McCoy comenta un interesante documento sobre las cuatro claves que explican la economía que viene, y a las que no se les presta atención pues solo se piensa en el corto plazo (a costa del largo plazo).
Artículo de El Confidencial:
Hay lecturas que desbordan por su sencillez y su capacidad de síntesis. Es el caso de “Seeking decent returns in an era of sub-par growth”, conferencia pronunciada por Ravi Menon, primer ejecutivo de la Autoridad Monetaria de Singapur, el pasado seis de noviembre en la ciudad-estado.
Estamos ante un documento imprescindible. Se trata de uno de los mejores compendios acerca de cuál es la realidad económica mundial en la actualidad y a qué tendencias de fondo se enfrenta en el futuro. Su estructura ágil facilita, sin duda, su comprensión y asimilación incluso por parte de los más legos en la materia.
Les invito a que recorran sus apenas tres folios de extensión.
Personalmente, me quedo con la parte central del texto, en la que defiende que determinadas fuerzas globales pueden hacer que esta vez SÍ sea diferente a otros ciclos anteriores. Aunque su discurso no es original –se aprecian retazos de múltiples posicionamientos previos de académicos y gestores–, es la adecuada ordenación de tales pensamientos lo que lo dota de valor.
¿Cuáles son esos factores que pueden condicionar, para bien o para mal, el crecimiento futuro? Subraya esencialmente cuatro:
- Desapalancamiento tanto en los mercados desarrollados como en los emergentes. En la medida en que el inicio de este proceso se retrasa, que como señala el autor “el mundo sigue viviendo por encima de sus posibilidades”, que la deuda pública continúa reemplazando a la privada, la sostenibilidad de cualquier recuperación será más difícil. Aviso a navegantes. Como ya hemos comentado en numerosas ocasiones en estas mismas líneas, esta crisis es de oferta, no de demanda. Y en la medida en que esta no se ajuste, mal vamos.
- Demografía, un elemento que nos encanta en Valor Añadido. “Será el viento en contra que más frenará a la economía mundial en los próximos diez o veinte años”. Marcará las diferencias, por ejemplo, entre una China en declive y una India o el sureste asiático en auge, cercenando el futuro de la primera y dando esperanza a las otras dos. Atendiendo a los datos de fuerza laboral futura, Alemania y Japón lo van a pasar muy mal. De España, mejor, ni hablamos.
- Productividad. Aquí es para Menon más difícil establecer un diagnóstico general toda vez que está por ver la capacidad disruptiva de muchos descubrimientos, aún en estado embrionario en cuanto a su aplicación industrial, mientras que el distinto nivel de partida entre distintas economías (la productividad china es un 15% la de Estados Unidos) puede conducir a procesos de normalización plurianuales, en muchas de ellas con importantes beneficios para sus magnitudes macro.
- Energía como factor positivo toda vez que, para el 'banquero central' la caída en el precio del crudo puede tener un impacto más estructural de lo que podrían pensar muchos analistas debido al cambio de las dinámicas de oferta (más shale oil) y demanda (mayor autoconsumo).
La suma de los cuatro elementos recién mencionados lleva al autor a concluir que el “crecimiento en los próximos 20 años será menor que en los 20 anteriores" con su consecuente impacto sobre las decisiones de inversión de los distintos agentes financieros, algo que sugiere resolver mediante la adecuada diversificación en nuevas clases de activos –como capital riesgo, infraestructuras o inmuebles– y en mercados en fases anteriores de desarrollo financiero que cumplan los requisitos mínimos de estabilidad política, credibilidad macro o seguridad jurídica.
Como viene afirmando en las últimas semanas la directora del FMI, Christine Lagarde, vamos hacia lo que ha bautizado como 'nueva mediocridad': PIB lánguido, inflación baja, alto paro y elevado endeudamiento. Sin embargo, un diagnóstico adecuado no tiene por qué conducir al tratamiento correcto. El uso abusivo de la política monetaria no ha funcionado; la severidad de la crisis ha minorado el impacto de los estabilizadores automáticos y limitado las posibilidades de la política fiscal. ¿Qué nos queda entonces? La tercera flecha de Shinzo Abe, la olvidada: las reformas estructurales entendidas como todo aquello que facilita la actividad privada y la integración territorial.
¿Llegarán?
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