martes, 5 de febrero de 2013

Los libertarios siempre seremos minoría. (Economía, Política. 1.221)


Luís I. Gomez muestra porqué los libertarios siempre serán minoría:

"Al principio, un grupo pequeño de gentes armadas conquista un territorio. El “Señor” de turno con sus guerreros toma una ciudad, matando a los guardias, amedrentando a la población y declarándose proveedor monopolista de la seguridad. Para ello establece un precio, un impuesto. Esta no ha sido siempre una tarea fácil, los hombres solían estar armados hasta los dientes y eran muy celosos de sus propiedades. Ya en el siglo XIV Maquiavelo nos relataba lo difícil que era conquistar una ciudad de la Liga Hanseática y mantenerla bajo dominio, porque sus habitantes se defendían hasta la muerte y con gran bravura. Cuando los “Señores” consideraban la conquista de un territorio o el mantenimiento del domino sobre él era excesivamente costosa, se dedicaban a otros territorios menos  exigentes.
vasallajeCon el paso del tiempo, sin embargo , los dominadores encontraron una fórmula maravillosa por la cual ir reduciendo la resistencia de los dominados:  basta con conquistar como estado un territorio y ofrecer a los niños de ese territorio educación “gratuita”. La idea por la que todos pagaban en una caja con la que se mantenía la enseñanza de los niños les pareció a todos un gran logro. Al dominador y sus guerreros no les quedaba otra que tener paciencia, ver el asunto como una inversión de futuro: reducimos los impuestos pero escribimos nosotros los planes de estudio. Además nos aseguramos de que se sigan exactamente nuestros planes, y no otros. Poco a poco fueron convirtiendo a los niños en las escuelas en creyentes del estatismo, reduciendo en lo posible la diversidad y el genio al tiempo que se consolidaban los principios por los que los impuestos son buenos para toda la sociedad. Al cabo de dos generaciones ya era posible volver a subir impuestos y retomar la senda del enriquecimiento y la consolidación del poder. La base para una resistencia eficiente había sido eliminada.
Los “Señores” direron un paso más con la instauración de empresas estatales. Estas empresas realizaban obras de interés general y se alimentaban de leyes, impuestos y subvenciones. Implicaron a los magantes de la época, haciéndolos parte de la red corrupta empresarial mediante las mismas armas: leyes, impuestos y suvbenciones. Con el tiempo la mayor parte de las personas recibían, de algún modo, dinero del Estado. El Estado es el origen de la corrupción, tanto en lo público como en lo privado.
La desesperanza nos abate a los libertarios (no importa si minarquistas, liberales, libertarios, anarcocapitalistas,…) cuando, dándonos cuenta de que la razón – incluso la moral – están de nuestro lado a la hora de argumentar contra el estado, nos vemos incapaces de hacérselo ver a los demás: ¿Somos acaso especiales? No. ¿Más inteligentes? Tampoco.
Permítanme que le demos un vistazo a los principios de la psicología de la persuasión: reciprocidad, consistencia, validación social, atracción/agrado, autoridad y escasez.
Casi todos nosotros hemos ido a la escuela porque todos los demás lo hacían (validación social), porque los demás nos dicen que ha de hacerse (autoridad) y porque nuestros amigos también estaban en la escuela (atracción/agrado). A través de esa asociacón el niño relaciona a sus amigos (escuela) con grupo social (estado), como algo normal, una situación en la que se siente seguro. En la escuela la mayoría de las personas pierden su capacidad de pensar y crear por sí mismos, adiestrados en lo importante de pensar y actuar dentro de la “normalidad”. Más tarde, cuando las personas salen al mercado laboral, se les presenta un contrato de trabajo “garantizado” por el estado. Su entorno social tampoco pone en entredicho la legitimidad y necesidad de la existencia del estado. Ante una situación de crisis económica/pérdida de trabajo, lo normal es mirar hacia el estado y esperar su reacción, que se supone ha de ser protectora. El estado entonces crea nuevas leyes y aumenta los impuestos para poder desarrollar esas leyes. El estatista moderado verá bien que se salven puestos de trabajo financiando una empresa privada. El estatista más radical exigirá que el estado se haga cargo por completo de esa actividad empresarial. A ninguno se le pasará por la cabeza que puede haber otra solución. Además, el estatista se siente agradecido (reciprocidad) ante el estado, que es quien le provee de derechos, sanidad, educación, … en ese momento entra en acción el principio de consistencia: el estatista debe defender al estado de los ataques de libertarios alegres e insensatos! El condicionamiento ha sido perfecto.
Los hechos: hoy el 70% de los españoles no son productivos (jubilados, niños, parados, funcionarios, banqueros, empleados en empresas sobresubvencionadas, …) ¿Cómo esperar que una mayoría puede ver con buenos ojos ideas antiestatistas? Estamos condicionados, chantajeados y hemos olvidado pensar independientes gracias a la educación que nos ha dado el estado. La connivencia con que los medios “agradecen” al estado su seguridad no hace sino impedir que contactemos con otras formas de pensar. El 30% restante tampoco estará por la labor de repensar la estructura social en que vive: miedo a ser señalado como loco alegre, iluso, soñador. Le basta con ser un trabajador digno y no robar a nadie para comer él. Es un grave error:
Debes no robar, trabajar y producir más de lo que consumes, para que los “señores” puedan seguir robando, ya que tú no lo necesitas. Y cuando necesites algo de aquello que los “señores” han escrito en el catálogo de necesidades socialmente permitidas, siempre habrá unas migajas a repartir gracias al invento de la solidaridad obligatoria (¡justicia social!) .
Este sistema no puede funcionar eternamente, claro, pero al estado le da igual: caeremos todos juntos en la fosa que nos hemos cavado."

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