Andrew Syrios analiza la fuerza creativa de Uber y otras empresas como ella, y sus enormes beneficios que ejemplifica la naturaleza dinámica de un mercado y una sociedad libre.
Uber ha saltado a la escena como ejemplo quintaesenciado de la nueva “economía de la compartición” amparada por la tecnología. La empresa permite a los clientes solicitar viajes desde una app de móvil, que seleccionará un conductor cercano de Uber que les lleve a la ubicación deseada. La propia Uber simplemente ha explotado y ahora vale unos 40.000 millones de dólares y obtuvo unos 2.000 millones de dólares en ingresos en 2013.
Y no es solo una historia de éxito empresarial, es buena para los clientes: Un estudio de la UC Berkeley descubría que:
Comparados con Uber, Lyft [otro de los competidores de Uber] y otros, los taxis son lentos a la hora de recoger pasajeros, si es que llegan. No importa la hora del día o la semana (…) alrededor del 90% de los clientes viajeros son recogidos en menos de 10 minutos. (…) Esos mismos porcentajes eran deprimentes cuando se preguntaba a clientes de taxis. Durante la semana, a menos del 40% se les recogía en 10 minutos.
Y Uber es además mucho más barata que los taxis, incluso con su temido “aumento de precios” (que, como ha demostrado Walter Block, es una buena forma de reducir la densidad del tráfico). Así que naturalmente, como la mayoría de las empresas que tienen un gran éxito y ofrecen un buen servicio que gusta a los clientes, los liberales (añado yo que liberal en EEUU es progresista) de izquierda la odian.
Hay que parar a Uber
Primero, la autoparodia que es Salon nos dice “Por qué hay que parar a Uber”, porque es la “encarnación de un hipercapitalismo sin restricciones” y ha tratado de contratar a conductores de su competidor Lyft y lo que sea. Luego Salon hace “la pregunta real (…) ¿qué pasa cuando una empresa con el ADN de Uber acaba llevándoselo todo?” La respuesta es (1) es muy improbable y (2) aparecería la competencia y se llevaría un pedazo de “todo”, lo que ha ocurrido una vez y otra y otra más (salvo que, por supuesto, el gobierno lo haga o lo proteja).
Ahora viene Leo Mirani en Quartz y nos dice que “el secreto del éxito de Uber es la desigualdad de riqueza”. Empieza bastante bien:
De las muchas atracciones que ofrece mi pueblo, una península de la costa oeste famosa por su profundo puerto natural, quizá la más sorprendente sea que nunca tienes que salir de casa. Con nada más tecnológicamente avanzado que un teléfono, puedes conseguir que te lleven hasta tu puerta, a menudo en menos de una hora, comida para llevar, la compra semanal, alcohol, cigarrillos, medicinas (generales, no con receta) libros, periódicos. Una docena de huevos, media docena de huevos, un solo huevo. Una vez me enviaron una sola botella de Coca Cola a casa al mismo precio que habría pagado si hubiera ido yo mismo a la tienda. (…) Diversas empresas se describen ahora como “el Uber de los masajes”, “el Uber del alcohol” y “el Uber de la lavandería y la limpieza en seco”, entre muchísimas otras cosas.
Mirani afirma a continuación que no debería sorprender que Uber empezara como consecuencia de la crisis financiera porque “hace falta que haya una clase trabajadora suficientemente grande dispuesta a trabajar con salarios que los clientes consideren asequibles y que los intermediarios consideren interesantes para sus márgenes de beneficio”.
Lo dice como si proporcionar empleo a gente que lo necesita fuera algo malo. Sí, si todos fueran asquerosamente ricos y pudieran ir en coche en limusinas chapadas en oro conducidas por robots Johnny 5 actualizados, Uber sería innecesario tanto para la gente que emplea como para los clientes a los que atiende. ¿Y qué?
La pregunta real es si Uber supone una oportunidad que merezca la pena. Uno pensaría eso, ya que sus empleados pueden renunciar cuando quieran. Además, según un análisis de John Kuo, el conductor medio de Uber gana 15,97$ por trayecto. Así que para ganar 50.000$ al año, un conductor tendría que hacer sesenta trayectos semanales, más otros cinco o diez para pagar el seguro, la gasolina y el mantenimiento. Una investigación mucho menos científica de Johana Bhuiyan daba una media de 21,90$ por hora, menos el coste de a gasolina y el desgaste. Aunque indudablemente es menos que lo que ha afirmado Uber en el pasado, tampoco está mal.
Debe asimismo señalarse que el sistema estadounidense del taxi (al que está desplazando Uber) está en buena parte atrapado en un sistema cartelizado que impide la entrada de novedades. Por ejemplo, en la ciudad de Nueva York, un medallón de taxi (obligatorio para todos los taxistas) ¡cuesta 817.000$! Y eso es un 17% menos que en 2013. Para hablar de dejar fuera al pequeño. Como señala Josh Barro: “La mayoría de las grandes ciudades estadounidenses tienen desde hace tiempo un sistema para limitar los taxis en funcionamiento”. ¿Y cuál es la única razón por la que esos precios están bajando? Lo habéis adivinado: “la competencia de apps de servicios de coches, como Uber y Lyft”.
¿Pero no está Uber sacando beneficios a costa de gente decente y trabajadora? Otra vez Mirani:
Por el contrario, es una repetición del viejo tipo de negocio: intermediarios insinuándose entre compradores y vendedores.Tooa lo que ha hecho esa tecnología moderna es hacerlo más fácil, mediante los omnipresentes smartphones, para amasar una flota de gente cada vez más desesperada en busca de empleo y dispuesta que tomar cualquier trabajo que puedan conseguir.
Los intermediarios sencillamente no se “insinúan entre compradores y vendedores”. Por el contrario, sirven a un propósito vital para una economía que funcione bien al facilitar las transacciones. El mundo es un lugar enorme y el comprador y vendedor correctos pueden perder mucho tiempo para encontrarse. Los intermediarios los juntan. Lo que quieres es que el intermediario sea tan simple y eficaz como sea posible. Así era cuando teníamos agentes de viajes. Ahora, aunque siga habiendo algunos pocos agentes de viaje, generalmente especializados, tenemos Expedia y Kayak. Son mucho más fáciles, baratos y eficaces, es decir, son mejores intermediarios. ¿Y qué podría ser más fácil y eficaz que la app de Uber?
Lo genial de la economía de compartición
Los taxistas enfadados han conseguido que Francia prohíba Uber. Y han hecho lo mismo en otros lugares. Algunos progresistas parecen creer que es una victoria del pequeño. En realidad es poco más que un ejemplo más de la Ley de Woods.
La economía de compartición en realidad permite a la persona normal competir con grandes empresas mediante la vía de nueva empresas más dinámicas.
Tomemos Airbnb. Igual que Uber, Airbnb es más barata que los hoteles, permitiendo a los clientes ahorrar dinero. Pero también permite a Joe y Jane competir con Hilton y Motel 6.
Tomemos Airbnb. Igual que Uber, Airbnb es más barata que los hoteles, permitiendo a los clientes ahorrar dinero. Pero también permite a Joe y Jane competir con Hilton y Motel 6.
Un amigo mío está iniciando una nueva empresa y tratando de depender de ellas tan poco como sea posible. Utiliza Airbnb para alquilar su propia casa siempre que está fuera del pueblo (o a veces simplemente duerme en casa de un amigo o en la oficina). Dice que ganó 10.000$ el año pasado y esto le ha ayudado a ahorrar dinero para poner en marcha su aventura empresarial.
Otra forma de ganar algún dinero es RelayRides , que permite a la gente alquilar sus automóviles.FlightCar ofrece alquileres de coches más baratos dejando a la gente alquilar sus coches mientras están volando, en lugar de pagar un estacionamiento por un plazo extendido. Los que ofrecen su coche consiguen estacionamiento gratis, una parte del alquiler y un lavado gratis del vehículo. Los que alquilan lo hacen por menos dinero.
Prosper permite a la gente prestar dinero a otros (es decir, evitar al intermediario). Kickstarter puede conseguir financiación para proyectos de distintos tamaños y variedades. Adam Carolla incluso está financiando su nueva película de esta forma. ¡Toma Hollywood! Y luego está Elance, que proporciona una buena manera de encontrar trabajo a los free-lancers. Y no olvidemos a Craigslist, que es básicamente una gigantesca venta de garaje.
Uno de los nuevos programas más brillantes de la economía de la compartición es Patreon. Antes, los artistas populares y educadores en Internet tenían que confiar en pequeños ingresos publicitarios, merchandising de moda y donaciones inconstantes. Ahora los fans de diversos creadores pueden ofrecer una donación mensual que se cargará automáticamente en su cuenta, dando en la práctica a estos artistas un salario.
Personalmente, soy un gran fan de una pequeña empresa de producción de vídeo llamada Red Letter Media, que produjo la absolutamente divertida sátira de las precuelas de Star Wars. No tengo ni idea de lo que hacían antes, pero ahora tienen 1.639 patrocinadores y ganan 9.752$ al mes. En otras palabras, Patreon ha permitido a unos aficionados de Wisconsin a gestionar 100.000$ anuales a una empresa que critica películas y hace sus propias películas. (Esto también derrumba la mentira de la idea de que sin derechos de autor los artistas se morirían todos de hambre. La gente apoyará a los artistas que le gusten, especialmente cuando se le den canales apropiados para hacerlo).
Uber y la economía de compartición pueden tener sus defectos, pero en general esta última es una fuerza poderosa y libertaria que representa la naturaleza dinámica de un mercado libre y una sociedad libre. Ha creado una serie de “intermediarios” ligeros y eficaces que permiten a la gente normal competir con gigantescas grandes empresas. Es destrucción creativa en su mejor aspecto y deberíamos aceptarla.
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