Artículo de Voz Pópuli:
Recién comenzado el mes de abril, el gobierno ha vuelto a emitir deuda tras quince días sin llamar a las puertas del mercado para financiarse. En estos tres meses, ya se ha obtenido el 32% de la financiación prevista para todo el año mediante emisiones de deuda. Las previsiones del gobierno fijan en unos 142.000 millones de euros la cantidad de deuda que se va a emitir este año. Los expertos se alegran de los intereses tan bajos (con suerte negativos) a los que se está contratando la deuda. Pero no se nos debe olvidar que los vencimientos de la deuda contraída en el pasado y que corresponden a este 2015 ascienden a 155.000 millones de euros que provienen, entre otras cosas, de los momentos más amargos de la crisis cuando España tuvo que financiarse a corto plazo.
La deuda pública como actor secundario
En un año multi-electoral como éste, son otros los temas que ocupan los debates televisivos. Por ejemplo, el paro, las promesas, las ayudas, la transparencia, si suben los impuestos, si hay más recortes, y sobre todo, el eterno dilema de si será la izquierda, la derecha, el fondo sur o quién, el sector de nuestra política que va a manejar los presupuestos del Estado, y a repartir dineros y privilegios. El equilibrio entre deuda emitida y deuda vencida suena muy lejano, poco inmediato y eso, como todos sabemos, no vende. Solamente cuando hay un riesgo inminente de algo, cuando pendemos de un hilo, la mirada interrogante del pueblo se vuelve a sus dirigentes y aprende qué es la prima de riesgo, se entera de quién es “el desgraciado” que se atreve a reclamarnos lo prestado, o incluso, a dudar de nuestra solvencia. Pero pasado el peligro más inmediato, como se suele decir, “ancha es Castilla”, viva el consumo que todo lo cura, y dale ritmo a la emisión de deuda Mariano, que no vemos más allá del día de hoy.
El relegar el problema de la deuda pública excesiva a un segundo plano, sea por la conveniencia de las elecciones, sea por lo que sea, es un error que pagaremos nosotros, nuestras jubilaciones, nuestros hijos, y en otra escala de cosas, la capacidad para despegar de la economía española, que depende, además, del llamado “modelo productivo” con el que salgamos de la crisis y la recesión.
Claro está que, tras años preguntándonos en alto cuál va a ser este nuevo modelo productivo, nuestros pasos se encaminan por dos viejos caminos recorridos hasta la saciedad, en los que nos hemos encontrado con las mismas arenas movedizas cada vez, sin salir precisamente victoriosos. Se trata del turismo y de la construcción. Sí, increíblemente, la construcción vuelve a nuestras vidas.
Yo recuerdo a quienes señalaban, acertadamente por cierto, que el problema de la construcción no era exclusivo de las políticas de Zapatero, el presidente de la crisis, sino que coleaba de atrás, desde la Ley del Suelo de Aznar, e incluso se remontaba al principio de la democracia. Algunos se rememoraban las políticas de gasto público franquista quien construía pantanos y viviendas sociales como si no hubiera mañana. Lo que no me imaginaba es que a ese reconocimiento de la profundidad de las raíces del mal le acompañaba la firme decisión de no arrancarlo de cuajo, o, por lo menos, ponerlo en su justa medida y darle exclusivamente el papel que la demanda de viviendas y oficinas le otorgara.
El garbanzo que no te deja dormir
Decía el cuento que un príncipe de tierras lejanas supo reconocer a la verdadera princesa de la impostora porque la auténtica estuvo desvelada toda la noche por culpa de un garbanzo que había sido astutamente colocado por el príncipe bajo el grueso y confortable colchón. Ese garbanzo bajo el colchón que no va a dejar respirar a nuestra economía (y a nuestros bolsillos) es la deuda pública. El tener pendientes deudas que van a vencer de aquí a cincuenta años, que no esperamos pagar sino mantener el cumplimiento de los intereses es generar toda una mentalidad en el pueblo. Yo no sé si la gente de la calle es consciente de que cuando el gobierno que nos representa emite deuda no tiene intención de devolverla totalmente sino que con cumplir con los intereses vamos que chutamos. No sé si esa es la manera en la que un hogar sobrevive normalmente. No imagino a un honesto cabeza de familia (él o ella) dormir a pierna suelta con ese “garbanzo” bajo el colchón, habida cuenta del enorme porcentaje que representa nuestra deuda, que en el 2014 estaba en algo más del 97% sobre el PIB. Ya sé que los demás países desarrollados y vecinos andan igual o peor.
Sí, pero no tenemos una economía en crecimiento, no tenemos un sector industrial fuerte, no generamos capitales sino que somos dependientes y arrastramos un desempleo enorme que lastra la economía, golpea la sociedad y machaca a muchas familias. Pero los españoles, a diferencia de la princesa auténtica, dormimos como si hibernáramos, sin importar ese pequeño detalle de la deuda que nos financia el día de hoy. Ya se han encargado los políticos de darnos los somníferos de las promesas electorales para que ni un kilo de garbanzos bajo el colchón nos desvele.
Vamos a ver cuántos candidatos lo denuncian.
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