sábado, 25 de agosto de 2012

El carajal eléctrico y el yugo de la subvención. (Energéticas. 92)

Artículo de Daniel Lacalle referente al desastre del sistema energético que hay en España, que lastra profundamentes a la industria española y que pone de manifiesto una vez más los graves errores que supone la planificación estatal en la economía (hay que considerar además que el energético es el segundo sector más intervenido y regulado, solo por detrás del sector financiero) y donde el libre mercado brilla por su ausencia:


"“If technologies have economic merit, no subsidy is necessary. If they don't, no subsidy will provide it”. Jerry Taylor.

“Governmental subsidy systems promote inefficiency in production and efficiency in coercion”. M. Rothbard
Esta semana se ha dado mucho eco a las discrepancias entre ministerios sobre la reforma eléctrica. Tanto que los valores implicados se han movido entre un +7% y -6%, según las palabras de un ministro u otro.

Quisiera empezar por decir que no me parece nada mal que una empresa contrate a un consultor para defender sus intereses y que, si lo hace, lo haga con los buenos. Y que me parece que es una oportunidad magnífica para que el Gobierno demuestre que sus decisiones no están influenciadas por uno u otro lobby, o consejero, sino por lo único que importa: que España no puede seguir hundiendo su competitividad con un sistema energético ineficiente y subvencionado, donde la factura eléctrica se ha disparado un 40% mientras caía la demanda.



Se calcula que para eliminar el déficit de tarifa acumulado la factura eléctrica deberá subir un 35%.
El déficit de tarifa- la diferencia entre los costes del sistema y los ingresos reconocidos en la tarifa- es muy real y es parte de esa famosa “deuda privada española”, que tanto nos repiten los fans del gasto público, que en realidad son compromisos financieros pendientes del Estado y financiados por las empresas. Y no es un timo de las empresas malvadas monopolistas. Es parte del destrozo de planificación del sistema que ha hecho a nuestras empresas más endeudadas –con o sin adquisiciones- y cada vez menos rentables. Luego nos preocupamos de que si las van a comprar.

Los mitos del déficit de tarifa:

-       “Las empresas se forran”. Hay que diferenciar entre beneficios contables y reales. Se olvida la gente de que la cuenta de resultados de las empresas eléctricas incluye como “ingresos a recibir” ese déficit de tarifa en su beneficio contable, pero como no lo cobran, no generan caja libre y cada vez se endeudan más. Las inversiones que realizan no generan en su enorme mayoría más de un 7% de rentabilidad sobre el capital empleado. A estas empresas se les exigen inversiones multimillonarias, pero sin seguridad jurídica ni rentabilidad -qué cosas pedimos-.

-       “Es un problema puntual que desaparece con las últimas medidas tomadas”. Las medidas que se han adoptado sobre los costes siguen siendo recaudatorias sobre el eficiente para cubrir errores de ineficiencia, pero no solucionan un problema de subvenciones y sobrecapacidad, ya que se han aplicado fundamentalmente sobre elementos puntuales, con un impacto máximo de 2.000 millones de euros, y no tienen en cuenta que en 2013 las subvenciones a las renovables subirán en otros 2.000 millones hasta casi 9.000 millones anuales en 2014 por las plantas que están entrando en funcionamiento, con lo que el déficit  aumenta.



-       “Se demoniza a las renovables injustamente”. Es cierto e injusto, en parte. El déficit no lo generan “las renovables”, sino el coste excesivo de ciertas subvenciones -solar fotovoltaica en particular, no viento ni termo solar- que eran para 400 megavatios y se construyeron 3000 -esos gobiernos y sus alegrías adjudicatarias- concentrados en poco tiempo. Pero ¿quién paga ese “errorcillo de nada”?, ¿por qué se lanzaron -oh sorpresa- a construir el 80% de lo adjudicado en 20 meses? Porque las subvenciones eran desproporcionadas y el descontrol adjudicatario brutal. Nadie tiene nada en contra de las energías renovables. En mi fondo invertimos en renovables, proyectos y empresas desde 2005. Siempre en activos sin subvenciones. A mí me encanta leer que se van a construir casi 600 megavatios en España sin pedir subvenciones. El problema en España es el coste acumulado de dichas subvenciones, por un lado, que no se pagan, y la pretensión de que se sigan concediendo cuando se han cumplido todos los objetivos con creces. No se critica a  las renovables, que siguen un modelo constructor-promotor de entrar en un país, maximizar su capacidad y luego crecer en otros. No es crecimiento eterno en cada mercado.

-       “El carbón no genera déficit porque es social”. Se critica mantener capacidad ociosa con otras subvenciones -carbón, otros 600 millones de nada entre ricos, por ejemplo- que si son “sociales” no deben acumularse a la tarifa, sino que lo pague la comunidad autónoma que sea. El problema es el hábito de subvencionar a la tecnología obsoleta mientras se acumula el déficit que genera otra tecnología.

-       “Las subvenciones renovables se compensan por la caída del precio mayorista”. Será en sueños, el abaratamiento neto acumulado por reducción de precios entre 2005 y 2011 ha sido de menos de 9.200 millones de euros -según APPA-, mientras las subvenciones acumuladas se disparaban a 25.000 millones en el mismo periodo. Pero es que, además, decir que generan un beneficio en precio cuando la tarifa final ha subido casi un 40% en cuatro años es sorprendente.

-       “El déficit de tarifa se crea por la manipulación de las grandes eléctricas del precio mayorista -el pool-”. Pues menuda manipulación más triste, cuando los precios mayoristas se han mantenido exactamente en línea con el mix energético, por debajo de Italia, Francia o Reino Unido, y en línea con Alemania.



-        “La nuclear y la hidráulica deben pagar”. Y lo hacen, pero no tiene sentido que subvencionen a otros más caros. Y no olvidemos la ristra de impuestos regionales, locales y nacionales que las tecnologías nacionales tradicionales sufren.

-       “Si se desmantela la nuclear, que es peligrosa, no hay sobrecapacidad”. Y si Francia desmantela EDF y sus 58 reactores nucleares -cuyo peligro es obviamente inexistente porque la radiación se pararía en la frontera con Biarritz- tampoco tendría sobrecapacidad. Y si Arabia Saudí cierra Ghwar o Khursaniyah no hay exceso de oferta de petróleo. Tenemos que aprovechar las tecnologías que son baratas mientras funcionan, y funcionan bien, porque necesitamos electricidad barata y no interrumpible, que nos olvidamos de que la solar y el viento son interrumpibles, no se pueden instalar exponencialmente, porque el suelo que ocupan por megavatio no es infinito, ni son aún competitivas. Y el coste de añadir conexión a la red no se valora.



¿Qué nos ha llevado a esto? Unas expectativas de demanda completamente injustificadas -aún recuerdo cuando me insultaban por esperar aumentos máximos del 0% al 1% a 2020-, un aumento de capacidad de generación y de infraestructuras desorbitado basado en esa “demanda tan conservadora” -25.000 megavatios de capacidad adicional en gas y 35.000 megavatios de energías renovables- y la alegría de la subvención sin control. Y a la fiesta de la chequera sin fondos se añadían las subvenciones al carbón y los pagos de capacidad, las islas…

Entre las subvenciones a unos y otros y que la demanda no subía, nos encontramos con un sistema eléctrico en el que los costes anuales -garantizados por el Estado- superan a los ingresos en unos 4.000 millones… y se ha regulado poniendo parches siempre del mismo modo: recaudando del eficiente, de quien genera caja, para subvencionar no solo a las tecnologías “nacientes”, sino también a las “fallecientes.

La solución

Por eso, la solución a este entuerto pasa ahora por un compromiso entre el sector, todo el sector -las empresas mal llamadas tradicionales y las mal llamadas renovables, ya que son grandes ingenierías y excelentes promotores-. Y cancelar las subvenciones a futuro, en todas las tecnologías. Debe revisarse la parte del coste que soporta toda la cadena desde los sectores energéticos, el Estado -que metió la pata planificando- y los consumidores -que aplaudíamos a rabiar la economía verde y el carbón  -no muy verde, no- sin saber lo que cuesta.



El modelo alemán es bien sencillo: las subvenciones las pagan al 100% los consumidores minoristas, así la gente sabe lo que cuesta -y oiga, el 70% está muy de acuerdo- y las industrias, muchas muy intensivas en energía como BASF o BMW, no pagan el coste de dichas subvenciones, no se hunde la competitividad y no se desindustrializa el país. Y, además, se retira capacidad no necesaria, quiebran las empresas ineficientes…Vamos, lo normal. No mantener a todos para hundir el barco con la tripulación y el pasaje dentro.

El modelo americano es interesante. Se dan incentivos fiscales, no subvenciones directas, si los inversores ponen dinero en proyectos. Así, si no hay interés inversor o los proyectos no son económicamente viables, se reduce capacidad innecesaria por la ley de oferta y demanda, no le cuesta al Estado -salvo mamarrachadas puntuales como subvencionar a Solyndra antes de quebrar, que persigue a Obama donde quiera que va- y, por supuesto, si tiene que quebrar una empresa de carbón, o de lo que sea, que quiebre.

Y ser absolutamente claro en la regulación, no comprometer la seguridad jurídica, ni resolver errores del pasado cambiando retroactivamente. Pero los costes del sistema no pueden ir al consumidor si todo se subvenciona y si no se ponen mecanismos de mercado que permitan que las tecnologías más baratas y eficientes desplacen y retiren a las caras, como ha pasado en EEUU con el gas barato y el carbón caro, y con las renovables que no son rentables -las buenas florecen-. Nuestras excelentes empresas de renovables están compitiendo excepcionalmente en esos modelos. No pidamos en casa lo que no necesitamos fuera.

Pero eso de quitarle ingresos al eficiente para dárselo a otro que no lo es no arregla nada y, sobre todo, un par de años después también viene el Tío Paco con las rebajas a quitarle ingresos.

Lo comentaba en mi articulo “el problema de fijar el precio de la luz en los despachos y no en los mercados”. A los gobiernos no les gusta liberalizar y a algunas empresas, tampoco. Se vive muy bien pidiendo y dando favores cuando la factura o no se paga o se envía al consumidor. Y mientras se disparan los costes, se extrañan de que el país se desindustrialice y que la demanda se desplome.

Un error -siempre por exceso, por supuesto, qué son unos cuantos miles de millones entre ricos- de planificación tras otro ha desembocado en un sistema eléctrico que tiene muchas similitudes con la burbuja inmobiliaria. El parque de generación eléctrica de España tiene sobrecapacidad suficiente para cubrir muy bien la demanda durante años a menos que se cierren plantas, aceptemos el coste de la sobrecapacidad como ricos que somos, o nos pongamos a crear empresas de alto margen a razón de 5.000 mensuales para recuperar la demanda. Aprovechemos ese exceso de capacidad actual para acabar con el déficit de tarifa con principios de mercado."

Fuente: Cotizalia

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