Artículo del Instituto Mises Hispano:
"Muchos estadounidenses, del Glenview State Bank of Chicago a la autora Ellen Brown suponen que el régimen económico nazi fue un éxito, pero un examen más cuidadoso nos muestra una historia de racionamiento, escasez y hambre. Aprender por qué fracasó su economía puede enseñarnos cómo evitar el mismo destino.
Antecedentes
El mito dice que después de que Hitler heredara un país devastado por la Gran Depresión en 1933, sus políticas agresivas dieron la vuelta a la nación y crearon una potencia económica. Pero la verdad, como argumenta el profesor Evans de la Universidad de Cambridge en su trascendental historia The Third Reich Trilogy, es algo muy diferente.[1]Evans, un marxista que simpatiza con Keynes y la intervención del estado cuenta sin embargo una historia de racionamiento, escaseces y miseria en el Tercer Reich. El Reichsnahrstand, la empresa controlada por el estado responsable de la producción agrícola no conseguía alimentar a su pueblo cada cierto tiempo. La producción agrícola pocas veces sobrepasó los niveles de 1913, a pesar de los 20 años de avances tecnológicos. La demanda superaba a la oferta en un 30% en productos alimenticios básicos como porcinos, fruta y manteca. Esto significaba que por cada diez trabajadores alemanes que hacían cola para comprar carne de los almacenes de suministro del estado, tres se iban hambrientos a casa.[2]
Se volvía a contar la misma historia en relación con automóviles, ropa y hierro. Las nuevas casas tenían que construirse con cañerías de madera, debido a la escasez de hierro. Los almacenes de hierro nacionalizado no podían producir suficiente para el ejército, no digamos ya para los civiles. La ropa estaba racionada. Las escaseces de combustible y caucho llevaron a lo que un observador de EEUU calificó como “restricciones drásticas en el uso de los vehículos a motor”.[3] Por supuesto, como el estado dictaba qué modelos de coche y camión podían fabricarse, no había, para empezar, muchos vehículos a motor.
La historia en general es de miseria para el ciudadano medio alemán. ¿Cómo dañaron entonces así los nazis a su pueblo y qué lecciones podemos aprender?
Lección 1: El keynesianismo militar produce austeridad
El programa de rearme de Hitler era keynesianismo militar a gran escala. Hermann Goering, el administrador económico de Hitler, dedicó todos los recursos disponibles a fabricar aviones, tanques y armas. En 1933, el gasto militar alemán era de 750 millones de Reichsmarks. En 1938 había aumentado a 17.000 millones, con un 21% del PIB dedicado al gasto militar. Se decía que el gasto público era el 35% del PIB de Alemania.Muchos progresistas, especialmente Paul Krugman, argumentan habitualmente que nuestros programas de estímulo en Estados Unidos no son lo suficientemente grandes, así que cuando fracasan no es culpa del keynesianismo. Vale. Pero nadie podría decir que el programa de rearme de Hitler fuera demasiado pequeño. Los economistas esperaban que creara un efecto multiplicador y levantara una economía que flaqueaba. Por el contrario, produjo riqueza militar mientras los ciudadanos privados pasaban hambre. Empleados a la mayor escala nunca vista, el keynesianismo militar solo creó ruina.
Lección 2: Producción, no empleos
La economista Joan Robinson escribió que “Hitler encontró un remedio frente al desempleo antes de que Keynes acabara explicándolo”. Y realmente el rearme y la industria nacionalizada pusieron a trabajar a todos los alemanes disponibles. Había tanto trabajo que los nazis se quejaban de una escasez de mano de obra y llevaron a las mujeres a trabajar, aunque ideológicamente se opusieran a ello. Se había curado el desempleo. Y aun así la gente sufría escasez habitualmente. Madera y hierro civiles estaban racionados. Los pequeños negocios, de artesanos a carpinteros a zapateros, se vinieron abajo. Los ciudadanos difícilmente podían comprar cerdo y comprar manteca para tener un lujo como una tarta era algo imposible. Racionamiento y largas colas en los almacenes centrales de suministro que instalaron los nazis se convirtieron en norma.La Alemania nazi demuestra que curar el desempleo no debería ser un fin en sí mismo. Sin duda los empleos son importantes. Pero son importantes por lo que producen, no solo por existir. El crecimiento real significa producción de lo que demanda la gente. Significa fabricar automóviles, cultivar alimentos, construir portátiles o aviones comerciales. La producción privada hace crecer la tarta económica y ayuda a todos a prosperar. Sin producción, todo lo que hace un empleo es hacer un hombre pase de tener hambre y paro a tener hambre y trabajo.
Avanzando
Hay miles de lecciones a aprender del Tercer Riech, desde los males de totalitarismo a los peligros del pensamiento racista. Una lección económica clave es que, en lugar de curar la Gran Depresión, el keynesianismo militar de Hitler a gran escala hizo que el pueblo alemán pasara hambre y escasez de bienes. Es una lección que estaría bien que aprendieran los defensores de fabricar tanques para hacernos ricos, de John McCain a Paul Krugman.[4][1] Evans, Richard J. The Third Reich in Power. Nueva York: Penguin, 2006. [El Tercer Reich en el poder (Barcelona: Península, 2013)].
[2] Ibíd., p. 392.
[3] Ibíd., p. 411.
[4] En este artículo me he ocupado exclusivamente de la Alemania nazi. Para responder al inevitable “Bueno, ¿no funcionaron esas políticas en EEU?” remito al lector al excelente artículo de Robert Higgs “Wartime Prosperity? A Reassessment of the U.S. Economy in the 1940s”.
Publicado el 16 de diciembre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí."
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