martes, 24 de noviembre de 2020

Resentimiento

Santiago Navajas analiza el profundo resentimiento (y lo que conlleva) de la nueva ley de educación socialista (Celaá o LOMLOE). 

Artículo de Libertad Digital: 




Miguel Ángel Heredia | EFE



La nueva ley socialista de educación se basa en una de las pasiones venenosas: el resentimiento. Decía Unamuno que "entre los pecados capitales no figura el resentimiento y es el más grave de todos; más que la ira, más que la soberbia". Puede haber una ira justificada ante la injusticia y la soberbia es un delito contra uno mismo.  Sin embargo, el resentimiento emponzoña las relaciones sociales propagando el odio y creando violencia. El resentimiento era la pasión tóxica tras los personajes más siniestros de Shakespeare, Yago en Otelo y Edmundo en el Rey Lear.

El resentimiento se esconde tras la caza de brujas contra los centros concertados. Un senador socialista, Miguel Ángel Heredia, ha insultado a millones de españoles que eligen estudiar en el sistema público concertado. "Ni hay que educar a pijos con dinero público. Ni hay que mantener los privilegios educativos de unos pocos con el dinero de todos".

Podría parecer paradójico que un político socialista llame "pijas privilegiadas" a la ministra Isabel Celaá y a sus hijas dado que eligieron un colegio no sólo concertado sino, además, católico. Pero lo que de verdad subleva a un socialista típico como Heredia no es que una millonaria como Celaá haga lo que quiera sino que lo haga alguien de la clase trabajadora, ya que consideran a los obreros como ganado y al Estado como su cortijo. Por ello, en su modelo educativo ideal únicamente quedarían un sistema público estatal y un sistema totalmente privado de modo que las clases medias no podrían escapar de su ansia adoctrinadora, su ética de gulag y su estética cutre (el senador debe de ser un cani dado el odio de clase que manifiesta a los pijos pero en Twitter viste un jersey de Tommy Hilfiger, suponemos que falso).

La exclusión del español que les han regalado los socialistas a los nacionalistas para "sus" sistemas educativos también obedece al resentimiento. Instalados en el odio hacia lo español, debido a su complejo de inferioridad de tribu perdedora, la única forma que conciben de ayudar a las lenguas particulares de sus comunidades es tratar de destruir a aquellos que eligen libremente usar el español, su otra lengua propia, como herramienta de expresión tanto en los medios como en la educación. Cuando recuerdan a Felipe V e, incluso, la Pragmática Sanción de 1567 para justificar sus actuales leyes liberticidas no están sino proyectando hacia el pasado sus actuales pulsiones de poder a través de la imposición de una hegemonía cultural y el control del lenguaje. Sobre ello advirtió Aldoux Huxley cuando profetizó que en las democracias liberales se obtendría el consentimiento de los esclavizados felices mediante drogas pero, sobre todo, por medio de la propaganda, minusvalorando la parte racional y apelando a los sentimientos más primitivos, los instintos tribales y las emociones más profundas -en suma, destruyendo la razón y privilegiando el inconsciente-  justo como hace el nacionalismo en su alianza con el populismo.

De ahí también la constante apelación a la sesgada “memoria histórica” y a la ideologizada “educación para la ciudadanía”, un lastre de manipulación y venganza en la que chapotea el socialista habitual porque, explicaba Gregorio Marañón en su análisis del resentimiento: "El resentido tiene una memoria contumaz, inaccesible al tiempo". Terminaba el pensador madrileño: "El resentido es, en suma, allá en el plano de las causas hondas, un ser mal dotado para el amor; y, por lo tanto, un ser de mediocre calidad moral".  

Por ello el resentido no puede sino parir medianías de acuerdo a su bajeza intelectual y moral. Por ejemplo, la ley Celaá.

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