Carlos Rodríguez Braun se hace eco de las declaraciones de María Elvira Roca Barea sobre el nacionalismo, la hisponofobia y falacia según la cual las ideas liberales no tenían nada que ver con la tradición española.
Artículo de su blog personal:
Las expresiones de odio a España en el exterior (con ecos en el nacionalpopulismo en el interior), como los ataques recientes en Estados Unidos a la conquista y colonización españolas, han sido analizadas como muestra de reafirmación de otras naciones frente a un imperio prolongado y exitoso. Dice María Elvira Roca Barea: “La leyenda negra está vinculada por su base al subsuelo de muchos nacionalismos europeos, ya que la España católica ocupó en ellos el lugar del malvado enemigo que todo nacionalismo necesita para existir. Pero la realidad es que el católico Imperio español representó la defensa de una Europa unida y plurinacional que los protestantes nacionalistas procuraron destruir, aunque esto no se estudia así…El nacionalismo es una enfermedad que, como las tercianas, reaparece una y otra vez en Europa. A ella le debe la mayor parte de sus desgracias. La hispanofobia forma parte indisoluble de una buena parte de los nacionalismos europeos.”
Esto se combina con la izquierda que, huérfana de ejemplaridades edificantes tras la caída del Muro, se lanzó a nuevas causas, entre ellas una antiguamente vinculada con España: el genocidio de los indígenas de la América española, “hecho que al parecer solo sucedió en la América del Sur y no en la del Norte, a pesar de la evidencia, que salta a la vista, de que América del Sur está llena de indígenas, mientras que en el Norte hay que buscar mucho para encontrar uno”.
Esto se refiere al nacionalismo de fuera de España, pero despejar los mitos antiespañoles también resultará de interés para defender a España frente a los nacionalistas de dentro, que recurren a distorsiones del pasado, del mismo modo en que los gobernantes de las naciones protestantes pintaron un retrato ridículamente falso en donde la brutalidad y la violencia se concentraban exclusivamente en España. En realidad, la intolerancia estuvo bastante extendida, aunque sólo se habla de la Inquisición.
La misma distorsión es la que, con gran éxito, ha asociado el catolicismo con el atraso y la oscuridad, incluso llegando a identificar “medieval” con la ignorancia impuesta por la Iglesia, como si Santo Tomás de Aquino hubiese sido una casualidad. Pero hasta el día de hoy seguimos pensando que El nombre de la rosa realmente cuenta la verdad sobre la Iglesia medieval.
En cuanto al mundo del pensamiento, ironiza Roca Barea sobre la vieja falacia según la cual las ideas liberales no tenían nada que ver con la tradición española: “Muchísimo antes de que Thomas Jefferson escribiera, desde su hermosa plantación de esclavos, en la Declaración de Independencia aquella frase inmortal y universalmente conocía, ‘Sostenemos que…todos los hombres son creados iguales e independientes’, el jesuita Francisco Suárez había escrito: ´Todos los hombres nacen libres por naturaleza, de forma que ninguno tiene poder político sobre el otro’”.
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