El siguiente artículo muestra nuevamente el espectacular despilfarro que supone realizar los Juegos Olímpicos, mostrando para entenderlo mejor la situación económica del Ayuntamiento de Madrid y el ejemplo en números de lo que supuso organizar los Juegos de Barcelona 92 (que además cuadruplicó su inversión respecto a lo previsto), y cuyas consecuencias las pagamos con una dura crisis y recesión que duró años...
Cabe apuntar que los datos que cita "actuales" tienen ya algún tiempo, siendo el paro y los niveles de deuda actual muy superiores a los citados en la última parte del artículo.
Artículo del blog Contando Estrelas:
Cabe apuntar que los datos que cita "actuales" tienen ya algún tiempo, siendo el paro y los niveles de deuda actual muy superiores a los citados en la última parte del artículo.
Artículo del blog Contando Estrelas:
"Hace un rato el Comité Olímpico Internacional ha descartado a Madrid como sede olímpica para el 2020. Veo en la televisión y en la red que a algunos les ha embargado la tristeza al conocer la noticia. Tengo que decir que no es mi caso. Ya llevo vividos los suficientes años como para recordar las primeras -y afortunadamente últimas- olimpiadas hechas en España, el despilfarro que supusieron y los efectos que tuvieron en nuestra economía.
El Ayuntamiento de Madrid ya acumula una deuda de 6.450 millones
Algunos podrán alegar que, según la candidatura oficial de Madrid 2020, estos juegos precisaban de una inversión de “sólo” 2.000 millones de dólares, es decir, unos 226.350 millones de pesetas. Una cantidad astronómica para una ciudad cuyo ayuntamiento encabeza la deuda pública municipal en España: 6.450 millones de euros, es decir, más de un billón de pesetas. Me pasma que en estas condiciones nuestra clase política haya pensado en organizar unas olimpiadas en la capital de España. Sólo encuentro una explicación a este despropósito: la estrategia de pan y circo que recuerda hoy Luis del Pino en su blog.
La inversión prevista en Barcelona 92 casi se cuadruplicó en sólo 7 años
Ya he señalado que recuerdo bien las primeras y únicas olimpiadas celebradas en España. Hace ahora 20 años, a comienzos de septiembre de 1991, nos sorprendía una noticia: la inversión inicial prevista en 1985 para Barcelona 92, 237.000 millones de pesetas, ya elevó a los 440.000 millones en 1988 y ya casi se había triplicado cinco años después: 660.000 millones de pesetas. Por si alguien piensa que el incremento del despilfarro se detuvo ahí, lamento tener que desengañarle. En julio de 1992 la inversión ya se elevaba a 926.438 millones, de los que 613.421 millones fueron aportados por las arcas públicas.
Entre 1987 y 1993 la deuda pública pasó de 87 a 185 mil millones de euros
Entonces ni siquiera hubo que esperar a que pasasen las olimpiadas para empezar a notar los efectos de esa ruina. En 1987 la deuda pública del Estado se elevaba a 87.009 millones de euros. En 1992 esa deuda ya llegaba a los 141.857 millones. En 1993, sólo un año después, ya era de 185.832 millones de euros. En enero de 1993 el gobierno y el ayuntamiento barcelonés se repartían los 45.000 millones de pesetas de deuda global de las construcciones públicas vinculadas a los juegos. Este despilfarro público provocó que la crisis de 1993 tuviese efectos especialmente duros en España ya antes de las olimpiadas: si en 1990 nuestro país tenía una tasa de paro del 16,1%, en 1992 ya llegaba al 20,3%, alcanzando un 24,1% dos años más tarde. Entre 1991 y 1993 en España se destruyeron 750.000 empleos. España no logró salir de esas crisis hasta 1997, cinco años después de los juegos olímpicos de Barcelona.
España necesita reducir su deuda pública, no un despilfarro olímpico
Ruego a quien lea esto que no intente convencerme de que nuestra clase política no es como la de entonces, y que no hay que temer una escalada despilfarradora como la vivida con ocasión de las olimpiadas barcelonesas. Basta con seguir la actualidad para ver hasta qué punto buena parte de nuestros políticos siguen pringados en la corrupción hasta la coronilla. No parece que un desembolso multimillonario de fondos públicos sea la mejor forma de alejar de políticos así la tentación de sacar tajada. Por otra parte, tengamos en cuenta la situación que vive España: no tenemos el 16,1% de paro que padecía nuestro país en el año olímpico barcelonés, sino el 20,5%. Tampoco acumulamos 87.009 millones de euros de deuda pública sino 688.231 millones de euros, según datos de 2012. Con este panorama lo que procede es sanear las cuentas públicas para salir de la recesión, y no echar más gasolina al fuego para agravar todavía más los efectos de la crisis en España. Pero claro, para un político populista es más fácil vender unas olimpiadas que un saneamiento de nuestra economía. Al fin y al cabo, ciertos políticos adolecen del cortoplacismo propio de quienes sólo piensan en su futuro electoral, y no en el porvenir de sus compatriotas."
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