McCoy sobre el fenómeno que ha originado Piketty, mostrando que ni su tesis es novedosa, ni sus soluciones, que son del todo inconsistentes.
Artículo de El Confidencial:
"Contemplo extasiado el fenómeno Piketty, en boca de todos los que importan en la economía mundial al calor del éxito de su libro, El capital en el siglo XXI, un tocho de casi 700 páginas para lectores entusiastas.
Ni su tesis es novedosa ni sus soluciones, tampoco.
Sobredimensionamiento de las finanzas, rentabilidad neta de las mismas por encima del crecimiento nominal –¡cómo no, si su factor de producción, el dinero, es casi gratis, gentileza de los bancos centrales!– Un descuido argumental que, por cierto, afecta al propio Krugman! (VA, "Y el mamporrero sacó de nuevo su fusil", 24-04-2014) y más desigualdad por la concentración masiva de riqueza en algunos de sus actores son temas que hemos venido tratando por aquí desde hace años. Me cuesta entender dónde está su aportación.
Por otra parte, usar el impuesto sobre las rentas de capital como arma para paliar esta situación será inútil en la medida en que incide sobre las consecuencias, olvidándose de las causas (regulación laxa, supervisión mediocre, expansión monetaria ad infinitum). Falta valentía para atajar de raíz el problema, no les quepa duda. Es más fácil acudir a lo inmediato.
Comparto, por tanto, con Robert Shrimsley, autor de este hilarante artículo en Financial Times, "The nine stages of the Piketty bubble", 30-04-2014, que nos encontramos ante una burbuja intelectual que lo único que hace es subir la cotización del autor… desde la nada más absoluta. Pura economía financiera, de hecho.
No dejen de leerlo.
A partir de ese punto, la gestión del ego puede jugar malas pasadas. Y hacer que uno se meta en jardines que escapan al ámbito de su especialidad. Es lo que le pasó al propio Krugman cuando pasó de centrarse en el comercio internacional, productividad y viabilidad estructural de nuevas realidades geográficas a meterse en el carajal neokeynesiano, modelo IS-LM para arriba, modelo IS-LM para abajo.
Pues bien, la neoestrella va por el mismo camino.
Firma el pasado dos de mayo en The Guardian, junto con otros 14 analistas, nada más y nada menos que un Manifiesto para Europa. Mejor aún, NUESTRO Manifiesto por Europa. Por ambición que no quede.
Aquí aporta como mayor originalidad la necesidad de avanzar en la construcción europea –"nada invita a pensar que lo peor ha quedado atrás; la región sigue inmersa en una severa crisis existencial"– a través del acuerdo preliminar en materias fiscales y/o presupuestarias de sus dos mayores potencias, Francia y Alemania, extensible posteriormente al resto de los Estados miembros.
Lo demás, lugares comunes perfectamente encuadrados en su línea de pensamiento: más impuestos (tipos mínimos más altos, garantía de una progresividad real) para justificar mayor burocracia (una Cámara Europea formada por representantes de aquellas naciones que hayan decidido adherirse a este proceso acelerado de unificación, complementaria al Parlamento Europeo) o gasto administrativo (en los párrafos finales, el énfasis en materia social/progresista es evidente), pooling de la deuda soberana que supere el 60% del PIB a fin de ir acometiendo su paulatina reducción (esto, errr, ¿y la financiación pública?, ¿no implicaría mayor austeridad/desigualdad?) y así sucesivamente.
Estoy de acuerdo con Piketty en el diagnóstico de Europa como una "pobre" democracia, muy alejada de sus representados, en la que prima un federalismo "tecnócrata e ineficiente". De hecho, coincido con él en que el resultado de las elecciones venideras puede causar una conmoción generalizada en términos de participación (mínima) y representatividad (con un crecimiento exponencial de los… antieuropeístas).
Pero, sinceramente, su propuesta es tan inconsistente como la negativa colectiva a alterar un modelo que no funciona. Más no, mejor sí.
Nos va a dar tardes de gloria este hombre…"
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