miércoles, 28 de noviembre de 2012

España no es Grecia, pero podría ser Letonia. (Política, Economía. 1037)


Antonio España muestra en este artículo el éxito de las políticas de austeridad de los países Bálticos frente al desastre de los países mediterráneos y sus mal llamadas políticas de austeridad (que es justamente los contrario, con más gasto, déficit, impuestos...), recetas keynesianas que nos acercan a Grecia, y por tanto al abismo:

"Quizás conozcan ustedes aquel cuento de un grupo de ranas que iban por el bosque y, de repente, dos de ellas caen en un profundo agujero. Cuando se asoman al borde y ven lo hondo que era, el resto de ranas les dijeron a las dos del fondo que podían darse por muertas, porque de allí no iban a salir en la vida. Tras varios intentos infructuosos, una de las dos hizo caso al clamor popular y se rindió. La otra, sin embargo, continuó saltando tan fuerte como le era posible mientras que la multitud le gritaba con grandes aspavientos para que abandonara, ya que era inútil seguir luchando. Hasta que, finalmente, logró salir del hoyo mientras que su compañera se quedó en el fondo del mismo para siempre. ¿Saben cuál era su truco? ¡La rana era sorda y pensó que las demás le estaban animando!
Pues bien, un cuento similar puede aplicarse al caso de España y la salida de la crisis. ¿Queremos ser como Grecia y rendirnos al rescate externo, o seguir los pasos de los países bálticos, hacer oídos sordos a los cánticos antiausteridad y prodespilfarro de los keynesianos más recalcitrantes, y esforzarnos al máximo para salir del agujero de la crisis?
Y es que, frente al enésimo intento de los ministros de finanzas de la eurozona –el Eurogrupo–, que se afanaban ayer en su reunión en Bruselas para acordar las ayudas encaminadas a cerrar el agujero fiscal heleno y tratar así de evitar un nuevodefaultcontrasta la situación de los países a la orilla del mar Bático, Letonia, Lituania y Estonia. Estos países, tras una importante burbuja y el correspondiente pinchazo que les causó serios problemas económicos, encararon la crisis con una dura etapa de ajustes entre 2008 y 2010.
Las medidas que tomaron estas ex repúblicas soviéticas, estuvieron caracterizadas por la austeridad pública y la flexibilización del sector privado. Es cierto que los ajustes hicieron inicialmente caer al PIB entre un 17% y un 22% en ese mismo periodo. Pero no es menos cierto que los deberes hechos han dado sus frutos y sus economíascrecen ya a ritmos entre el 6% y el 8%, con datos de deuda y déficit que son la envidia de cualquiera de la ribera mediterránea.
 
Esto es motivo más que suficiente para que Daniels Pavluts, ministro de Economía de Letonia, sacara pecho el jueves pasado en el Wall Street Journal hablando de la austeridad inteligente y la recuperación letona (WSJ, 'Smart Austerity' and the Latvian Turnaround, 22/11/2012). Al igual que la rana sorda de nuestro cuento,  tal y como reconoce el propio político, la economía del país báltico ha logrado desafiar las críticas de las corrientes mayoritarias de opinión hacia las políticas de consolidación fiscal y reformas estructurales por centrarse exclusivamente en la austeridad y no tanto en el crecimiento. Afortunadamente para los ciudadanos de aquel país, sus responsables económicos han permanecido sordos al clamor en contra de los ajustes confiando en que el crecimiento es la consecuencia de una economía sana, y no al contrario.
El ministro de Finanzas letón define en su artículo la smart austerity o austeridad inteligente como una forma de, cito en traducción libre, “estímulo económico, pero no basado en pedir prestado y monetizar deuda imprimiendo dinero, sino en revitalizar el entorno económico privado tornándolo más competitivo.” Como ven, en las antípodas del Gobierno de Mariano Rajoy y su equipo económico tricéfalo, que si han intentado revitalizar algo, ha sido al propio Estado.
Pavluts, como el resto de ministros bálticos, ha quedado fuera del ranking del Financial Times. Supongo que porque, o bien no debe de considerar el diario a esos países suficientemente relevantes, o bien porque quizás no sea políticamente correcto mostrar un caso de éxito de la verdadera austeridad, no sea que se contagie –aunque más vale no aparecer que quedar de los últimos como nuestros recientes ministros de Economía.
Pero el hecho es que las cifras que acredita Letonia harían palidecer a cualquiera de los premiados en el cuadro de honor del FT: (a) crecimiento de casi el 6% en el primer semestre de 2012 (encadenando 12 trimestres consecutivos de crecimiento); (b) un 3,4% de déficit por el que firmaríamos ahora mismo (y un superávit de más de 300 millones de euros en el primer semestre de 2012); (c) y un 42% de deuda pública sobre PIB según datos del Eurostat, lo que les permite financiarse a un asumible 3,2% en el bono a 10 años (comparen con el 5,6% que le cuesta a nuestro Gobierno, o sea, a sus ciudadanos).
 
Es cierto que se queja el ministro de que la tasa de paro (15,9%) es aún elevada, y no le falta razón, pero al igual que ocurre con el resto de los indicadores económicos, lo relevante es la tendencia, que está en franca mejora desde máximos de 2010, cuando alcanzó el 19,8%.
Como consecuencia, las agencias de calificación están aumentando sus ratings –justo al contrario de lo que ocurre con el resto de Europa– y, en algún caso, sacándoles del estatus de bono basura y devolviéndoles al Olimpo del investment grade (ese que los españoles estamos a punto de dejar).
Se preguntarán ustedes qué han hecho los letones para iniciar el camino de salida de la crisis que no hayamos hecho los españoles. Les respondo yo: justo lo contrario de lo que hemos hecho nosotros desde que estalló la crisis en el 2008. (1) Han reducido el número de agencias estatales, (2) han disminuido el número de empleados públicos, (3) han liberalizado la economía eliminando regulaciones y trabas al emprendizaje, (4) han introducido incentivos a la creación de empresas y la contratación de personal, (5) han bajado el impuesto de sociedades en determinados sectores y (6) han agilizado las devoluciones de IVA.
¿Y qué no han hecho? Lo que ya se imaginan, han evitado todas las recetas disponibles en la caja de herramientas del buen keynesiano que en el resto de Europa nos empeñamos en aplicar: (1) subir impuestos, (2) aplicar medidas de estímulo basadas en gasto público, (3) devaluar sus monedas para generar una falsa competitividad, (4) aumentar el déficit, (5) endeudarse sin límite… Es decir, nuestros amigos del noreste, no han necesitado ni de Merkel, ni de Draghi para sacar a sus economías de la crisis.
El caso de los países bálticos ilustra, pues, cómo la austeridad bien entendida y bien aplicada, funciona. Y funciona bien, aunque requiera un importante esfuerzo.
España no es Grecia (ni Portugal, ni Irlanda, ni Chipre…). Pero, ¿por qué no probamos a ser como Letonia, Lituania o Estonia? De las dos ranas del cuento con el que empezaba, ¿cuál de las dos prefieren ser?"

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