Aparentemente, pues, Alternativa por Alemania es un partido esencialmente de derechas, con alguna capacidad de atracción del voto de la izquierda pero, sobre todo, con un fuerte reclamo entre abstencionistas y nuevos votantes. Sin embargo, cuando ponemos la fuga de votos en relación con los sufragios que cada una de estas formaciones políticas obtuvo en 2013, la imagen resulta bastante distinta: el partido que mayor porcentaje de votos presta a Alternativa por Alemania es la extrema izquierda de Die Linke. Tanto la CDU, como el FDP y el SPD ceden porcentajes similar (4,5%-6%), mientras que los Verdes apenas migran su voto. Es decir, AfD es un movimiento ideológicamente mucho más transversal de lo que en principio cabría imaginar.
¿Qué une a todos los votantes de AfD? Según el análisis preliminar de los votos por el instituto alemán Infratest dimap, el nexo de unión entre todos los votantes es, en esencia, su deseo de una mayor seguridad, de una mayor enemistad con el islam y de un cierre de fronteras para los refugiados. El 99% de los votantes de AfD considera que este partido “ha entendido mejor que ningún otro que muchas personas ya no se sienten seguras”; el 99% de sus votantes también cree que “es necesario reducir la influencia del islam en Alemania”, y el 96% defiende que “se necesita limitar la afluencia de refugiados a Alemania”. En cambio, el 45% de sus apoyos considera que no se ha distanciado lo suficiente de posiciones de extrema derecha y el 85% asegura votarlo a modo de protesta contra el sistema.
A la vista de estos resultados, parecería que la política de acogida de refugiados de Merkel ha sido un completo desastre ya totalmente palpable en las calles: criminalidad, desempleo y pobreza creciente que han terminado alentando el voto a la 'extrema derecha' antiinmigración. Sin embargo, semejante diagnóstico se da de bruces con la realidad.
Hace escasos meses, los economistas Markus Gehrsitz y Martin Ungerer desarrollaron el primer análisis sobre los efectos de los refugiados en la sociedad alemana. Y sus resultados contradicen frontalmente las motivaciones de los votantes de Alternativa por Alemania: la entrada de refugiados ni ha desplazado de sus empleos a los alemanes nativos ni tampoco ha contribuido a incrementar el crimen (con la excepción de una cierta influencia en el tráfico de drogas y en el escaqueo de pagar por el transporte público). De hecho, ambos economistas llegaron a la conclusión provisional (comparando los resultados de 2013 con los de los últimos comicios regionales) de que no había relación entre la cantidad de refugiados que se habían instalado en un determinado distrito electoral y el incremento del voto a Alternativa por Alemania en ese mismo distrito. Es decir, los refugiados no alteraron significativamente el modo de vida de aquellas comunidades que los acogieron y, en consecuencia, el voto a Alternativa por Alemania no constituía una reacción a los problemas específicos de convivencia.
El análisis provisional de los votos de las últimas elecciones alemanas reafirma las conclusiones de Gehrsitz y Ungerer. Por un lado, la situación económica de la mayor parte de los votantes de Alternativa por Alemania es, según su propia declaración, positiva: o dicho de otro modo, el 73% de los votantes de AfD no son ni las víctimas de la globalización ni de los refugiados roba-empleos. La economía alemana goza de una notable salud y lo hace para la mayor parte de la población.
Por otro lado, Alternativa por Alemania logró sus mayores incrementos de votos en aquellos distritos electorales donde menos había aumentado la presencia de inmigrantes: es decir, a mayor inmigración, menor crecimiento de los votos para AfD.
Pero ¿cómo es posible que los votantes de Alternativa por Alemania afirmen estar apoyando a esta formación para oponerse a la inmigración al tiempo que no son ellos quienes más de cerca sufren las consecuencias de la inmigración? Gehrsitz y Ungerer dieron tentativamente con la clave en su estudio de principios de año: “El aumento del apoyo a Alternativa por Alemania procede de una creciente preocupación por la inmigración. Nuestros resultados, sin embargo, indican que este crecimiento no ha sido más pronunciado en aquellos distritos que recibieron mayores entradas de inmigrantes que en los que recibieron menores influjos. O dicho de otro modo, la exposición directa a la inmigración ni incrementa ni reduce la propensión de un determinado distrito electoral a votar por AfD”.
He ahí la clave del asunto: la entrada de un millón de refugiados ha constituido una oportunidad de oro para que el populismo xenófobo alimente los peores instintos nacionalistas de los alemanes. No en vano, el análisis de los resultados de la noche electoral por Infratest dimap muestra que a los votantes de AfD no les preocupa la inmigración por lo que ya está sucediendo, sino por lo que temen que va a suceder. Así, el 95% de esos votantes teme que la cultura alemana vaya a disolverse; el 94% teme que habrá un cambio en el modo de vida alemán; el 92% teme que el islam adquirirá demasiado poder; el 91% teme que la cohesión social se reducirá, y el 91% teme que el crimen vaya a aumentar en el futuro de manera masiva.
Es decir, lo que une al votante de AfD es una idea nacional(ista) de Alemania, amenazada por culturas extranjeras que, en su opinión, terminarán generando un gran quebranto y sufrimiento en la sociedad. El votante medio de AfD es antiinmigración no por lo que ha vivido, sino por lo que cree que va a vivir durante los próximos lustros. Tales expectativas —tal miedo— no están motivadas mayoritariamente por su experiencia diaria, sino por la intoxicación mediática y partidista sobre la realidad del país. Del mismo modo que el populismo de izquierdas puede manipular con demagogia a grandes capas de la ciudadanía para exagerar la magnitud de los efectos de una crisis económica, el populismo de derechas puede hacer lo propio con respecto a los efectos disolutivos de la inmigración.
No en vano, el voto a Alternativa por Alemania no guarda relación ni con la situación económica ni tampoco con el influjo directo de refugiados, pero sí con los distritos que históricamente han brindado su apoyo a partidos nacionalistas y xenófobos como el Partido Nacionaldemócrata, el Partido Popular Alemán y Los Republicanos. En otras palabras, aquellas comunidades con sentimientos históricamente más nacionalistas y más cerrados al exterior ya constituían, antes de las presentes elecciones, los principales caladeros de voto de Alternativa por Alemania (tal como prueba el estudio de los politólogos Philip Manow y Hanna Schwander). La estrategia vencedora de Alternativa por Alemania ha sido clara: azuzar los instintos durmientes del nacionalismo alemán a cuenta de la crisis de los refugiados para medrar electoralmente (al igual que el populismo de izquierdas español azuzó los instintos durmientes del anticapitalismo español a cuenta de la crisis económica para medrar electoralmente).
Por fortuna, el recorrido de Alternativa por Alemania podría ser limitado si no logra colonizar las mentes y los corazones del resto de la población alemana. A día de hoy, los votantes de todos los partidos apuestan en amplísima mayoría por una Alemania con fronteras abiertas al mundo y no con fronteras encerradas en los confines nacionales. Aun tras el impacto que ha supuesto la llegada en apenas dos años de un millón de refugiados, la mayoría de alemanes rechazan el espíritu nacionalista que tan devastador ha sido en su historia.
Sin embargo, todos deberíamos extraer una importantísima lección de estos resultados electorales: los pilares de la sociedad abierta deben defenderse diariamente frente a todos aquellos propagandistas que, a izquierda y a derecha, tratan de derribarlos. El populismo antiliberal es experto en instrumentar cualquier crisis para envenenar la convivencia entre los ciudadanos y, sobre esa división y enfrentamiento, construir su gobierno del miedo. Es crucial, pues, denunciar sus falsedades y combatir éticamente sus perversos ideales.
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