martes, 14 de julio de 2020

Amancio Ortega cierra la boca a Pablo Iglesias

Rubén Arranz analiza la derrota de Pablo Iglesias (Unidas Podemos) en las recientes elecciones autonómicas de Galicia y el problema fatal de su partido. 

Artículo de Voz Pópuli: 

El vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias en la MoncloaEl vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias en la Moncloa Europa Press

Amancio Ortega ha ganado a Pablo Iglesias en Galicia sin comparecer en las elecciones de este 12-J. O sí. Se empeñaron los paladines de la formación morada en dibujar al dueño de Inditex como un vil negrero. Como alguien que ha construido su fortuna a costa del Estado del bienestar. Quizá esos mensajes hayan servido para enardecer a sus masas, pero poco más.

Sus malhumorados líderes convirtieron al empresario textil en el enemigo de la justicia social y en un mal patriota que compensaba su evasión fiscal con ‘migajas’. Es decir, con máquinas para diagnosticar cáncer. Lanzaron a sus potentes propagandistas contra el dueño de Inditex y ocultaron que su empresa, entre 2007 y 2018, aportó 7.500 millones de euros al fisco.

Es lícito opinar que el pago fue excesivo o escaso, faltaría más, pero señalar al empresario es erróneo. Forma parte de la estrategia de la izquierda radical de criminalizar a las grandes empresas, a las que someten a su peculiar manía persecutoria contra el capital. Que siempre es perverso, pese a que se consiga con trabajo duro. O con inteligencia.

Podemos no sabe proponer sin impregnar sus palabras del veneno del revanchismo. Por eso, portavoces como Pablo Echenique no se limitan a defender en el Parlamento “que los ricos paguen más”. También crucifican a los acaudalados. Ninguna propuesta sin fanatismo. Ningún discurso con mero espíritu constructivo.

Se celebraban este domingo elecciones en Galicia y Podemos perdía toda la representación en el parlamento autonómico. Desconozco los votos que Amancio Ortega le ha dado al partido, pero resulta fácil adivinar los que le ha restado. Cuando en política generas más odios entre los contrarios que simpatías entre los tuyos, se hace necesario hacer acopio de los ingredientes para fabricar Formol, pues lo más a lo que puedes aspirar es a que el cadáver en el que te has convertido huela lo mejor posible.

Son tiempos complejos y es aquí donde se descubre que no todos los hombres que se disfrazaron de mesías para medrar están capacitados para cumplir ese papel. Podemos surgió en 2014 con el non serviam como lema: ni Dios, ni patria, ni rey, ni régimen del 78. Sus resultados fueron espectaculares porque una buena parte de los ciudadanos compartió su diagnóstico sobre los motivos que habían generado la carcoma de España, que es evidente. El problema es que una cosa es proponer y otra gobernar; y cuando ha tocado hacerlo dentro y fuera de su partido, Iglesias se ha revelado como un auténtico lunático.

Autocrítica otra vez

Apeló este domingo el líder de Podemos a la autocrítica y, ciertamente, no hay nada más necesario tras sufrir una derrota, pues sólo el examen de conciencia y el propósito de enmienda garantizan la mejora del hombre cuando se equivoca. El problema es que esa declaración de intenciones también puede interpretarse como una maniobra política para acallar a los críticos. Como un intento de obtener una moratoria en la denuncia de quienes advirtieron de que el personalismo de Podemos llevaría al partido a la perdición. Conociendo al personaje, poca duda cabe.

Cuando un partido dedica una campaña electoral autonómica a señalar a sus enemigos y a hablar de las cloacas del Estado, en las que sitúa a casi cualquiera que no le siga el juego, está destinado a la muerte, pues revela una absoluta falta de propuestas para con los territorios donde se celebran los comicios y deja claro que, en realidad, lo único que importa en su ‘comandancia’ son los asuntos que afectan a su líder. La autocrítica podría empezar por ahí, pues da la impresión de que hay problemas que empiezan y acaban en Galapagar.

Delirios políticos

La actitud no es patrimonio de Iglesias. Hubo un momento en el que Albert Rivera creyó a todos los aduladores de la prensa de centro-derecha que le situaban como el novio de todas las hijas de España. Al poco tiempo, fallecía en política y trataba de llamar la atención de los medios con algún acto que causaba sonrojo. Iglesias ha mantenido durante los últimos tiempos un discurso agresivo y nada constructivo, propio de quien se obsesionó con asaltar los cielos, pero perdió totalmente el contacto con el suelo, donde se halla la realidad.

Pronto –más de lo que piensa- se estrellará contra el firme, pues sus palabras han dejado de ser efectivas entre el electorado progresista, dado que, a estas alturas, resulta imposible camuflar su ambición personal, pues ya ha quedado claro que ‘lo suyo’ importa más que el proyecto político.

Recurría el otro día a una comparación con Tony Montana, el protagonista de El precio del poder. Vivió a toda prisa, no evaluó los riesgos, no midió la fuerza de sus enemigos internos y externos y acabó tiroteado en su propia mansión. Son seis años los que lleva Iglesias en la primera plana política y todavía forma parte del Gobierno. Cuando haga autocrítica, si la hace bien, se cerciorará de que es un muerto viviente. Pronto, será un político de ciclo de conferencias, paga vitalicia y maneras de jarrón chino. Amancio Ortega ha permanecido por su buen ojo para los negocios, pero el discurso 'contra todo' tiene las patas muy cortas. El domingo se volvió a demostrar.

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