Carlos Rodríguez Braun sobre el populismo de Podemos y tres equívocos que rodean a Podemos.
Artículo de Expansión:
Tres equívocos rodean a Podemos: creer que se trata de un partido nuevo, del único partido populista, y de un partido cuya aversión a los derechos de los ciudadanos está fundamentalmente oculta.
Lejos de ser nuevo, Podemos es un partido antiliberal más, como los que componen la “casta” política. No es, por ello, la amenaza para nuestra libertad sino una amenaza más. Las otras amenazas son los demás partidos, como han podido comprobar incluso quienes confiaron en la variante española del “read my lips, no more taxes”, y votaron esperanzados a Rajoy.
No digo que todos los partidos sean idénticos. Digo que las declaraciones y propuestas de Podemos no permiten concluir que nos encontramos frente a una opción nueva: es la misma de siempre que descansa sobre el quebrantamiento de derechos y libertades, presentado de tal forma que pueda conseguir un amplio respaldo entre los votantes.
Podemos no es nuevo, y se parece mucho a la izquierda. El profuso intervencionismo de su Programa Colaborativo coincide con las agresiones a la libertad que anhelan o practican socialistas y comunistas, y cultiva clásicos de la izquierda, desde la inquina a la Iglesia Católica (punto 2.9) hasta el rechazo a la propiedad privada (pássim), pasando por buenismos más recientes como los “derechos animales” (sic punto 2.9, titulado: “Protección animal, nueva exigencia social”). No es, así, casual la inquietud sembrada por esta formación en los partidos de izquierda, en particular IU.
Ahora bien, la derecha no sólo ha probado ser también antiliberal, sino que los sistemas aparentemente más opuestos, fascismo y socialismo, están unidos por su antiliberalismo. Además, socialistas y comunistas han solido recurrir al nacionalismo, igual que la derecha. El mismo Pablo Iglesias declaró: “Como patriota, a mí no me gusta que en mi país haya bases militares de otro”. El nacionalismo de Podemos, por cierto, no se entiende como defensa de las naciones ya establecidas con un Estado, sino de las que pudieran llegar a tenerlo. El punto 2.2. del Programa gustará a los secesionistas por su referencia al “referéndum vinculante” y el “derecho de autodeterminación”.
Podemos, en conclusión, no es un partido nuevo sino un partido antiliberal más, cuya oposición a los derechos de los ciudadanos se asemeja en líneas generales a la presentada por la izquierda.
La exitosa irrupción de Podemos en el panorama político ha puesto sobre el tapete una categoría poco utilizada en nuestro país: el populismo. No había hasta ahora ningún partido con esa etiqueta, reservada a algunos regímenes latinoamericanos.
Pero no es sencillo precisar qué es el populismo, al que le pasa como a la pornografía: no la sabemos definir con claridad pero la reconocemos cuando la vemos. Además, es tan dudoso que el populismo sea exclusivamente latinoamericano como que en España esté monopolizado por Podemos.
Paraíso en la Tierra
Los populistas prometen el paraíso en la Tierra, lo prometen a corto plazo, y lo prometen a costa del sacrificio sólo de una minoría. Podemos sin duda es así, pero también es indudable que no es así en solitario. Variopintos políticos nos encantan con promesas de cumplimiento cercano y cuyos costes serán descargados sobre un grupito de indeseables: ricos empresarios, evasores fiscales, etcétera.
Es clave de la democracia que votemos creyendo que vamos a obtener de la política más de lo que deberemos pagarle, y los que reclaman nuestro voto lo hacen de alguna manera recurriendo a ese antiguo disfraz de la justicia que estriba en que todos pagamos, pero unos más que otros y, claro está, esperamos que no nos tocará ser de los primeros. Que no se diga que la derecha está exenta de estas máculas: en más de una ocasión los políticos del PP han justificado sus incursiones punitivas contra los bienes de los ciudadanos alegando que no castigaban a todos por igual, sino proporcionalmente más a los ricos.
Podemos sí es populista en su culto a la personalidad. Aunque no es un vicio del que estén libres los demás partidos, Podemos hace tanto uso y abuso de él que resultó enternecedor que el propio Pablo Iglesias se sintiese obligado a aclarar: “Yo no soy imprescindible, soy un militante, no un macho alfa”, como si la campaña de Podemos no hubiese girado en torno a la atractiva imagen personal de este nuevo héroe de la mitología progresista, que va a limpiar los sucios establos políticos de Augías, y a cambio va a imponer… ¿qué?
El tercer equívoco en torno a Podemos ha lanzado a muchos a escudriñar aspectos desconocidos de las biografías de sus líderes para ver si encontraban allí las pruebas de que las nuevas estrellas del firmamento político son opuestas a los derechos del pueblo. Empeño a la postre contraproducente, al dar por sentado que lo que Podemos dice abiertamente es plausible. La realidad es la contraria: el ogro filantrópico, como diría Octavio Paz, no está emboscado en Podemos.
Ningún enemigo de la libertad se ha presentado como tal. Tampoco Podemos. Su programa repite machaconamente la palabra “democracia”, igual a lo que han hecho los comunistas siempre –recordemos cómo se llamaba la Alemania que no era democrática–. Para ellos, como para otros antiliberales, la democracia no significa que el pueblo pueda elegir, sino que a los individuos se les impongan por la fuerza elecciones colectivas. No es casual que el partido se llame “Podemos” y no “Podéis”.
El uso de la fuerza es crucial para comprender la amenaza que representa Podemos, o, más exactamente, que representa también Podemos. No tiene mucho sentido criticarlos por el carácter utópico de sus propuestas, como si el realismo les hubiese alguna vez importado a los enemigos de la libertad. Lo notable son esas mismas propuestas porque, en el habitual lenguaje vaporoso de los “derechos”, constituyen un catálogo de agresiones frente a la propiedad de los ciudadanos. De hecho, la única propiedad que para Podemos es digna de protección es la intelectual (punto 3.10). En todo lo demás la propiedad de los ciudadanos estará en el alero, aunque sólo se hable explícitamente de un viejo tema socialista, la “expropiación de las grandes fincas” (6.3).
Coacción política
La enorme expansión del gasto público que el Programa Colaborativo contempla exigirá un claro incremento de los impuestos, y es imposible, por ejemplo, leer el punto 1.10 y concluir que sólo pagarán los ricos. También exigirá una vasta expansión discriminadora de la coacción política y legislativa en la vida de los ciudadanos, sus bienes y sus contratos.
En Podemos parecen ser conscientes de esto, y de ahí que resulte esperable la moderación de su discurso hasta las elecciones, igual que Hugo Chávez aseguró que él no era socialista y que Cuba sí era una dictadura antes de hacerse con el poder.
Podemos, por tanto, procurará endulzar sus mensajes con mucha demagogia. En este sentido, conviene tener presente sus proclamas antiliberales. Y no olvidar que en su programa se repite una y otra vez la idea de castigo, sanción y persecución. No lo pudo expresar más claramente el propio Pablo Iglesias en una de sus confesiones paladinas de totalitarismo: “A mí me gustaría utilizar el Código Penal para hacer política”.
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