miércoles, 7 de septiembre de 2016

¿Alquileres "piratas" o nuevos competidores?

Diego  Barceló analiza la nueva intromisión política para frenar y entorpecer los libres acuerdos entre personas en referencia a las nuevas plataformas de alquileres entre particulares, y el daño que ello conlleva al conjunto de la sociedad.


Artículo de Libre Mercado:
"Si se mueve, ponle impuestos; si se sigue moviendo, regúlalo. Y si deja de moverse, subsídialo"
Ronald Reagan
A lo largo de los últimos años se ha ido extendiendo, a través de plataformas como Airbnb y Booking, la posibilidad de concertar alquileres temporales entre particulares. El gran crecimiento de esta modalidad es proporcional a las ventajas que ofrece a todas las partes implicadas.
Por ejemplo, desde el lado de la oferta, los propietarios acceden a un mercado global, con el que pueden aumentar la ocupación de sus pisos. También hay familias que ahora pueden complementar sus ingresos alquilando una habitación antes en desuso. Desde el punto de vista de los demandantes, alquilar un piso por unos días en casi cualquier lugar del mundo puede hacerse con solo intercambiar un par de correos electrónicos.
Esa mayor facilidad para contratar en la práctica significa que el mercado se ha agrandado. Hay gente que visita España gracias a que ahora puede obtener su alojamiento a un precio inferior. Por eso mismo, hay españoles para los que viajar al exterior ahora sí es posible. Además, es más fácil resolver situaciones particulares. Por caso, gente con necesidades de dieta especiales puede viajar más al poder contar con una cocina donde preparar sus alimentos. Todo esto no solo favorece la actividad y el empleo en las ciudades receptoras (bares, restaurantes, tiendas, etc.), sino que también es bueno para el conjunto de la economía (empresas de transporte, aeropuertos, autopistas, etc.)
Es verdad que los hoteles, en general, ahora encuentran una competencia mayor. Y eso también es bueno para el conjunto de la sociedad. Porque la mayor competencia obliga a buscar la forma de mejorar el servicio y/o de bajar los precios. Lo que tenemos, en realidad, no es más que otro ejemplo del progreso que puede surgir cuando se deja a la gente trabajar y contratar en libertad. En otras palabras, un ejemplo más de los beneficios del libre mercado.
Todas las evidencias anteriores no son suficientes para desanimar a los que creen que la función del gobierno es dirigir la vida de los ciudadanos. En Barcelona, el Ayuntamiento ha enviado cartas pidiendo que se delate a quienes ejerzan esta actividad (¡qué manera de promover la discordia entre vecinos!). En Asturias, se los obligará a registrarse y ser inspeccionados, bajo amenaza de multa. Hay más ejemplos.
Si el problema es que los ingresos por esos alquileres no se declaran, nunca la Agencia Tributaria ha tenido tan fácil combatir la evasión. Con un solo click puede saber qué pisos se ofrecen, a qué precio, cuándo están ocupados, etc. Si la intención es "garantizar" la calidad del servicio, no es necesario: las propias páginas web que intermedian tienen mecanismos para confirmar que las cosas son como se ofrecen (¡la gente no es tonta!). Si la idea es combatir una supuesta "competencia desleal", se le pueden poner las cosas más fáciles a los hoteles, quitándoles normas, tasas, permisos, inspecciones e impuestos.
El rasgo esencial del libre mercado no es el afán de lucro, como muchos aún creen. De hecho, en el mercado participan ONGs y cooperativas, que son entidades sin fines de lucro. El rasgo clave es la competencia. Es ella y no otra cosa lo que obliga a quienes compiten a mejorar. Por eso, la competencia es vital no solo para conseguir menores precios y mayor calidad, sino para incentivar el progreso general de la sociedad.
Las oportunidades de mayor competencia que nos ofrece la tecnología deberían ser aprovechadas en plenitud. No hacerlo sería tan torpe como tener una piscina y nunca llenarla de agua.

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