Un artículo más optimista sobre la situación de España, y de los pasos en la buena dirección que se están produciendo como condiciones necesarias (que no suficientes) para salir de la grave situación actual, y todo efectivamente a pesar de todas las trabas de los políticos de antes y de ahora con sus leyes y medidas:
"Pues sí, creo que la economía española se está ajustando, y estoy convencido de que, más bien antes que después, la recesión por la que atraviesa la economía española se va a terminar. Los economistas clásicos sabemos que la regularidad fundamental de los ciclos económicos es que son recurrentes. Y del mismo modo que la Gran Moderación resultó ser una quimera keynesiana, la Recesión Interminable es un folklore intervencionista más. Vaya por delante que creo que el ajuste de la economía española se está produciendo a pesar de la regulación perversa del mercado de trabajo; a pesar de la ruina de las cajas; a pesar de la insostenibilidad de las administraciones públicas; y a pesar de la falta de voluntad reformista, la cortedad de miras, y la mezquindad de los cálculos políticos de los actuales gobiernos peninsulares y de los que les precedieron en sus cargos en la legislatura anterior. La economía española se está ajustando porque los mercados se ajustan automáticamente, y porque en España todavía hay suficientes elementos del mercado, como para permitir ese ajuste. Si el ajuste no se ha producido más deprisa, por ejemplo, a velocidad irlandesa como hubiera sido deseable, es porque los mercados españoles están lastrados por todas esas ineficiencias regulatorias que acabo de enumerar.
Para justificar esta conclusión, he reunido en el Cuadro 1 un conjunto de datos que describen el escenario macroeconómico español. Los datos de las dos primeras filas corresponden a los cuartos trimestres de los años 2003 y 2007 y, los de la última fila, al tercer trimestre de 2012. He elegido 2003 porque ese fue el último año en el que el crecimiento de la economía española era, además de intenso —un 3,1 por ciento interanual— razonablemente equilibrado, si atendemos al saldo del sector público —que registró un déficit del 0,2 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB)— y al saldo del sector exterior —que registró un déficit del 3,5 por ciento del PIB. Además, al final de 2003 el 47 por ciento de la población mayor de 16 años estaba afiliada a la Seguridad Social; la tasa de paro era del 11,5 por ciento; el saldo vivo de la deuda pública suponía un 41 por ciento del PIB; y la prima de riesgo entre el bono a 10 años español y el alemán era de 30 puntos básicos. El único lunar que presentaba el escenario de 2003 era la tasa de inflación española que era 1,4 puntos porcentuales mayor que la tasa de inflación de la Eurozona, medidas ambas por sus Índices de Precios de Consumo Armonizados. Ese diferencial es importante porque es una forma fácilmente accesible de cuantificar el deterioro de la competitividad española que llevaba acumulándose, casi ininterrumpidamente, desde que se produjo la entrada en el euro con un tipo de cambio real excesivamente depreciado.
He elegido el trimestre final de 2007 porque ese trimestre resultó ser el del final de la expansión. En el primer trimestre de 2008 el PIB español alcanzó su tamaño máximo en términos reales y, a partir de entonces, las restantes series y los ratios empezaron a deteriorarse o a menguar. Si repasamos los datos de ese año, observamos a una economía creciendo vigorosamente, con algo más de la mitad de los mayores de 16 años cotizando a la Seguridad Social; una tasa de paro record del 8,8 por ciento; un envidiable superávit público del 1,9 por ciento del PIB; una deuda pública raquítica del 36 por ciento del PIB; y una prima de riesgo de 73 puntos básicos. Pero esa misma economía presentaba dos serios problemas: su competitividad medida por el diferencial de las tasas de inflación se seguía deteriorando; y se estaba endeudando con el exterior a una tasa del 10 por ciento anual —el déficit en el saldo de la balanza por cuenta corriente coincide con las necesidades de financiación de un territorio en el exterior.
Endeudarse no es ni bueno ni malo por sí mismo, todo depende de los usos a los que se destinen esas deudas. Pero en España la mayoría de esos préstamos se estaban dedicando a financiar inmuebles residenciales privados, cuya rentabilidad se generaría por las ganancias de capital, y a financiar infraestructuras públicas, muchas de las cuales sólo llegarían a ser rentables si las tasas de crecimiento se mantenían. Los precios de las viviendas primero dejaron de crecer y luego empezaron a menguar, por lo que muchas de esas ganancias de capital o no se materializaron o se transformaron en pérdidas que, a su vez, provocaron despidos y quiebras. El crecimiento se detuvo y las infraestructuras quedaron como monumentos a los excesos de los administradores públicos —si uno cree en su maldad— o a sus errores de cálculo —si uno cree en su ignorancia.
Y, a trancas y barrancas, llegamos al tercer trimestre de 2012, que lo he elegido porque es el último trimestre del que tenemos datos. Entre el primer trimestre de 2008 y el tercero de 2012 ha habido 18 tasas de crecimiento trimestrales. De esas tasas, 11 han sido negativas, 2 han sido cero y 5 han sido positivas. Hoy el valor del PIB real es un 5,8 por ciento menor que su valor máximo. Pero comparar la situación actual con la de finales de 2007 o principios de 2008 quizás no tenga mucho sentido. El final de 2003 nos ofrece una comparación más razonable.
La tasa de empleo en la economía formal, medida por mi indicador favorito del mercado de trabajo —el ratio entre los afiliados y las personas en edad legal de trabajar— era 2,9 puntos porcentuales menor que la de 2003. Ese dato nos da una imagen de la evolución del mercado de trabajo mucho menos dramática que la que nos da la tasa de paro, que había aumentado en casi 14 puntos porcentuales. Pero, para los economistas clásicos, la tasa de paro es un número en el que nos cuesta mucho trabajo pensar. Preferimos pensar en el empleo, que es lo que hacemos, que en el paro, que es lo que no hacemos —dicho con una metáfora, nos sentimos más cómodos pensando en la rosquilla que en su agujero.
Tendríamos que comentar el disparate del 8 por ciento del déficit que es la estimación que según El País del 6 de noviembre publicará la Comisíon Europea el 9 de noviembre, el horror del 91 por ciento de la deuda pública, que es la predicción que ha hecho el Fondo Monetario Internacional para 2012, y el disparate de la prima de riesgo en 432 puntos, que es su valor del 5 de noviembre, y que podría bajarse a 200 si el gobierno se decidiera a pedir el rescate y nuestros socios europeos nos lo concedieran, pero este post me está quedando demasiado largo y el baño de Bruno no puede esperar.
El ajuste que veo se basa en el excelente comportamiento de la balanza por cuenta corriente, que en el segundo trimestre de 2012 registró un exiguo déficit de tan solo el 0,4 por ciento del PIB y que en julio y en agosto de 2012 ha registrado superávits de 579 y de 1.978 millones de euros, según el Banco de España. Y en la tasa de inflación española, que en lo que va de 2012 ha sido menor que la de la Eurozona en 0,4 puntos porcentuales. El dato de la balanza por cuenta corriente apunta a que la economía española ha dejado de necesitar financiación exterior. Y el dato del diferencial de inflación sugiere que la devaluación nominal está empezando a funcionar y que la economía española esta empezando a recuperar la competitividad perdida, aunque mucho más lentamente de lo que lo hizo Irlanda en su día. Obviamente estos dos datos por sí solos no bastan. El retorno del crecimiento dependerá del ritmo al que el impacto positivo del sector exterior pueda compensar al impacto negativo de la consolidación fiscal. No son condiciones suficientes, pero sí son necesarias. No son brotes verdes, pero sí son las semillas de los brotes verdes. A ver si entre todos somos capaces de dejarlas germinar."
Fuente: FedeaBlogs
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