Guadalupe Sánchez analiza el último escándalo en la gestión del gobierno (PSOE y Unidas Podemos), en relación al caso de Marruecos y la invasión a Ceuta, y de qué manera pervierten el discurso y la realidad para insertarnos un relato totalmente ajeno a la misma, ante la insolvencia e incapacidad de hacer frente a los problemas reales y actuales de los ciudadanos.
Artículo de Voz Pópuli:
Militares del ejército en el plata de El Tarajal (Ceuta). EP
La brecha que separa a la política actual de los problemas cotidianos de los ciudadanos es cada vez más grande. En un burdo intento de soslayar una realidad que no saben, no pueden o no quieren gestionar, nuestros dirigentes insisten en trasladar el debate al plano del relato para convencernos de que lo que vemos, oímos, leemos o tocamos no es lo que parece. Que son nuestros sentidos los que nos engañan y no nuestros gobernantes.
Si Jesucristo obró el milagro de convertir el agua en vino, ellos transformarán el hambre, el paro y la miseria de la pandemia en una transición ecológica y digital inclusiva, resiliente y con perspectiva de género. Pedro todopoderoso proveerá en 2050 pero, mientras tanto, su apóstol Iván Redondo nos muestra impresos en tabletas del Grupo Prisa los mandamientos que regirán nuestro destino.
Son prestidigitadores del lenguaje afanados en transportarnos a su realidad: con un simple toque de la varita de la ministra de Hacienda, la finalidad de los nuevos impuestos deja de ser recaudatoria para tonarse en una forma de fomentar desde las instituciones el cuidado del medio ambiente y los hábitos saludables.
La causa polisaria
Usted, querido lector, habrá visto en las últimas horas imágenes de miles de marroquíes, muchos menores de edad, llegando a nado a las costas de Ceuta desde las tierras del reino alauita. Se habla de en torno a 10.000, lo que para una ciudad que ronda los 85.000 habitantes determina una invasión en toda regla. Mientras González Laya aseguraba que estos hechos no eran fruto de un desencuentro con España, arrastrando por el fango el poco prestigio que le pudiera quedar al Ministerio de Exteriores, la diplomacia marroquí avisaba minutos después de que: “Hay actos que tienen consecuencias y se tienen que asumir”.
Y es que España acogió a mediados de abril al líder del llamado Frente Polisario por “motivos estrictamente humanitarios”. Este señor se llama Brahim Ghali y fue ingresado en el hospital de Logroño por dificultades respiratorias. Como todos los movimientos de liberación nacional, esta organización tiene una estructura político-militar que promueve una ideología revolucionaria de corte marxista-leninista. Así que ya pueden imaginarse que sus lazos con el chavismo, con la dictadura cubana y, por ende, con Podemos, son estrechos. Ya en 1979 Fidel Castro reconocía la presencia cubana en el Sáhara occidental y en 2004 el mismísimo Hugo Chávez anunció que Venezuela “levantaría su voz al mundo para apoyar la causa del pueblo saharaui”, lo que llevó a Marruecos a romper relaciones con ese país en 2009. Ghali lloró amargamente la muerte de sus dos líderes “protectores”. Éstos, junto con otros mimbres, explican el apoyo de EE.UU al régimen alauita y que muchos de nuestros referentes “culturales”, como los Bardem, se muestren tan implicados con la causa polisaria.
La causa por genocidio
Que la estancia de este líder saharaui en nuestro país está íntimamente ligada a la presencia de Podemos en el gobierno de coalición es innegable, y es precisamente por este motivo que nuestro Ejecutivo se esmeró en negarlo todo desde el principio. Prueba de ello es que los 30 millones transferidos a Marruecos no bastaron para poner fin a la crisis: hasta que Santiago Pedraz no ha forzado la maquinaria para reactivar la causa por genocidio que, hasta este miércoles mismo, dormía el sueño de los ángeles en la Audiencia Nacional, la policía marroquí no intervino para cerrar la brecha en la frontera y poner fin a la entrada de sus ciudadanos después de haberlos azuzado.
La decisión del gobierno español de acoger al líder del Frente Polisario fue soberana, pero también torpe, muy torpe. A principios de este mes los alauitas ya avisaron de que tendría consecuencias, pero el Ejecutivo no las vio venir porque estaba ocupado en las cosas de 2050. Nos ha costado afrontar el pago de un chantaje de 30 millones y replegar velas ante la demostración de fuerza del país magrebí.
Así que, por favor, que no nos hablen más de racismo ni de xenofobia ni de la importancia de estar a la altura en las crisis humanitarias. Es palabrería vacua y absurda para ocultar la cruda realidad. Cantamañanismo gourmet. Vamos a llamar de una vez a las cosas por su nombre.
Tampoco nos sermoneen por no apoyar sin fisuras al Gobierno español en una situación de crisis. Ya lo hemos respaldado bastante poniendo los millones. Sepan ustedes que el Ejecutivo sanchista no concibe otra forma de lealtad y de patriotismo que la sumisión acrítica. Miren si no cómo Pedro usó ayer su barita lingüística en el Congreso para echar la culpa de todo lo sucedido a la oposición. Los intereses del Ejecutivo en este tema poco o nada han tenido que ver con el interés nacional, y no se me ocurre nada más patriótico que denunciarlo: nos está costando oro acoger al moro.
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