Daniel Lacalle analiza el fracaso de las políticas monetarias del BCE y la difícil tesitura en la que se encuentra.
Artículo de Tressis:
En un discurso sin grandes detalles, Mario Draghi decidió mantener los tipos y comentó que mantendría las recompras de activos
El discurso del presidente del Banco Central Europeo buscaba calmar la fortaleza del euro contra sus monedas de referencia y dar mensajes de continuidad. Ha conseguido lo contrario.
Durante las últimas semanas, varios miembros del BCE habían mostrado su preocupación por la fortaleza del euro, que ha llevado a una caída de las expectativas de inflación.
Draghi tenía que decir algo. Y lo hizo. No solo mantiene los estímulos sino que, sorprendentemente, deja la puerta abierta a continúar el programa de recompras más allá de enero de 2018.
En un discurso sin grandes detalles, Mario Draghi decidió mantener los tipos y comentó que mantendría las recompras de activos de 60.000 millones de euros al mes hasta fin de 2017 “o mientras sea necesario”.
Los grandes mensajes confirmaban un crecimiento moderado pero sólido, por encima de las expectativas, pero con incertidumbres. Sin embargo, la inflación sigue siendo pobre y, por tanto, en su esfuerzo por subir los precios por decreto, el BCE mantiene una política monetaria excesivamente acomodaticia. Esa política perpetúa la sobrecapacidad y mantiene una peligrosa adicción de estados endeudados a tipos artificialmente bajos y recompras que, a cierre de este artículo, ya suponen más del 10% de la deuda total soberana de las principales economías.
La volatilidad en el euro, según Draghi, genera “incertidumbre porque puede poner en peligro las expectativas de inflación” y, además, otras variables, particularmente las exportaciones no comunitarias y los beneficios empresariales de las grandes compañías. Un euro fuerte es muy positivo para consumidores y ahorradores, pero negativo para los sectores rentistas y los excesivamente endeudados.
Mantener los tipos es un riesgo para una banca que, ya hoy, se encuentra con graves dificultades para generar márgenes decentes y reducir sus desequilibrios.
El problema con el que se encuentra el BCE es el fracaso de la política monetaria en su objetivo inflacionista. Por un lado, el tipo de cambio del euro contra el dólar se dispara a pesar de aumentar la masa monetaria hasta que el balance del BCE alcanza un 36% del PIB de la eurozona. Una fortaleza de la moneda que va en contra de su política monetaria, y con ello las expectativas de inflación están de nuevo donde estaban cuando se lanzó el plan de recompras.
El BCE se encuentra ante la alternativa del diablo. Si normaliza su política monetaria, el euro se dispararía más y entran riesgos de subidas de tipos cuando los países de la Eurozona aún están débiles y muy endeudados. Si la mantiene, el euro no se deprecia y la inflación no aumenta, y se crea una gran burbuja de riesgo en los bonos soberanos.
Con más de 1,7 billones de euros de liquidez excesiva, el BCE se encuentra entre la espada y la pared. Sus expectativas de crear inflación por decreto y devaluar el euro se han desvanecido, y los riesgos para la Eurozona no se han disipado, con una banca que aún acumula 900.000 millones de euros de préstamos de dificil cobro. Se vuelve a demostrar la falacia de la idea mágica keynesiana de que los bancos centrales pueden dictar la evolución de los precios, la inversión y el crecimiento.
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