, la razón por la cual el miedo a los precios decrecientes está totalmente infundado es que al contrario de lo que la teoría de la ganancia de Keynes y la teoría cuantitativa del dinero de los monetaristas chicagoenses sostienen, la rentabilidad empresarial no se ve afectada por la caída de precios ni el “consumo” debe ser el indicador más importante. Como La Ley de Say enseña, la producción lleva al consumo, y no al revés. Esto es tan simple y tan históricamente cierto (el que las familias vean sus salarios comprar menos cada año es algo nuevo en la historia, desde la Revolución Industrial hasta la Segunda Guerra Mundial lo común era que ganen poder adquisitivo), como el hecho de que si bien caen los precios de los bienes de consumo, también caen los precios de los bienes de capital y los insumos productivos. Esto mantiene rentables los proyectos empresariales, mientras beneficia a las grandes mayorías con creciente capacidad adquisitiva.
Conclusión
La baja constante de precios, tan temida por keynesianos y chicagoenses, en realidad es una característica original del sistema de mercado. Cuando ocurre porque la oferta monetaria es nula o lo suficientemente baja, y la productividad trae mejores precios, es un efecto completamente deseable del capitalismo. Los temores teóricos deben ser abandonados: la cantidad de dinero puede ser estable y los precios estar constantemente a la baja. Aunque eso no beneficie a las elites financieras que viven actualmente de la inflación y la redistribución de pobres a ricos así como de los menos políticamente conectados a los mejor políticamente conectados, retornaríamos a lo que la benevolencia del capitalismo significa: una economía progresivamente mejor para todos, en que las necesidades básicas dejen de ser un problema y los bienes culturales y educativos estén al alcance de cada vez más gente pues ya superó la pobreza que la humanidad vivió durante 7.000 siglos precapitalistas. Es hora de que los economistas ecuatorianos estudiemos “La Teoría del Dinero y el Crédito” de Mises, o la más reciente “Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos” del profesor Jesús Huerta de Soto. De lo contrario, le estaremos negando a nuestros conciudadanos una mejora constante en la calidad de vida, en especial la de los más pobres."
Publicación original para Revista Ekos de Ecuador, con modificaciones para su publicación online.

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo con la mayor parte del artículo, menos con este párrafo;
    "Otro efecto importante, es que los tomadores de préstamos cada año están en mejor posición frente a los prestamistas, pues su dinero gana valor. Es lo contrario a lo que ocurre con la inflación, donde pagar las deudas se vuelve más difícil. Por tanto, con deflación positiva la relación entre banqueros y clientes cambia a favor de los segundos, beneficiando a los primeros también inevitablemente."

    Alguien que haya pedido un préstamo utiliza el dinero que le han prestado para invertir y comprar maquinaria, bienes de equipo por ejemplo.
    Ahora él tiene que ir al mercado a producir un algo, o incluso un servicio para ganar dinero en el mercado (Cada vez más valioso) para poder devolver el préstamo contraído.

    Una persona que pide dinero no lo conserva por un periodo para devolverlo luego.
    Qué piensa usted?

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  2. Buena observación. Lo cierto es que como indica la cita, cuanto más conserves ese dinero, más capacidad o posición tendrás, puesto que el valor de tu dinero será mayor.

    En mi opinión, tu maquinaria e inversión te permiten producir o realizar un servicio como comentas para ganar dinero y rentabilizar tu inversión, permitiéndote con esos ingresos obtenidos pagar el préstamo.

    Y es cierto que normalmente el que pide dinero no lo conserva para luego devolverlo, pero puede darse el caso que como dices ese dinero prestado lo gaste inmediatamente o bien puede ir gastándolo poco a poco según necesidades (tras una inversión o mayor uso del préstamo al inicio) pudiendo financiar, pagar o comprar una mayor cantidad de cosas con el mismo importe.

    Además, esa maquinaria o inversión inicial, aunque te hubieras gastado el préstamo, sí que se beneficia indirectamente, al mejorar la productividad y reducir así los costes de funcionamiento (favorecidos además por las caídas de precios) mejorando así el poder adquisitivo con los beneficios generados y por la ausencia de inflación). Devolviendo luego poco a poco el préstamo estás permitiendo este efecto positivo de la deflación.

    Un Saludo

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