Canadá, un buen ejemplo de políticas de bajos impuestos y mínimo gasto público. Una austeridad pública (que es la que funciona, no la privada que es la que se aplica en Europa Occidental) y que ha permitido incrementar en gran medida la renta de sus ciudadanos (y en consecuencia su bienestar y poder adquisitivo) e impulsar el crecimiento económico, el empleo y la iniciativa empresarial.
Artículo de Libre Mercado:
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A finales de 2015, y si todo va según lo previsto, el Gobierno federal de Canadá habrá reducido su nivel de gasto al menor nivel registrado en los últimos cincuenta años. Este hito fiscal se traducirá, igualmente, en el menor nivel de presión fiscal del medio siglo estudiado. Estamos, pues, ante un país modélico en cuanto a la aplicación de las políticas de austeridad en el gasto público.
Los datos son claros. A finales de los años 50, la Administración Federal de Canadá registró un gasto público equivalente al 14,1% del PIB. Esta cifra era del 16% antes de la llegada al poder del primer ministro conservador Stephen Harper. Desde entonces, su Ejecutivo se ha comprometido con una reducción progresiva del gasto.
Este objetivo no se ha cumplido de forma lineal. Por ejemplo, antes del estallido de la Gran Recesión, el gasto cayó al 14,8% del PIB. Sin embargo, en 2009 se elevó hasta el 17,7%. Tras estos vaivenes iniciales, la línea de caída ha sido continuada, por lo que el próximo ejercicio fiscal está previsto que el nivel de recursos consumidos por el gobierno federal caiga al 14,3% del PIB.
La dieta pública engorda la riqueza privada
Evidentemente, el esfuerzo del gobierno de Harper por reducir el peso del Estado sobre la economía redunda necesariamente en un enriquecimiento de familias y empresas. En suma, los ingresos tributarios para el presente ejercicio son un 12% inferiores más bajos que en 2005, una importante relajación de la presión fiscal que no se explica sin la austeridad presupuestaria desplegada.
Las rebajas de impuestos han sido la correa transmisora que ha llevado el beneficio de estas medidas a los bolsillos de los canadienses. La primera de una larga lista de reducciones tributarias fue la aplicada en el IVA, heredado por el gobierno conservador en niveles del 7% pero fijado a partir de 2011 en el 5%. Este tajo a la fiscalidad indirecta ha ahorrado a las familias más de 13.300 millones de dólares canadienses.
Aquello fue solamente el principio. En el Impuesto de Sociedades también se ha producido un cambio notable: Harper ha llevado el tipo federal desde el 22% hasta el 15%. Sin embargo, el Impuesto sobre la Renta no se podía quedar fuera de esta apuesta genuinamente liberal. En este caso, el ahorro fiscal que han disfrutado los contribuyentes asciende a 17.000 millones de dólares canadienses.
La Oficina Presupuestaria del Parlamento Canadiense ha estudiado estas rebajas tributarias y ha concluido que "los cambios han tenido efecto en todos los niveles de renta, si bien quienes más se beneficiaron en términos relativos fueron aquellas personas cuyos ingresos son medios o bajos". Así, el sueldo neto que disfrutan hoy las rentas más humildes ha experimentado una subida del 4% gracias a las medidas aprobadas por Harper.
Décadas de austeridad
Hace algo más de veinte años, el Wall Street Journal hablaba de Canadá como una economía que iba GST, camino de convertirse en una especie de "miembro honorario del Tercer Mundo". Esta decadencia era la consecuencia directa de los años de gobierno de Pierre Trudeau, primer ministro entre 1968 y 1979 y entre 1980 y 1984.
En aquellos años, los programas de la "sociedad justa" pretendieron expandir el poder del Estado canadiense de forma sustancial. Más gasto público, nacionalización de empresas, subidas de impuestos, inflación… El déficit fiscal que dejó Trudeau superaba el 8% del PIB, con un desempleo creciente y un crecimiento insuficiente para garantizar el bienestar de los canadienses.
Las reformas comenzaron en los años 80, con el primer ministro conservador Brian Mulroney. Entonces se privatizó un tercio de las empresas que habían pasado a manos del Estado. Además, se firmó el Tratado de Libre Comercio con EEUU y se puso coto a los excesos monetarios de antaño. El déficit público pasó a niveles del 4,5%, aunque la deuda siguió creciente.
Desde 1994, el gobierno de centro-izquierda encabezado por Jean Chretien apostó por un programa firmemente anclado en los principios de la austeridad fiscal. Su ministro de Finanzas, Paul Martin, recortó el gasto público un 20% entre 1994 y 1998. Esta oleada de ajustes sentó las bases para el primer superávit presupuestario en cuarenta años.
Desde entonces, el rigor fiscal ha sido la norma. Martin llegó a primer ministro y consolidó muchas de estas medidas, mientras que el Gobierno de Harper ha terminado de ponerle el cascabel al gato con los avances comentados en líneas anteriores.
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