Guillermo Rodríguez analiza qué busca a largo plazo el socialismo democrático de la política woke en EEUU.
Artículo de El American:
El socialismo totalitario que se intentará imponer “democráticamente” en los próximos años sobre los Estados Unidos es maltusiano, ecologista y neomarxista. Entenderlo pasa por tomar nota de que para integrar en un cuerpo de doctrina marxista al maltusianismo, los teóricos del neosocialismo dieron su propia justificación a la siempre incumplida profecía de Marx sobre la miseria creciente del proletariado bajo el capitalismo.
El socialismo democrático
De la teoría económica marxista se deduce necesariamente que los salarios de los obreros caerían al nivel de subsistencia, al reproducirse los proletarios en mayor número con cada incremento de niveles salariales. Que la profecía jamás se cumpliera no significó que los marxistas la abandonaran, atribuyeron a diversas causas lo que consideraban un mero retraso e insistieron en que sí ocurriría finalmente, aunque de los días de Marx a los nuestros no ha dejado de ocurrir lo contrario. Y la justificación del “retraso” que permitió una síntesis de neomarxismo y maltusianismo fue la del teórico ecologista, Barry Commoner:
Hasta el momento el neosocialismo no ha tomado el poder por la fuerza. Ha empleado el terrorismo urbano de baja y media intensidad con tácticas de revolución molecular disipada. Y ha manipulado información, reglas e instituciones para torcer resultados electorales mediante desinformación y censura en una colusión de grandes tecnológicas, gran prensa, sindicatos y políticos.
Pero fueran limpias o no, únicamente han ascendido al poder mediante elecciones. Sus tácticas para avanzar hacia el totalitarismo son por ello muy diferentes de las del socialismo revolucionario del siglo pasado.
Por eso hay que insistir en que no se trata de una socialdemocracia con nuevos temas, es un proyecto revolucionario de ultraizquierda radical neomarxista revolucionario, con aspiraciones tan o más totalitarias que las de los dos grandes totalitarismos socialistas del siglo pasado –uno de los cuales llegó al poder por medios democráticos y desde ahí avanzó rápidamente al totalitarismo– y en ese sentido, lo único que diferencia al socialismo “democrático” de la izquierda radical del nuevo Partido Demócrata en Washington y la dictadura de Maduro en Caracas son los 20 años en el poder durante los que el chavismo destruyó la institucionalidad y la economía de Venezuela.
La primera elección que ganó Hugo Chávez en Venezuela ni siquiera fue objetada como la de Biden-Harris. Pero ya en el poder se ocupó de poner fin, tan rápidamente como le fue posible, a cualquier división de poderes e independencia institucional. Por medios no muy diferentes de los que ya exige a la administración Biden su propia ultraizquierda.
Todo el asunto, amigo conservador, apunta finalmente a una característica del viejo sistema soviético –retomada y reajustada por el nuevo tecno-totalitarismo seudocapitalista de Beijing– rara vez analizada adecuadamente: el explotador sistema de incentivos soviético. Como explica el economista Mancur Olson, el poder soviético:
Es un sistema explotador que depende del empobrecimiento y dependencia de las grandes mayorías a las que afirma falsamente liberar. Todo en beneficio de los pocos privilegiados que controlan el poder totalitario. Y eso es perfectamente compatible con una colusión de grandes negocios mercantilistas con el poder político en torno una ideología totalitaria compartida.
Así funcionó el nacionalsocialismo alemán del siglo pasado. Y así funciona el nuevo tecno-totalitarismo de Beijing. O la extraña combinación de Estado fallido y dictadura totalitaria en Venezuela. Como así también funciona todavía al estilo soviético en Cuba y Corea del Norte. Porque al final todos apuntan a dividir, debilitar, empobrecer, sojuzgar y explotar.
Eso y no otra cosa es lo que pretenden imponer “democráticamente” en los Estados Unidos a mediano y largo plazo, contra la decidida resistencia del medio país que todavía defiende el legado de libertad de los padres fundadores.
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