A su vez se ayuda de la sensacional obra (y que debiera ser de imprescindible lectura) "Camino de servidumbre" de Friedich A. Hayek, en el que se analizaba los riesgos e involución llevadas a cabo por ideologías colectivistas como la nacional-socialista (Nazi) o el comunismo.
Sin embargo, no coincidiría con el autor en el punto de la secesión o independencia, que sería otro debate.
Artículo del Instituto Juan de Mariana:
Fue Lord Acton quien, criticando el nacionalismo del siglo XIX, escribió que “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Y fue Juan de Mariana quien a finales del siglo XVI describió perfectamente a los tiranos en su obra de economía política De Rege et regis institutione (1599):
La república (res-pública) tiene su antítesis en el gobierno popular, y la aristocracia, en lo que llamaron los griegos oligarquía, en la que, si bien los poderes públicos están confiados a pocos, no se atiende ya a la virtud, sino a las riquezas. Y es preferido a los demás el que disfruta mayores rentas. La tiranía, que es la última y peor forma de gobierno, es también antitética de la monarquía, y ejerce sobre los súbditos un poder riguroso.Los casos de corrupción de la familia Pujol y del entramado político empresarial que les rodea ([1], [2], [3], [4], [5], [6], [7], [8], [9], [10], [11], [12], [13], [14], [15], [16], [17], [18]) explican perfectamente como las ideologías políticas pueden estudiarse como meras religiones seculares que permiten el ejercicio del poder sobre un territorio por parte de las oligarquías. Es curioso comprobar como la familia Pujol y sus acólitos han logrado tejer tal entramado de intereses y contactos políticos y empresariales que, desde hace años, los ciudadanos todavía estamos esperando que alguno de los personajes del clan Pujol sea procesado penalmente y entre en la cárcel por algunos de los delitos que se le imputan y que solo quedan expuestos gracias al trabajo de unos pocos medios de comunicación libres.
(Mariana, 1981), p. 61.
La España de las Autonomías está siendo un laboratorio social en donde se puede observar cómo evolucionan los experimentos políticos sobre la estructura territorial de un país, cuando las competencias no quedan perfectamente fijas y delimitadas.
Las autonomías están planteando serios problemas de viabilidad económica y política porque, cual antiguos reinos de taifas, o cual antiguos cantones, sirven para repartir el poder e incentivar las ansias de poder y dinero absolutos por parte de oligarquías extractivas de los recursos públicos y de oligarquías destructivas del propio orden político.
En su día, analizamos como el derecho a decidir pertenece a todos los españoles y estudiamos como existen instrumentos legales para frenar el nacional-separatismo. Sin embargo, la actual incertidumbre tampoco tiene que llevarnos a la intranquilidad por el devenir del país.
En el caso de que un Pacto Secesionista instase una declaración unilateral de independencia similar a la que realizó Luis Companys el 6 de octubre de 1934, el Gobierno de España debe aplicar el artículo 155 de la Constitución Española de 1978 para exigir el cumplimiento de la ley y debe plantear querellas criminales por los delitos de rebelión contemplados en los artículos 477 y 478 del Código Penal que, curiosamente, estará vigente hasta el 28 de octubre de 2015.
Obviamente, la gente sensata, los ciudadanos de bien, no quieren que se repita la historia y que ocurran rebeliones como las de 1873 y 1934. Todo dependerá del Gobierno de España y el Parlamento que deben analizar seriamente el problema planteado y, en su caso, actuar con contundencia para que prevalezca el artículo 1.2 de la Constitución y se cumpla la ley vigente.
La democracia liberal es el único régimen político que permite dotar la triple seguridad (exterior, interior y jurídica), necesaria para el arraigo de las instituciones (morales, jurídicas, económicas y políticas) que permiten las garantías legales y la dispersión pluralista del poder y, consecuentemente, defienden a la población de un país frente a la plaga del populismo y a su principal herramienta, la demagogia.
Por ello, desde dicha perspectiva de análisis, entendemos lícito comparar el camino de servidumbre al nacional-separatismo con la involución institucional en el nacional-socialismo, dado que constituyen un problema de primer orden institucional y sólo se diferencian en su grado de involución.
La siguiente tabla comparativa, representa los puntos de coincidencia institucional entre el nacional-separatismo y el nacional-socialismo. De hecho, existen muchas coincidencias en las políticas que aplican, puesto que son nacionalismos destructivos, que discriminan unos ciudadanos frente a otros y enfrentan unas regiones con otras, mediante el incumplimiento de la ley, debido a los espurios intentos de maximizar el dinero y el poder de las oligarquías destructivas.
Espero sepan apreciar esta tabla comparativa. Como investigador social, estudio el origen de los procesos de involución y de evolución del marco institucional que, esencialmente, dependen de los tipos de dirigentes que gobiernen y de la menor o mayor protección de los derechos civiles y la libertad de los ciudadanos que se consigue con: dispersión pluralista del poder, separación de poderes, independencia del poder judicial, independencia de los jueces, protección de la igualdad ante la ley, democracia interna, financiación transparente...
Quizás sea oportuno recordar que el premio Nobel de 1974, Friedrich A. Hayek analizó con detalle en 1944 el régimen nacional-socialista alemán, cuando el político Adolf Hitler y sus secuaces todavía intentaban imponer una utopía al resto de la sociedad europea.
Aquellos que lean The Road to Serfdom (Camino de Servidumbre) observarán como Hayek analizó perfectamente la involución institucional en el nacional-socialismo y como su descripción aplica también al nacional-separatismo y a otras ideologías colectivistas como el comunismo:
Just as the democratic statesman who sets out to plan economic life will soon be confronted with the alternative of either assuming dictatorial powers or abandoning his plans, so the totalitarian leader would soon have to choose between disregard of ordinary morals and failure. It is for this reason that the unscrupulous are likely to be more successful in a society tending toward totalitarianism. Who does not see this has not yet grasped the full width of the gulf which separates totalitarianism from the essentially individualist Western civilization.
The totalitarian leader must collect around him a group which is prepared voluntarily to submit to that discipline they are to impose by force upon the rest of the people (…)
There are three main reasons why such a numerous group, with fairly similar views, is not likely to be formed by the best but rather by the worst elements of any society.
First, the higher the education and intelligence of individuals become, the more their tastes and views are differentiated. If we wish to find a high degree of uniformity in outlook, we have to descend to the regions of lower moral and intellectual standards where the more primitive instincts prevail (…)
Advancement within a totalitarian group or party depends largely on a willingness to do immoral things. The principle that the end justifies the means, which in individualist ethics is regarded as the denial of all morals, in collectivist ethics becomes necessarily the supreme rule. There is literally nothing which the consistent collectivist must not be prepared to do if it serves ‘the good of the whole’, because that is to him the only criterion of what ought to be done”
(Hayek; 1944), p. 51-53.
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