viernes, 28 de enero de 2011

¿Son fiables las recomendaciones de las casas de análisis? (Bolsa, Mercados financieros. 12)

Muy interesante para comprender hasta que punto son fiables las recomendaciones bursátiles.

Visto en Serenity Markets:

"Hace algunos años, tras el pinchazo de la burbuja tecnológica, el sector bancario de EEUU hizo propósito de enmienda. Reconoció que había favorecido en muchos casos los intereses de las compañías, y que sus recomendaciones no eran fiables. Las sanciones fueron duras y muchos llegaron hasta a tener demandas judiciales. No era algo único, luego se vio que tampoco era nada fiable lo que decían las compañías de rating, que en pocos casos supieron ver venir las quiebras, ni los auditores, ni al final la propia SEC engañada en el caso Madoff entre otros.

Pero ¿aquel propósito de enmienda se vio reflejado en algo? porque lo que cuenta son amores y no buenas razones.
Pues a la vista del estudio publicado por Chenie Wang, de la Universidad de Amsterdam, nada cambió. La industria bancaria sigue emitiendo sus recomendaciones sobre valores concretos en EEUU, con el mismo sesgo alcista-optimista de siempre. La mayoría de recomendaciones siguen sesgadas al alza, y no hay forma de que asuma una postura realista.

Los datos fueron obtenidos por este investigador, tomando desde 1998 a 2006, todas las recomendaciones sobre los 30 valores más importantes de EEUU.

Los resultados son totalmente concluyentes, como siempre, y sin ninguna excepción, siempre hay muchísimos más valores que se recomienda comprar que se recomienda vender.

En época alcista no tendría nada de raro, pero parece realmente sorprendente lo que pasa cuando nos adentramos en la tendencia bajista del pinchazo de la burbuja tecnológica.

En el año 2000 con las cotizaciones que iban a caer de forma brutal en pocos meses, y a pesar de la sobrecompra gigantesca que había, ¡sólo 7 recomendaciones de venta! frente a 196 de compra.
En el 2001 ya con todo cayendo a plomo, 342 compras contra ¡3 de venta!
En el 2002 la misma historia.
En el 2007, cuando todo andaba empezando a torcerse de nuevo, 1358 de compra y 60 de venta. Es decir un ratio de 23 a 1 a favor de las recomendaciones de compra.

Además, si se fijan en las columnas de la derecha donde se calcula el error de los precios objetivos, vemos que todos los años el error es al alza, es decir se dan precios objetivos sesgados al alza sin excepción. La media conjunto es de un exceso en el precio objetivo del 26,6 %.

Este parece un tema que no tiene remedio y por ello, al menos en recomendaciones para EEUU, que son las estudiadas aquí hay que proceder a una rebaja mental inmediata del precio objetivo para tener una idea más realista.

Desde luego que todo esto es como para reflexionar. No parece un problema de falta de capacidad en el análisis en absoluto, sino más bien resultado de una serie de presiones de las compañías, del mercado y psicológicas. A mí lo que me sigue sorprendiendo es el caso que hace el mercado a diario de este tipo de recomendaciones, pero en fin así son las cosas.

En el libro "Analista", en la que un analista encargado de valoraciones como éstas, cuenta su vida profesional, uno se da cuenta de hasta que punto llegaba la presión.

Destaca esta impresionante cita que sucede en plena burbuja tecnológica en medio de la euforia desmedida propia de aquella época, y no olvidemos que todo lo que aparece en el libro es absolutamente real:

"Me lanzo con un chorro de cifras, algunas fórmulas punzantes y una conclusión: “Acumulen, es una buena noticia para los accionistas de esta sociedad, pero eso tampoco va a cambiar por completo el estatus del título”.
Observo a mis vendedores. En sus caras, se reflejan la decepción y cierto fastidio. Siento que no les he convencido. Las reacciones prorrumpen:

“¡Tanto lío para esto! Pero, ¿qué quieres que vendamos con esas medias tintas?”
“La próxima vez, léenos el comunicado de prensa en voz alta y así será más fácil."
“Como se nota que tú no llamas a los clientes.”
“El 8 % de potencial de alza, es ridículo, nos importa un bledo.”
“De todos modos, no sé nada de ese grupo, y sus programas son malísimos. Justamente ayer vi uno."

Miro al director de ventas, que me resume el libro de quejas de sus equipos:

“Escucha, Edouard, quizás tus cálculos sean correctos, pero tu idea es invendible. Una oportunidad desperdiciada. Vuelve con una reco de verdad. Seguramente, estás a favor de ese cambio. Entonces, ¿por qué no intentas volver a escribirlo y explicarlo más claramente?”
“¿Quiere que cambie mi opinión por Compra, eso es? Pero…”

El jefe de ventas me lleva a parte y me susurra:

“Haz lo que tú quieras. Pero del modo que armaste tu argumento, no va a salir nada de ahí. Y esto va a causarnos un verdadero problema en cuanto al corretaje. Vuelve al final de la morning. ¿Está claro?”

Estaba claro como el agua: Había trabajado para nada. La noche anterior, había alineado hojas de cálculos, había ajustado y reajustado mis argumentos para nada en absoluto. Si dejaba mi idea tal cual, nadie la iba a considerar a lo largo del día. Y yo estaba ahí para ayudar a que mis fuerzas de venta generasen comisiones, y sólo para eso. Incluso el jefe de ventas me había hecho una buena advertencia: de tanto escribir análisis exactos pero moderados, no aparecía en ninguna línea de los ingresos de la cuenta de resultados de la sociedad. Sólo era un centro de costes.

Ese día, entendí de qué se trataba mi profesión. Poco importaba que el producto o la opinión fuera buena o mala, lo importante era venderla.

Salí rápidamente de la sala. En quince minutos, había retomado mis cálculos, revisado una o dos hipótesis al alza. Y el texto de mi nota, en resumen, quedó así: “Con estos excelentes resultados y esta operación inesperada, la sociedad cambia de estatus de forma radical. Ya no hay razón alguna para aplicar una deducción como en el pasado. El precio objetivo aumenta en un 30 %. La recomendación pasa de Acumular a Comprar".

Al final de la morning meeting, vuelvo a la sala, retomo la palabra con una opinión perfeccionada.

Fue un momento de enorme felicidad. “Listo, ya está, ahora sí aprendiste el oficio.” “Eso me gustó” “¡Haberlo dicho antes!” “Eso está muy bien. Vamos, ven a ayudarme a llamar a mis clientes allá arriba.”
Por fin el oficio había penetrado en las venas."

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