Carlos Rodríguez Braun responde a las lamentables y desvariadas declaraciones de Thomas Frank sobre los "males del mercado".
Artículo de El Cultural:
"Thomas Frank alega que nuestros males derivan del mercado, y que estamos perseguidos por los liberales, como piensa casi todo el mundo, desde el Vaticano hasta el Partido Comunista: “Hemos pasado por décadas de desregulación, privatización, libre comercio
altar del libre mercado”. Vamos, que usted no ha pagado más impuestos, ni ha padecido más controles, prohibiciones y multas, porque el Estado ha desaparecido.
Tras distorsionar la realidad sobre el mercado, distorsiona la realidad sobre el Estado. Así como el mercado es el culpable de las burbujas y del paro, mientras que el Estado es un ente abnegado que paga pensiones, asegura Thomas Frank que los políticos sólo intervinieron en la economía después de la crisis, como si no hubiera habido intervención antes. Su idolatría del intervencionismo llega al dislate de divinizar a F.D.Roosevelt (“cambio superior de valores
, búsqueda de una vida de comunidad, y de formas de compartir”, etc.) y al mismo tiempo proclama que la Gran Depresión es “la era que define al liberalismo”. Dirá usted: no se puede desbarrar más. Pues claro que se puede.
Resulta que la derecha “ultraliberal” es partidaria de bajar los impuestos. A ver si se entera Rajoy.
Suma y sigue: las empresas apoyan el liberalismo, vamos, que financian con entusiasmo al Instituto Juan de Mariana. Así como la derecha es mala malísima, la izquierda es buena buenísima. Y el Estado no tuvo nada que ver con la crisis: vamos, que no existen los bancos centrales. Y lo que usted quiera: los salarios en EE UU han estado cayendo durante “décadas”, la libertad sólo beneficia a los ricos, las pequeñas y medianas empresas no crean empleo: en serio, dice que eso es “un mito”. Y los menores impuestos sólo favorecen (adivínelo, que es fácil) a los ricos.
Por fin, lo que más le molesta a don Thomas es que después de todo lo que ha pasado, la izquierda no se ha impuesto en todo el mundo. Y cuando se ha impuesto no se ha impuesto: Obama es un flojo, porque no ha intervenido lo suficiente: no es un Roosevelt sino un
¡Hoover! En fin. La traducción adolece de errores, y sobre todo uno de carácter político francamente asombroso: traduce el “liberal” en inglés por el “liberal” en español, cuando su significado es justo el opuesto, lo que da lugar a situaciones que resumen el libro: son a la vez entretenidas y lamentables. "
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