Fue entonces cuando comenzó la campaña interna de terrorismo comunista y de relaciones públicas internacionales para devolver el socialismo a Chile, tras el derrocamiento de Salvador Allende, un político marxista que llegó a la Presidencia democráticamente, pero que no gobernó de forma constitucional y democrática.
Considerado en su día como un modelo de gobernanza republicana estable, con amplia pluralidad y logros socioeconómicos no igualados por ninguno de sus vecinos latinoamericanos, Chile ha sufrido desde octubre de 2019 una masiva campaña de desestabilización pastoreada por la izquierda internacional, con la colaboración de actores externos.
El detonante fue el aumento de las tarifas del transporte público. Esto desencadenó una horda de protestas y disturbios, masivos y violentos, que nada tenían que ver con el aumento del pasaje del metro y todo con provocar la caída del orden existente.
Los chilenos votaron el domingo 16 de mayo por la formación de una asamblea de 155 miembros para redactar una nueva constitución, así como otros 2,613 puestos políticos consistentes en gobernadores, alcaldes y consejos municipales y/o regionales (2,768 cargos públicos en total). La izquierda logró una aplastante victoria, obteniendo una amplia mayoría. La principal perdedora, después de la propia democracia chilena, fue la coalición formada por el presidente Sebastián Piñera, calificada por la izquierda y los medios corporativos como “de derechas”. En nuestra conversación con Bravo, surgió la pregunta sobre el papel que tuvo Piñera en esta debacle republicana. La experimentada periodista se apresuró a señalar que el actual gobierno chileno tiene la mayor parte de la culpa.
Al ceder a un levantamiento terrorista socialista, de facto, durante 2019 y 2020, los reparos infundados a la “desigualdad” se convirtieron en una raison d’etre para un llamado a la transformación del sistema. Se formulará una “nueva” constitución que promete desmantelar el sistema existente. Esta nueva asamblea constituyente estará facultada para, si no se le ponen trabas, dar paso a un oscuro capítulo comunista para Chile.
Bravo atestigua cómo a lo largo de los años 80 se adoctrinó a una generación de futuros revolucionarios en las escuelas chilenas, sobre todo a nivel universitario. La izquierda nunca abandonó su búsqueda del control político. Su dominio de la prensa y una serie de organizaciones de fachada que fomentan las campañas de agravios, hicieron que el Gobierno de Sebastián Piñera se planteara la necesidad de «cambiar» la Constitución, lo que equivaldría a una revisión integral del país.
La entrevistada sostiene que el actual presidente ha demostrado ser el más negligente a la hora de llevar a cabo esta arraigada amenaza para Chile. Este es otro segmento de la serie de entrevistas breves de El American.
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