Un excelente artículo de Jonathan M. Finegold Catalan en el que muestra con detalle la falta de comprensión de Paul Krugman sobre teoría económica en su creencia de que el consumo y no la acumulación de capital impulsa la creación de riqueza, y otras afirmaciones que realiza.
De ahí la necesidad de conocer la teoría del capital de la escuela austriaca para entender y acabar con todas las falacias keynesianas, empezando por la "paradoja del ahorro".
De ahí la necesidad de conocer la teoría del capital de la escuela austriaca para entender y acabar con todas las falacias keynesianas, empezando por la "paradoja del ahorro".
Artículo del Instituto Mises Hispano:
"En “China’s Water Pistol“, Paul Krugman convertía un comentario sobre China en un ataque general a aquellos que siguen temiendo la gran deuda pública de Estados Unidos. En él resume las opiniones keynesianas sobre ahorro, consumo y gasto público. Sean cuales sean sus intenciones, todo lo que hace Krugman es subrayar su falta de comprensión de la teoría económica.
Aun así, es su visión equivocada de la economía la que prevalece entre esos pseudoeconomistas que dan forma a la política nacional. Por el bien de cientos de millones de personas que tienen sus vidas en juego, debería aclararse que es la acumulación de capital (no el consumo) lo que impulsa la creación de riqueza.
Krugman hace las siguientes tres afirmaciones:
- Dada la “paradoja del ahorro”, todo tipo de ahorro es malo para la economía.
- El gobierno debe actuar en caso de pérdida de inversión privada.
- La economía de Estados Unidos crecería si China vendiera sus títulos del Tesoro de EEUU.
No resulta sorprendente que Krugman se equivoque en los tres puntos. A lo que se reduce su argumento, después de adentrarse a través de la multitud de contradicciones que constituyen la mayoría de sus escritos, es la creencia en que nuestros males económicos pueden resolverse mediante inflación. Su afirmación final es la más reveladora, ya que muestra su fe en el principio de que más dinero (una vuelta de dólares desde China) produciría más prosperidad.
Lo que nos ofrece Krugman es un camino, no a la prosperidad, sino a la pobreza. Sin ahorro no puede haber inversión y como consecuencia ninguna creación de empleo o riqueza. Lo irónico es que sin ahorro no puede financiarse el gasto público y por tanto la inclinación keynesiana contra el “ahorro” es absolutamente contraproducente. Lo que Krugamn no consigue meterse en la cabeza es el hecho de que dinero no es sinónimo de riqueza o capital. Cuando la Reserva Federal imprime un millón de dólares no produce también acero, clavos o cualquier otro tipo de bienes de capital. La combinación de dinero y capital es una de las mayores debilidades del pensamiento económico de la corriente principal.
Afortunadamente, el mundo todavía puede volver a la economía sensata defendida por los intelectuales de la Escuela Austriaca: Carl Menger, Eugen von Böhm-Bawerk, Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, etcétera. Dentro del contexto del comentario de Paul Krugman, la parte más importante de la teoría austriaca que debería incorporarse a la ortodoxia es la teoría del capital. Una comprensión básica de la relación entre acumulación de capital, inversión y creación de riqueza es de la máxima importancia, dado que solo con esto basta para acabar con las falacias keynesianas del infraconsumo y la inflación.
Nuestro propósito aquí es ofrecer una introducción a la teoría austriaca refutando el error subyacente de Paul Krugman. Los ahorros son absolutamente necesarios para el crecimiento económico.
La paradoja del ahorro
Una de las mayores contribuciones de John Maynard Keynes a la teoría económica fue su “paradoja del ahorro”. Aunque la falacia no empezó con Keynes, fue la publicación de la Teoría general del empleo, el interés y el dinero la que la popularizó entre el pensamiento intelectual ortodoxo.
Keynes escribió:
La reconciliación de la identidad entre ahorro e inversión el aparente “libre albedrío” del individuo para ahorrar lo que quiere independientemente de lo que puedan estar invirtiendo él u otros, depende esencialmente de que el ahorro sea, como el gasto, un asunto con dos caras. Pues aunque la cantidad de su propio ahorro es improbable que tenga ninguna influencia significativa en su propia renta, las reacciones de la cantidad de su consumo en las rentas de otros hacen imposible que todas las personas ahorren simultáneamente ninguna cantidad concreta. Todo intento de ahorrar más reduciendo el consumo afectará a las rentas de forma que el intento necesariamente se derrotará a sí mismo.[1]
El argumento de Keynes es que ahorrando una parte de una renta, un ahorrador necesariamente elimina renta de otro. Keynes supone que la renta de una persona depende del consumo del producto vendido, y por extensión cree que al no consumir se está negando su salario al asalariado. Por tanto, el ahorro se derrota a sí mismo, ya que una pérdida de renta impedirá a las personas ahorrar a largo plazo.
Pero los errores de Keynes son fáciles de ver. Su limitación principal era su evidente falta de comprensión de la teoría del capital, lo que es interesante dado que hizo frecuentes referencias a la teoría austriaca y a Friedrich Hayek. Esto demuestra que John Maynard Keynes en realidad no tenía ni idea de lo que estaba leyendo. Esto le permitió pasar completamente por alto lo que decía Hayek.
En este sentido, Keynes acababa el párrafo antes citado con:
Por supuesto, igual de imposible para la comunidad en su conjunto es ahorrar menos que la cantidad de inversión actual, ya que el intento de hacerlo necesariamente aumentaría las rentas hasta un nivel en el que las sumas que los individuos deciden ahorrar sumen hasta una cifra exactamente igual a la cantidad de inversión.[2]
Este pasaje es una referencia directa a la teoría austriaca del ciclo económico. Antes en el capítulo, Keynes afirmaba:
La idea de que la creación de crédito por el sistema bancario permite que tenga lugar inversión que no se corresponda con “ningún ahorro real” solo puede ser el resultado de aislar una de las consecuencias del aumentado crédito bancario excluyendo las demás. Si la concesión de un crédito bancario a un empresario adicional para los créditos ya existentes le permite hacer una adición a la inversión actual que no se habría producido en otro caso, las rentas aumentarán necesariamente y a un ritmo que normalmente excede la tasa de inversión aumentada.[3]
Aquí, John Keynes criticaba la teoría de Mises y Hayek de que una extensión del crédito bancario llevará a malas inversiones. Su razonamiento era que la inflación producida por la creación de dinero lleva necesariamente a un aumento en los salarios, permitiendo que la relación entre inversión nominal y ahorro nominal vuelva a uno. Su defecto era su confianza de la teoría cuantitativa mecánica del dinero, que ya había sido refutada por gente como Benjamin Anderson y Ludwig von Mises.[4] Aunque la teoría cuantitativa del dinero sugiera que la inflación afecta a todos los sectores del mercado simultánea y proporcionalmente, ignora los efectos microeconómicos de la inflación en los precios relativos de los bienes de capital respecto de los bienes de consumo.[5] Paul Krugman mantiene la falaz inclinación de John Keynes contra el ahorro, aunque tal vez Krugman lo haga por una fe ciega, mientras que Keynes simplemente no entendía la teoría económica básica.
El ahorro, o acumulación de capital es el factor directo más importante para la creación de riqueza. El volumen de capital influye directamente en el coste de tomar prestado el llamado capital, conocido también como tipo de interés. Naturalmente, cuanto mayor sea la oferta de capital, menor será el coste de tomar prestado, proporcionando un incentivo para los empresarios para tomar prestado e invertir.
La inversión en líneas de producción, ya sea en la creación de una nueva fábrica o una inversión en un nuevo método de producción, es lo que lleva a aumentos en productividad. Un aumento en productividad lleva a un aumento en la cantidad suministrada de cualquier bien, permitiendo una reducción en el precio. Es este aumento en la cantidad suministrada lo que lleva a un aumento en los salarios reales y a un aumento en la riqueza general de la sociedad.
Por tanto no tiene sentido oponerse al ahorro basándose en que un aumento en este llevará necesariamente a una disminución en los salarios. Los salarios reales se basan directamente en la inversión: sin aumentos en la productividad, los salarios están condenados en el mejor de los casos a estancarse. Además, hay que considerar que la compra de bienes de capital para inversión necesita el pago de salarios a trabajadores en los sectores afectados. Por ejemplo, cuando un contratista compra acero para usarlo en la construcción de un edificio, necesariamente paga los salarios de los trabajadores implicados en la producción de ese acero y así en ese sentido la inversión cumple la misma función que el consumo.
La falacia keynesiana de la paradoja del ahorro se basa en su confusión entre riqueza real y riqueza nominal. Esta falacia deriva de la mala comprensión de los keynesianos del papel y el propósito del dinero en una economía. Contrariamente a ser una fuente de capital, el dinero es un bien común y ampliamente aceptado que representa el flujo de capital en un patrón común. El dinero no es sino un medio para acomodar el trueque dentro de una sociedad compleja con una extensa división del trabajo, en la que el intercambio directo de bienes heterogéneos es casi imposible. Así que cuando Ben Bernanke ordena la producción de un millón de dólares, no hace posible simultáneamente la producción de acero por valor de un millón de dólares. La producción de acero solo puede ser posible mediante el intercambio de bienes, representados en dólares, y mediante la inversión de bienes de capital.
Los keynesianos no entienden este complejo sistema de comercio y por eso no se dan cuenta de que lo que está pagando realmente los salarios es el capital, no el dinero. Al consumir capital, un individuo reduce necesariamente el volumen total de capital disponible, así que a largo plazo esto se derrota a sí mismo por naturaleza. ¿Quién pagará los salarios cuando se haya consumido todo el capital? Keynes habría resuelto el problema imprimiendo dinero, pero no se daba cuenta de que lo que permitía la formación de capital era la inversión que hacía posible la acumulación de capital. ¿Para qué vale un millón de dólares si no hay acero a comprar para la construcción de tu fábrica?
Finalmente, el mito keynesiano del atesoramiento debe descartarse. Superficialmente, tiene sentido la creencia de Keynes de que una persona contribuye necesariamente a la ineficacia guardando dinero bajo el colchón. Pero es solo otro producto de la combinación de dinero y capital.
En una economía, lo que importa es el intercambio e inversión de bienes, no el dinero. El dinero es un patrón por el que los agentes económicos descifran el valor de intercambio de los bienes y por tanto solo se convierte en relevante en el momento de un intercambio. Retener o usar dinero aumentará o disminuirá el poder adquisitivo de una unidad de dinero estándar, pero no influirá en el flujo de capital que hay detrás. En realidad, el poder adquisitivo del dinero en circulación aumenta necesariamente como resultado del atesoramiento.[6]
Gasto público, China y dinero
La tesis de Paul Krugman se centra en la idea de que si el sector privado no está dispuesto a arriesgarse invirtiendo, el papel de gobierno es dar un paso adelante e invertir. Su prejuicio contra el ahorro es paradójico, dado que sin ahorro el gobierno no tiene capital reunido del cual extraer los recursos necesarios para hacer las inversiones que Krugman quiere que haga. Él mismo alude a esto:
Como nación, nuestra dependencia del préstamo extranjero está por los suelos; el creciente déficit está, en la práctica, financiado interiormente.
Cuando un individuo financia la deuda pública a través de la compra de títulos del tesoro, la preferencia temporal de este cambiará a favor de bienes futuros. Esto pasa porque el individuo ha asignado cierto porcentaje de sus salarios en un bono a largo plazo tratando de conseguir un interés o aumentar su riqueza. El individuo, en la práctica, está financiando la provisión de capital para el gobierno para invertir en lo que quiera este. Así que Krugman pasa de denostar el ahorro por ser la ruina de la prosperidad económica a luego sugerir que el ahorro es la única razón por la que nuestra dependencia de los financieros chinos ya no es tan relevante.
El que Krugman crea que el gobierno debe consumir o invertir es algo que hay que adivinar. Sigue sin saberse si Krugman siquiera diferencia entre los dos, ya que ambos parecen caer bajo el término más común de “gasto”. El tema del gasto público se ha tratado en otro lugar,[7] pero la creencia en que el gobierno puede predecir mejor el mercado que los empresarios genera confusión: es lo que Hayek llamaba la “fatal arrogancia”.[8]
Mientras explica el tema del gasto público y la deuda, Krugman comete el mismo error que cometió Keynes cuando escribió sobre la “paradoja del ahorro”. Krugman escribe:
La conclusión de todo esto es que no necesitamos que los chinos mantengan bajos los tipos de interés. Si deciden salirse, lo que están haciendo básicamente es vender dólares y comprar otras divisas, y eso es realmente una política expansionista para Estados Unidos, como vender siclos y comprar otras divisas sería una política expansionista para Israel (¡no importa quién lo haga!)
Krugman comete dos errores. Primero, supone que vendiendo títulos China devuelve dólares a Estados Unidos. De hecho es precisamente lo contrario. Cuando compran títulos, los chinos están usando dólares obtenido en el comercio para comprar deuda de EEUU y así los dólares los gasta ahora el gobierno de EEUU. Lo que compran los chinos es la promesa de una mayor cantidad de dólares futuros. Cuando los chinos venden títulos, reciben una cantidad mayor de dólares de los que dieron realmente. Considerado todo, esto no significa que la venta de títulos haga que China “atesore” dólares. A los chinos no les interesa en absoluto atesorar dólares, porque el dólar solo es útil para intercambiarlo por bienes estadounidenses o intercambiarlo con otros individuos que encuentren valiosos los dólares.
El segundo error de Krugman es la creencia en que una mayor cantidad de dólares lleva a una mayor riqueza. Es la misma suposición que hizo erróneamente Keynes cuando expuso sus creencias sobre la paradoja del ahorro. Por dejarlo claro, lo que importa no es la cantidad de dólares en circulación, sino la cantidad de capital.
Como comentario final, es importante darse cuenta de que no importa quién tenga deuda estadounidense. No importa que sea un ahorrador chino o un ahorrador estadounidense, ya que a lo que se reduce el problema de la deuda es al hecho de que el gobierno de EEUU no puede financiar permanentemente un gasto creciente.[9] La pirámide de deuda de EEUU está condenada al colapso cuando sus financieros ya no están dispuestos a arriesgar su capital en bonos públicos inseguros. El detonante se producirá cuando se desvele completamente la distorsión causada por el gasto público.
La paradoja del keynesianismo
El argumento keynesiano contra el ahorro no se sostiene. La “paradoja del ahorro” de Keynes no es sino el resultado de un mal economista haciendo malas suposiciones basadas en una mala comprensión de la teoría económica. En definitiva, la deficiencia de los keynesianos se reduce a su falta de teoría del capital, lo que acaba llevándoles a creer en una teoría monetaria muy inconexa.
Dada su formación en el marco keynesiano, la economía de Paul Krugman no es más que una extensión de Keynes. Su mala formación ha llevado a Krugman a aplicar teoría keynesiana a acontecimientos actuales y el desafortunado resultado ha sido su influencia (y la influencia de que aquellos que piensan como él) en la política macroeconómica centralizada; esto incluye la creencia en que debería haber una planificación centralizada.
Los individuos deberían escoger sus preferencias temporales basadas en sus propias preocupaciones subjetivas. Si esto significa que los individuos prefieren el ahorro al consumo actual, entonces mejor, ya que el ahorro es lo que lleva al crecimiento económico. Dada la situación económica global actual, no debería acusarse al individuo de parcialidad a favor de “atesorar”. La verdad es que los individuos deberían tener más ganas de “atesorar”, dado que la alternativa parece ser la destrucción de riqueza patrocinada por el gobierno.
[1] Keynes, John Maynard, The General Theory of Employment, Interest and Money. BN Publishing, 2008: p. 84. [Teoría general del empleo, el interés y el dinero]
[2] Ibíd.
[3] Ibíd., p. 82.
[4] Anderson, Benjamin, “The Value of Money“; and Mises, Ludwig von, The Theory of Money and Credit. [La teoría del dinero y del crédito]
[5] Huerta de Soto, Jesús, Money, Bank Credit and Economic Cycles. Ludwig von Mises Institute, Auburn, Alabama: 2009; pp. 522-535. [Dinero, crédito bancario y ciclo económico]
[6] Rothbard, Murray N., What Has Government Done to Our Money? Ludwig von Mises Institute, Auburn, Alabama: 2008,; pp. 30-34. [¿Qué ha hecho el gobierno de nuestro dinero?]
[7] Ver. Greaves Jr., Percy L., “Does Government Spending Bring Prosperity?” Mises Daily: 27 de agosto de 2009 y Finegold Catalán, Jonathan, “La pasión viene de la libertad”, Mises Daily: 9 de febrero de 2010.
[8] Friedrich Hayek, en referencia al libro de Hayek, La fatal arrogancia: Los errores del socialismo.
[9] Finegold Catalán, Jonathan, “La inestimable lección de Garet Garrett”, Mises Daily: 5 de marzo de 2010
Publicado el 25 de marzo de 2010. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí."
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