viernes, 15 de febrero de 2013

El origen del impuesto de la renta (Política, Economía. 1.260)


Un interesante artículo que repasa la historia, causa y origen del impuesto de la renta en EE.UU., que ha evolucionado hasta provocar como escribió Frank Chodorov: “Por dondequiera que mires esta enmienda, llegas al hecho de que da al gobierno un derecho prioritario sobre toda propiedad producida por sus súbditos”:

Un artículo del Instituto Mises Hispano:
“Las libertades conseguidas por los americanos en 1776 se perdieron en la revolución de 1913”, escribía Frank Chodorov. De hecho, la casa de un hombre solía ser su castillo. Sin embargo, el impuesto de la renta daba al gobierno las llaves de todas las puertas y el derecho único a cambiar las cerraduras.
Hoy el pueblo estadounidense ya no es el amo y el gobierno ha dejado de ser el sirviente. ¿Cómo pudo ser? La Revolución realizada en nombre de los derechos naturales a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad prometían entronizar las ganancias del individualismo. Por el contrario, los impuestos federales sobornan a estados e individuos para servir a los intereses de una sumisión cada vez mayor a la voluntad centralizada.
¿Cómo llegó la esclavitud de los impuestos a la tierra de los libres?

1812

La primera propuesta para fijar un impuesto de la renta en Estados Unidos se produjo durante la Guerra de 1812. Después de dos años de guerra, el gobierno federal había acumulado la entonces fabulosa cifra de 100 millones de dólares de deuda. Para financiar la guerra contra Gran Bretaña, el gobierno dobló los tipos de su mayor fuente de ingresos, los aranceles a las importaciones, que obstaculizaban el comercio y acababan generando menos ingresos que los tipos antes más bajos. En lo más crudo de la guerra, se fijaron impuestos especiales sobre bienes y productos y se gravaron viviendas, esclavos y tierras. Después de que acabara la guerra en 1816, se abolieron estos impuestos y se aprobó en su lugar un alto arancel para eliminar la deuda de guerra acumulada. Afortunadamente se derrotó la idea de un impuesto de la renta.
Sin embargo, el malévolo espíritu del impuesto de la renta reapareció como medida para financiar los ejércitos de la Unión para impedir la secesión de la Confederación. La guerra fue cara, costando de media 1.750.000$ diarios.[1] En su lucha por atender estos gastos, el Congreso Republicano pidió mucho prestado, dobló los tipos de los aranceles (el Arancel Morrill provocó inicialmente la secesión del sur profundo), vendió terrenos públicos, impuso un montón de tasas de licencia, aumentó los viejos impuestos especiales y creó otros nuevos. Pero nada de esto era bastante.

1861

En julio de 1861 el Congreso aprobó un impuesto del 3% a toda renta por encima de los 600$ anuales (unos 10.000$ actuales). Sin embargo, no se recaudó nunca nada porque se aprobó un segundo impuesto antes de aplicar el primero (el 30 de junio de 1862). La demanda de recursos de la guerra hacía ineficaz el primer impuesto y la venta de bonos no podía sostener los gastos de la administración y los ejércitos. En marzo, el Congreso aprobó un impuesto de la renta de un 3% sobre rentas anuales de 600$ a 10.000$ y del 5% en rentas de 10.000$ a 50.000$ y también creaba un pequeño impuesto de sucesiones. Lincoln aprobó la propuesta el 1 de julio de 1862 para aplicarla un mes más tarde. Entonces la deuda de la Unión era de 505 millones de dólares.[2] Este impuesto incluía asimismo la primera aparición de las retenciones y se aplicó a salarios federales y a intereses y dividendos.[3]
El Congreso aprobó en 1863 un impuesto especial del 5% en rentas por encima de 600$ para pagar un programa de reclutamiento que pagara 2$ por recluta y abonando la paga del primer mes por adelantado.[4]
A mediados de 1864, se volvieron a subir los tipos. El impuesto del 3% sobre rentas por encima del 5% aumentó al 5%, se introdujo un nuevo tipo del 7,5% en rentas por encima de los 5.000$ y el viejo tipo de 5% en rentas por encima de los 10.000$ se aumentó al 10%. También se aumentó el impuesto sobre intereses y dividendos del 3% al 5%.
Y por primera vez, con los cambios, los estadounidenses tuvieron que jurar la veracidad de sus declaraciones y los asesores del gobierno pudieron discutir una declaración. La multa por no rellenar una declaración fue igualmente doblada al 10%.[5]
Al principio, el impuesto de la renta recaudaba pocos ingresos comparativamente en relación con la demanda de la guerra. Recaudando solo 2,7 millones de dólares en 1862-63, al año siguiente el impuesto saltó a 20,2 millones. Y creyendo que mucha gente de altas rentas estaba eludiendo al recaudador, el Congreso aumento los tipos sobre rentas por encima de 5.000$ al 10% y dio a los asesores el poder de estimar rentas y aumentar las multas por incumplimiento, desde multas del 25% al doble de ello por hacer declaraciones fraudulentas. En 1866 el 30% de los ingresos federales provenían del impuesto de la renta totalizando 73 millones de dólares y recaudados principalmente en solo tres estados, Nueva York, Pennsylvania y Massachusetts.
Tratando de aumentar el cumplimiento y la veracidad de las declaraciones, el gobierno llegó a ponerlas a disposición de la prensa. Esta práctica se prohibió en 1870.[6]
La Confederación también experimentó con un impuesto progresivo de la renta y acabó fijando un impuesto en especie que destruyó aún más la economía ya rota y bloqueada del sur.[7]

1865

Después de acabar la guerra, se mantuvo el impuesto de la renta para pagar la gigantesca deuda pública, pero se estaba creando resistencia. En 1867, los tipos progresivos fueron reemplazados por un tipo único del 5% a todas las rentas por encima de los 1000$ anuales. Sin embargo, la multa por no declarar aumentó al 50% y la fecha de pago se trasladó del 30 de junio al 30 de abril.[8]
Este impuesto de la renta expiró en 1870 y fue reemplazado con un impuesto del 2,5% a rentas por encima de los 2.000$. Finalmente cuando expiró la ley en 1872, Estados Unidos estaba de nuevo sin impuesto de la renta.
En los años de posguerra, una economía en auge produjo superávits arancelarios durante décadas, pero esto no impidió muchos intentos de reinstaurar un impuesto de la renta, con miembros del Congreso presentando sesenta y ocho propuestas para hacerlo entre 1874 y 1894.

1894

En medio del pánico de 1893, se aprobó una enmienda estableciendo un impuesto del 2% a todas las rentas por encima de los 4.000$ anuales (unos 50.000$ actuales), pero exceptuaba los salarios de cargos estatales y locales, jueces federales y el presidente.
El senador demócrata David Hill, de Nueva York, lamentaba: “Puede ser impracticable que nuestro experimentos distintivamente estadounidense de libertad individual deba continuar”.[9]
El presidente Cleveland se oponía al impuesto de la renta, pero dejó que se convirtiera en ley sin su firma, creyéndolo inconstitucional. En 1895 el Tribunal Supremo sentenció 5-4 contra el impuesto de la renta, diciendo que sus provisiones equivalían a un impuesto directo, que estaba prohibido por la Constitución de EEUU.[10]
El artículo I, secciones 8 y 9 declara que los impuestos directos deben distribuirse entre los estados de acuerdo con el censo. La Decimosexta Enmienda estaba pensada para eludir este problema.

1895-1909

Aparte de un intento de crear un impuesto de la renta para pagar la guerra hispano-estadounidense, el impuesto de la renta desapareció como tema importante. Sin embargo, el Partido Demócrata, dando la espalda a su herencia jeffersoniana, apoyó una enmienda constitucional sobre el impuesto de la renta en sus programas de partido en 1896 y 1908.[11]
En 1908 Theodore Roosevelt apoyó tanto un impuesto de la renta como un impuesto de sucesiones, convirtiéndose en el primer presidente de Estados Unidos en proponer abiertamente que el poder político del gobierno se utilizara para redistribuir riqueza.
Entretanto facciones dentro del Congreso creaban una enmienda de compromiso y en 1909 el presidente Taft, del que se sabía que era favorable a un impuesto de la renta, si no necesariamente de una enmienda, declaraba que aunque la ratificación podría ser difícil, se había “convencido de que una gran mayoría del pueblo de este país está a favor de conceder al Gobierno Nacional el poder de recaudar un impuesto de la renta”.[12]
Ese mismo año se aprobó abrumadoramente en el Congreso la enmienda del impuesto de la renta y fue enviada a los estados. El último estado ratificó la enmienda el 13 de febrero de 1913. El Springfield Republican informaba: “La Decimosexta Enmienda debe su existencia principalmente al oeste y el sur, donde las rentas individuales de 5.000$ o más son comparativamente pocas”.[13]

1913

Richard E. Byrd, portavoz de la Cámara de Delegados de Virginia, predijo: “una mano de Washington se estirará y se pondrá por encima de todo negocio de un hombre. (…) Duras multas impuestas por tribunales distantes y poco conocidos amenazarán constantemente al contribuyente. Un ejército de funcionarios federales, espías y detectives descenderá sobre el estado”.[14] Pandora había abierto la caja.
Las elecciones presidenciales de 1912 serían disputadas por tres defensores del impuesto de la renta. El ganador, Woodrow Wilson, después de la ratificación de la Decimosexta Enmienda, convocó una sesión especial del Congreso en abril de 1913, que procedió a aprobar un impuesto de la renta del 1% sobre rentas por encima de 3.000$ y aplicaba recargos entre el 2% y el 7% a rentas de 20.000$ a 500.000$. Pocos años después, el Tribunal Supremo besaba y adoraba la progresividad.
El impuesto de la renta volvió como producto de una poco razonable combinación entre intelectuales estatistas con visiones de utopías patrocinadas por el estado, demagogos envidiosos y el deseo de intereses establecidos de gente rica para impedir cualquier competencia a su posición y trasladar los costes de negocios a un estado regulatorio extendido del bienestar.[15]
Al principio los ingresos recaudados por el nuevo impuesto de la renta fueron desalentadores: solo 28 millones de dólares en 1914. Pero luego se aceleró. 41 millones al año siguiente, cuando el tipo máximo era del 7% y casi 68 millones en 1916, cuando se aumentó al 15%.[16] Se acabaría recaudando más de 1.000 millones mediante el impuesto de la renta durante toda la Primera Guerra Mundial, cuando los tipos se aumentaron al 67% en 1917 y el 77% en 1918 e hicieron del odiado impuesto la característica permanente en que se ha convertido hoy.[17]
Después de la guerra, el tipo máximo caería al 73%. En la década de 1920 cayó a un mínimo del 24% en 1929 pero nunca volvió a estar tan bajo como el tipo prebélico del 7% ¿Qué darían hoy los estadounidenses por un tipo del 7%?, se pregunta uno. Hoover y los republicanos aumentaron los tipos al 25% en 1930, luego al 63% en 1932. Bajo el estatismo corporativo del New Deal, los tipos saltaron al 79% en 1936, al 81% en 1940, agotándose finalmente en el 94% en 1944-45.
Los tipos más bajos mostraron el mismo apetito, partiendo de un tipo del 1% en rentas por debajo de 20.000$ en 1915. En 1917 se convirtió en un 2% hasta los 2.000$, luego el 6% hasta 4.000$. En 1941, el tipo más bajo era del 10% en rentas por debajo de 2.000$. En 1945 había saltado al 23%. Hoy es del 10% sobre rentas anuales hasta 7.000$; el 15% en rentas por debajo de 28.000$. El 10% superior de las mayores rentas paga el 60% de todos los ingresos por impuestos. Y la mitad superior paga por encima del 95% de todos los ingresos recaudados por el impuesto federal de la renta.[18] El estadounidense medio trabaja hoy veinte años para e gobierno simplemente para pagar sus impuestos.[19]
En 1943 el gobierno empezó a retener impuestos bajo el consejo de Milton Friedman.[20] Después de acabar la guerra, continuó este método de robo mediante impuestos (y aumentos fiscales).
Hasta 1964 no se rebajaron los tipos máximos, hasta el 77%. En 1982 el tipo máximo se rebajó al 50% y a finales de los ochenta había bajado al 28%.[21] Pero los tipos aumentaron de nuevo al 31% bajo George H.W. Bush y de nuevo en 1993 al 39,6% bajo Clinton. George W. Bush aparentemente sostiene como principio inmutable que ningún estadounidense debería ver gravado más de un tercio de su renta por el gobierno federal. John Kerry, si llega a ser presidente, parece probablemente sugerir que los tipos han de subir al nivel de Clinton.
El impuesto de la renta llegó a ser lo que es durante la Segunda Guerra Mundial, devorando la riqueza y las libertades estadounidenses como una plaga de langosta, hasta llegar a convertirse en el impuesto casi universal que conocemos hoy. En 1940, se rellenaron menos de quince millones de declaraciones de renta. Solo diez años después, en 1950, la cifra sería de cincuenta y tres millones. En 1939 el impuesto de la renta recaudó 1.000 millones de dólares. 16 años después recaudaría 19.000 millones.[22] El estado ha encontrado sus cosechas más fértiles: los contribuyentes de clase media y trabajadora. Como remarcaba el Magistrado Jefe, John Marshall, en verdad “el poder de fijar impuestos incluye el poder de destruir”.
Ajustándolo a la inflación, en los 81 años que van desde la aprobación del impuesto de la renta en 1913 a 1994, el gasto público aumento ¡un 13.592%![23]
El gran crítico del impuesto de la renta, Frank Chodorov, escribió: “Por dondequiera que mires esta enmienda, llegas al hecho de que da al gobierno un derecho prioritario sobre toda propiedad producida por sus súbditos”.[24] El gobierno de Estados Unidos “proclama sin rodeos la doctrina de la riqueza colectivizada. (…) Lo que no se lleve es una concesión”.[25]
Con gran honradez, Frank Chodorov se lamentaba: “Los Estados Unidos ya no son los Estados Unidos de la Declaración de Independencia”.[26]
[1] Emancipating Slaves, Enslaving Free Men: A History of the Civil War, de Jeffrey Rogers Hummel (Open Court, 1996), p. 222.
[2] The Politics and Development of the Federal Income Tax, de John F. Witte (University of Wisconsin Press, 1985), p. 69.
[3] The United States Federal Income Tax History from 1861 to 1871, de Harry Edwin Smith (Houghton Mifflin Co., 1941), pp. 54, 56.
[4] Ibíd. p. 64.
[5] Ibíd. p. 66.
[6] Ibíd. p. 67-68.
[7] Hummel, p. 227.
[8] Smith, pp. 74-75.
[9] “The Sixteenth Amendment: The Historical Background”, de Arthur A. Ekirch, Jr. Cato Journal 1 (Primavera de 1981), p. 168.
[10] Ibíd. pp. 168-169.
[11] Ibíd. pp. 171-172.
[12] Ibíd., p. 173.
[13] Ibíd., p. 178.
[14] Ibíd., p. 177-178.
[15] “The Political Economy of the Origin and Development of the Federal Income Tax”, de Bennett D. Baack y Edward John Ray, en Emergence of Modern Political Economy, ed. Robert Higgs (AI Press, 1985), pp. 127-131.
[16] Ekirch, p. 182.
[17] Ekirch, p. 182.
[19] Lost Rights: The Destruction of American Liberty, de James Bovard (St. Martin’s Griffin, 1995), p. 289.
[20] “Best of Both Worlds” (entrevista con Milton Friedman), Reason, junio de 1995, p. 33.
[21] Federal Tax Policy, 5ª Ed. Por Joseph A. Pechman (Brookings Institution, 1967), p. 313.
[22] The Internal Revenue Service, de John C. Chrommie (Praeger Publishers, 1970), pp. 21-22.
[23] “Original Intent and the Income Tax”, de Raymond J. Keating (The Freeman, Febrero de1996), p. 71.
[24]  The Income Tax: Root of All Evil, de Frank Chodorov (Devin-Adair, 1954), p. 12.
[25] One Is a Crowd, de Frank Chodorov (Devin-Adair, 1952), p. 154.
[26] The Income Tax: Root of All Evil, de Frank Chodorov (Devin-Adair, 1954), pp. 6, 8.
Publicado el 7 de septiembre de 2004. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí."

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Twittear