Un interesante artículo de Álvaro Pavón Romero en el que analiza el concepto de explotación y el conflicto que surge entre la mente o la razón y el sentimiento o deseo.
Artículo de Liberal Spain:
"Entiendo el concepto de esclavitud (trabajar en contra de nuestra voluntad) y el concepto de trabajo asalariado (trabajar de acuerdo con nuestra voluntad a cambio de un salario) pero encuentro muy difícil de entender el concepto de explotación. O eres libre de dejar de trabajar para alguien (lo que significa que eres un trabajador) o no (lo que significa que eres un esclavo). No entiendo cómo algo puede estar entre ambas cosas. No se puede trabajar de acuerdo con y en contra de nuestra voluntad al mismo tiempo. A y no-A no pueden ser a la vez. Algo así sería contradictorio.
El esclavo es el hombre que trabaja no por elección libre sino por coacción; es el hombre que está obligado a trabajar contra el juicio de su mente, y en consecuencia sus deseos sobre si quiere trabajar o no son irrelevantes. El trabajador es el hombre que desempeña su trabajo libremente, a cambio de un salario, y es igualmente libre para dejar de trabajar si no lo encuentra lo bastante lucrativo.
El concepto fundamental aquí es si un hombre se beneficia de su trabajo o no. Un hombre que se beneficia es un hombre cuya vida está mejorando. Un trabajador no tiene ninguna razón para arrepentirse de ser empleado siempre y cuando considere que está recibiendo más de lo que da. En el caso de que un trabajador llegue a la conclusión de que vive peor a raíz de ser empleado, entonces no tiene razón alguna para continuar desempeñando ese trabajo, dado que recibe menos de lo que da. Un hombre que trabaja sin lucrarse es un hombre altruista.
Cuando alguien afirma ser explotado, ¿qué es lo que quiere decir? Quiere decir que no desea trabajar bajo determinadas circunstancias, pero que tiene que hacerlo porque necesita el dinero para vivir. ¿Veis la contradicción? Un hombre que afirma “estoy trabajando demasiadas horas y no me gusta, pero estoy obligado a aceptar porque necesito el dinero” está diciendo en realidad “encuentro este trabajo lucrativo, reconozco que este trabajo está mejorando mi vida, pero por alguna razón no me gusta en absoluto”.¿Qué clase de lógica retorcida encierra este tipo de afirmación? Bueno, se trata de un conflicto entre mente y sentimientos.
La mente racional de un trabajador explotado le dice que su trabajo es en realidad bueno para su vida: le ayuda a pagar las facturas, a comprar un coche o una casa, a alimentar a sus hijos, etc. O quizás es al revés, y aunque el trabajo no le proporcione satisfacción material, realmente le apasiona lo que hace. En ambos casos el trabajo satisface los requisitos de su existencia. Las emociones caprichosas de esta persona, no obstante, le dicen que no le gusta este trabajo para nada, que lo odia por alguna razón indeterminada, o que debería recibir un salario mayor, aunque su felicidad no resida en lo material.
Con que cuando esta persona afirma que está siendo obligada a aceptar un trabajo incluso aunque no quiera, ¿quién está realmente obligándola a ello? No es el empleador a quien debe culpar, ya que éste simplemente realiza una oferta de trabajo, que no es lo mismo que una agresión o la violación de un derecho. Tampoco debería culpar a su mente, que le dice que acepte un trabajo en contra del sentimiento de sus entrañas. La razón entiende de lógica, y hay un motivo fundamental de por qué es la razón la única que puede aportar al hombre su felicidad: la lógica es la norma por la que se rige la realidad. A es A. Como decía Ayn Rand, puedes querer comerte el pastel y conservarlo al mismo tiempo, pero eso es imposible: la realidad no lo permitirá. Las emociones, por el contrario, no se basan en las leyes de la lógica, sino en deseos.
Son las emociones las que hacen a un hombre decir “quiero comerme el pastel y conservarlo”. Es la razón la que le dice “eso es imposible”. Es la realidad la que, en última instancia, lo hace imposible. Si a pesar de ello, el hombre se rebela a la realidad y desoye a su mente, no puede culpar a ninguno de los dos cuando se ha comido el pastel y ya no lo tiene. No puede llorar para que el pastel se rematerialice en sus manos, no puede exigirle a la realidad que incumpla sus leyes, no puede basar su felicidad en el capricho. Son sus emociones a las que debe culpar, pues son ellas las responsables de conflicto, de su desgracia.
Un hombre que afirma estar explotado es un hombre que ha cedido ante sus caprichos, que ha permitido a sus emociones y sentimientos adueñarse de su mente, amordazarla y retenerla, y por tanto está sufriendo las consecuencias de semejante traición. Un hombre se siente explotado cuando no ha sido capaz de someter las emociones a la razón, cuando nunca se ha detenido a valorar qué es lo que recibe de su trabajo y qué es lo que da a cambio, y sacar conclusiones sobre si obtiene un beneficio o un perjuicio. En el primer caso, no tiene razón para quejarse. En el segundo, no tiene motivo para continuar trabajando.
La felicidad de un hombre no reside en el deseo incontrolado, sino en el deseo tamizado por la razón, de acuerdo con las leyes de la realidad. El hombre que cede al deseo y se rebela a la realidad no vencerá a la realidad ni obtendrá lo que su corazón anhela. Sólo logrará desintegrar su mente, y destruir el único medio por el que puede alcanzar su felicidad."
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