Pedro Fernández analiza por qué cayó el reino visigodo ante la invasión musulmana, así como el comienzo de la reconquista.
Artículo de Libertad Digital:
Muchos imperios y países han desaparecido tras una sola batalla. Francisco Pizarro y un puñado de españoles se apoderaron del imperio inca en un audaz golpe de mano. Y Napoléon disolvió el Sacro Imperio Romano Germánico. Si se sigue hablando del hundimiento del reino godo es no sólo por su caída, sino, también, porque siglos después se restauró el edificio derrumbado, cosa que no ocurrió en los otros dos casos.
Desde su aparición, el islam se ha expandido primero por la espada y, luego, en una posición de fuerza, por la dimma, por el estatuto que los conquistadores otorgan a los conquistados, si son seguidores del cristianismo o del judaísmo, o por la amenaza de la conversión o la muerte, si son paganos. Los sucesores de Mahoma comenzaron las conquistas fuera de Arabia: en 638 tomaron Jerusalén y en 642 penetraron en Egipto. En 661, la dinastía Omeya se hizo con el poder y se trasladó a Damasco. En 698, las tropas árabes conquistaron Cartago, ciudad bizantina.
Las expediciones, que buscaban ante todo botín y mujeres, se extendieron por el norte de África, y después de años de avances y retrocesos, de pactos y traiciones con los restos de los bizantinos y con las tribus bereberes, divisaron las costas de la Península Ibérica en 708 (hay historiadores que afirman que hacia 670 empezaron las escaramuzas de árabes y bereberes contra godos). El primer intento de invasión de España ocurrió en julio de 710, cuando desembarcaron en Tarifa unos cientos de bereberes que se toparon con una fuerte resistencia. Al año siguiente los musulmanes contaron con un factor insospechado: un sector de la aristocracia goda les abrió las puertas.
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Tropa de mercenarios a cambio de botín
Hasta hace unos pocos años, la postura tradicional y casi unánime entre los historiadores era achacar el sorprendente desplome de la monarquía a causas internas.
Los contemporáneos de Rodrigo, Oppas y Pelayo, tanto hispanos como extranjeros, recurrieron a explicaciones morales. San Bonifacio explicó en una carta al rey Etelredo de Mercia (746-47), que la desaparición del reino español se debía a la decadencia moral de los godos y a sus prácticas homosexuales (E. A. Thompson, en Los godos en España). Y todos conocemos la historia de la violación por Rodrigo de la hija del conde Julián, quien, sí existió, aunque se llamaba Urbano y era el gobernador bizantino de Ceuta, aunque al romperse la comunicación con Constantinopla por las conquistas árabes, pactó con Toledo. La Crónica Mozárabe (754) considera la opresión musulmana un castigo divino por los pecados de los españoles.
Esta teoría enumera las circunstancias en que se encontraba el reino español (hay que subrayar que las fuentes originales de los últimos años del siglo VI y los primeros del VII, tanto godas como árabes, son escasas): división de la aristocracia goda en bandos irreconciliables, hambrunas causadas por sequías y plagas de langostas que habían reducido la población, fugas de esclavos, persecuciones a los judíos, aumento de los suicidios (los desesperados, que condenó el XVI Concilio de Toledo en 693), el deterioro del ejército y de la moral guerrera del pueblo y la aristocracia y la presión fiscal.
Mientras Rodrigo combatía a Agila II, otro godo que se había proclamado como rey en la provincia de la Tarraconense (las actuales Cataluña, Valencia y Aragón, con capital en Tarragona), los witizanos pactaron con el gobernador musulmán del norte de África, Musa, obediente a Damasco.
Los musulmanes ayudarían a la facción organizada en torno a los hijos del rey Witiza (702-710) a vencer a Rodrigo y su partido, a cambio de botín, y en abril de 711 desembarcó en la bahía de Algeciras un ejército de 7.000 bereberes, dirigido por el también bereber Tarik. En julio, Rodrigo fue derrotado por Tarik y los witizanos en la batalla de Guadalete.
Batalla de Guadalete
Ante el rápido desmoronamiento del reino, los musulmanes convirtieron la campaña de rapiña en campaña de conquista. En 712, llegó a España Musa con un ejército de más de 10.000 soldados.
Un reino a la altura de Bizancio
En los últimos años ha aparecido otra teoría, expuesta por académicos británicos (R. Collins, H. Kennedy, C. Wickham) que pone en duda la fragilidad del Regnum Visigothorum. Así, la corona ejercía soberanía indiscutida en su territorio, donde no había movimientos separatistas; el Estado, que se resistía a la feudalización, era capaz de recaudar impuestos; se había conseguido la unidad religiosa, por la que velaba la Iglesia; existían una ley civil, el Fuero Juzgo, y un único rito litúrgico (luego llamado mozárabe)…
Sobre el morbo gótico, la tendencia de los aristócratas godos a conspirar y rebelarse contra sus reyes, llegando a asesinarlos (los magnicidios se reducen después de la conversión de los godos al catolicismo), hay que decir que era habitual en todos los reinos germánicos y, además, en el califato. Los cuatro primeros califas, que gobernaron entre 632 y 661, murieron asesinados y de nada les valió su parentesco con Mahoma; y el clan Omeya fue exterminado por los abasíes en 750, violando una amnistía. Los monarcas árabes solían diezmar a su familia, cosa rara entre los godos. A Wamba se le depuso en 680 mediante una elaborada conspiración: para derrocarle, en vez de asesinarle, se le administró un bebedizo que le sumió en una especie de coma y se le aplicó la tonsura, lo que le impedía reinar, y así tuvo que retirarse en cuanto recobró la consciencia.
Elección de Wambacomo rey de los Visigodos. | Academia de San Fernando
Los partidarios de esta teoría añaden que, entre los principados cristianos, la potencia del reino español sólo lo superaba el Imperio Romano de Oriente.
¿Por qué entonces se derrumbó tan fácilmente? Paradójicamente, por el poder centralizado de la corona. Al morir el rey en Guadalete y ocupar los invasores Toledo, no se pudo nombrar a un nuevo monarca. Además, el aparato del Estado, tanto el administrativo como el legitimador, pasó a poder de los musulmanes, incluido el thesaurus, el tesoro de los godos, que les acompañaba en sus migraciones y conquistas (parte de su contenido lo obtuvieron en el saqueo de Roma), y del que formaba parte la famosa Mesa de Salomón: el thesaurus era un símbolo de la pervivencia del pueblo godo; sin él, el pueblo se disgregaba.
Por otra parte, la élite se desperdigó: muchos murieron en las batallas posteriores o fueron convertidos en esclavos; algunos huyeron a la Narbonense (sus descendientes regresaron luego para conquistar el territorio de la Marca Hispánica) y más lejos, como el arzobispo de Toledo, Sinderedo, adicto a Rodrigo, que se afincó en Roma; la mayoría pactó con los invasores, como los hijos de Witiza, Urbano, Teodomiro y el conde Casio (la viuda de Rodrigo, Egilona, casó con el primer gobernador musulmán de al-Andalus no sabemos si de manera voluntaria); y unos más resistieron en los años siguientes en lugares como Mérida (hasta junio de 713), Huesca (hasta 719), la Tarraconenese y las montañas del norte.
Si recurrimos a la historia contrafactual, el reino godo habría sido desbaratado de una manera u otra por el huracán islámico en 711 o poco más tarde. Dos imperios mucho más poderosos, el bizantino y el persa, habían retrocedido ante los invasores azuzados por la yihad, el botín y las mujeres blancas.
Comienza la resistencia
En los años posteriores, los conquistadores fueron sometiendo extensos territorios de España mediante pactos con la oligarquía goda, a la que garantizaban la posesión de sus enormes fincas y cierta independencia, y mediante mercedes a los campesinos y esclavos. El castigo a la resistencia era la muerte; no era extraña la crucifixión de los vencidos. En cuanto se asentase el poder islámico, esa aparente benignidad cambiaría.
En 714 marcharon de España Musa y Tarik llamados a Damasco, cuando aún no había concluido la conquista. Felipe Maíllo Salgado insiste en que los musulmanes se retiraron muy pronto (mediados del siglo VIII) de la Meseta del Duero, debido a las derrotas de Covadonga (722) y Poitiers (732) y a la matanza de bereberes que realizaron los árabes al sublevarse los primeros. El cuadrante noroeste peninsular fue abandonado antes de que Abderramán I pusiese sus pies en al-Andalus (755), con lo que el naciente reino de Asturias, donde los reyes y la corte "salvaron los valores godos" (Maíllo), contó con una extensa tierra poco poblada que le protegió de las aceifas musulmanas.
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