lunes, 10 de mayo de 2021

Así es como la izquierda caviar está haciendo que la vida sea más cara para los más pobres

Elentir analiza cómo la izquierda caviar está haciendo que la vida sea más cara para los más pobres, a raíz de la típica frase de izquierdas (repetida nuevamente hasta la extenuación tras su derrota en las elecciones de Madrid, empezando por Monedero) “No hay nada más tonto que un obrero de derechas”, que es fácil de desmontar y darle la vuelta...


Artículo de Contando Estrelas: 



“No hay nada más tonto que un obrero de derechas”. Es una frase muy repetida por la izquierda, que se arroga la representación de los menos pudientes.

Una izquierda dedicada a erosionar la Libertad y la prosperidad

Ateniéndonos a los hechos, a esa frase deberíamos darle la vuelta: es un disparate que un obrero apoye a la izquierda. Primero, porque la izquierda tiene una peligrosa tendencia a erosionar la Libertad, como han visto todos los que han padecido dictaduras comunistas, y no hay nada más tonto que apoyar a aquellos que quieren imponer un régimen antidemocrático en el que no tengas derecho a opinar libremente y puedas ser encarcelado y torturado por discrepar del gobierno, como ocurre en Cuba, Corea del Norte, China y Venezuela.

Pero además, debemos recordar que la izquierda sostiene en mayor o menos medida un discurso anticapitalista y contrario al libre mercado, y la realidad es que han sido precisamente el capitalismo y el libre mercado el que más ha contribuido a extender la prosperidad en el mundo. La existencia de empresas privadas que buscan ajustarse a las preferencias y demandas de los consumidores ha demostrado ser el método más eficaz de creación de riqueza y empleo.

Los efectos de las recetas económicas socialistas y comunistas

Por el contrario, el comunismo ha demostrado ser el mayor creador de miseria. Incluso en un entorno capitalista, como hemos tenido la desgracia de comprobar en primera persona, los gobiernos socialistas ya han logrado llevar a España a la ruina en tres ocasiones en las últimas tres décadas, provocando unas cifras de paro escandalosas con sus recetas empeñadas en penalizar la creación de riqueza, promover el expolio fiscal y ahuyentar a los inversores.

Basta con ver lo ocurrido en Venezuela para darse cuenta de la enorme capacidad que tiene el socialismo de generar ruina y miseria: un país con una enorme riqueza petrolífera se ha convertido en uno de los más pobres de toda América tras 23 años de socialismo bolivariano, un disfraz bajo el que se escondía el comunismo de toda la vida. Hoy los venezolanos protagonizan el mayor éxodo que ha vivido ese continente en muchos años, huyendo de la miseria y de la opresión de la dictadura chavista. Una dictadura a la que la ultraizquierda europea, entre ella Podemos, apoyó con entusiasmo. En Venezuela muchos han visto una imagen que no era nueva, la de los supermercados desabastecidos:

Era el mismo aspecto que presentaban muchos supermercados soviéticos en los últimos años de la URSS, como vemos en esta foto de Gennady Galperin/Reuters:

Así estaba un supermercado en la ciudad de Moscú el 20 de diciembre de 1990, un año antes de la desaparición de la Unión Soviética (foto de Shepard Sherbell):

Así estaba un supermercado de Moscú en 1991; en diciembre de ese año se disolvió la URSS (foto de Sovfoto/UIG):

Y esto de aquí es una larga cola para comprar papel higiénico durante la dictadura comunista en Polonia en la década de 1980:

España empezó a destruir empleo ya antes de la pandemia

Empecemos a pensar lo que está pasando en España ya desde antes de la pandemia. Entre 2018 y 2019 socialistas (PSOE) y comunistas (Podemos) pactaron subir un 22,3% el salario mínimo, en un acto de colosal demagogia e irresponsabilidad con el que pretendían atribuirse el supuesto mérito de que los trabajadores recibiesen un sueldo mayor. En realidad, lo que hace el salario mínimo es fijar un umbral de productividad para acceder al mercado laboral: si no llegas, te quedas en el paro. Una medida así perjudica especialmente a los trabajos menos cualificados. El gobierno negó la evidencia, pero al final se cumplió lo que muchos avisaban: ya antes de la pandemiaEspaña había pasado de crear empleo a destruirlo, especialmente en el sector agrario.

La pésima gestión del gobierno socialista-comunista durante la pandemia ha agravado y mucho esa situación. La imprevisión del gabinete de Pedro Sánchez y las medidas que tomó -empezando por impedir trabajar a muchas empresas- han disparado el paro y la pobreza en España, haciendo que las llamadas “colas del hambre” se incrementen de manera alarmante. En este escenario, el gobierno no ha tenido mejor ocurrencia que anunciar una subida masiva de impuestosque afectará especialmente a las rentas más bajas, con medidas tan injustas y abusivas como el cobro de peaje por el uso de autovías y carreteras que ya pagamos con nuestros impuestos. Ese expolio fiscal sólo conseguirá ahuyentar aún más a los inversores, destruyendo más puestos de trabajo.

La izquierda caviar: acomodados que dedican su tiempo a ocurrencias ideológicas

En los años 80 se acuñó en Francia la expresión “izquierda caviar” para referirse a los izquierdistas que llevaban una vida acomodada que cuadraba muy poco con su ideología. Esa izquierda caviar tiene preocupaciones muy diferentes a las de la gente con menos recursos. Mientras a ésta le preocupa tener trabajo para poder dar de comer a sus hijos, la izquierda caviar, que tiene la vida resuelta -a menudo gracias a sueldos públicos que pagamos todos- se dedica a pasatiempos como el ecocatastrofismo, el animalismo, la ideología de género y otras pintorescas ocurrencias ideológicas.

Como consecuencia de esas pautas ideológicas, hoy en día muchos miembros de la izquierda caviar están aplaudiendo que se impongan peajes a todos los conductores, incluso a los menos pudientes, porque al fin y al cabo esos socialistas y comunistas de clase media o alta no van a ser los más afectados por esas medidas. Consideran que así se hace un favor a la ecología, aunque el efecto inmediato sea encarecer el coste de la vida a los más pobres.

Los ejemplos de la carne, los viajes en avión y la factura de la luz

Últimamente han tenido otras ocurrencias, como que deberíamos dejar de comer carne: ya se está hablando de crear un impuesto a los productos cárnicos con el pretexto de “reducir su impacto medioambiental”, cuyo posible efecto será una merma en la producción de alimentos y su consiguiente encarecimiento.

También nos han dicho que deberíamos viajar menos en avión por motivos ecológicos: Hacienda acaba de anunciar un impuesto a los billetes de avión que llama “tasa ecológica” y que hará que ese tipo de viajes sean menos asequibles para la clase media y baja. Mientras tanto, todos los españoles seguimos pagando los frecuentes vuelos de Pedro Sánchez en su avión oficial Falcon.

Además, el empeño ecologista por cerrar centrales nucleares y promover energías renovables, mucho más caras y mucho menos rentables, ya ha costado a España en los últimos años decenas de miles de millones de euros, que ya se ha plasmado en un constante aumento de la factura de la luz para todos, pero que afecta especialmente a las rentas más bajas.

La utopía comunista del Foro Económico Mundial: «No poseerás nada y serás feliz»

Que estas medidas perjudiquen a los menos pudientes es algo que a la izquierda caviar le trae sin cuidado. Una de las predicciones hechas por el progresista Foro Económico Mundial en 2017 para 2030 fue: “No poseerás nada y serás feliz”. Es la vieja utopía comunista con un nuevo disfraz, pero con el mismo resultado: eliminar el derecho a la propiedad privada y convertirnos en esclavos del Estado. De hecho, la última reunión de ese Foro tuvo a la China comunista como principal protagonista. Todo parece apuntar a que la izquierda está aprovechando la pandemia para acelerar esa agenda política. Una pandemia que casualmente surgió de China. Y aún hay quien dice que “no hay nada más tonto que un obrero de derechas”, cuando es precisamente la izquierda la que está arruinando a los trabajadores. A ver si algunos despiertan ya.

Foto principal: Peter Turnley. Habitantes de la ciudad rusa de Novokuznetsk haciendo cola a la entrada de una tienda en los años finales de la URSS.


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