Interesante artículo de Francisco Cabrillo mostrando las fundamentadas dudas de si se debería depreciar el euro como exigen algunos.
Artículo de Civismo.org:
"El Gobierno francés presiona al Banco Central Europeo para que diseñe una estrategia dirigida a conseguir la depreciación del euro frente al dólar norteamericano y otras divisas. Curiosamente esta política se presenta como una “contrapartida” a los esfuerzos que Francia se ha comprometido a realizar para reducir su gasto y su déficit público. Ya que vamos a gastar menos, afirman, permítannos exportar más gracias a un euro más débil.
Nada nuevo, ciertamente. A cualquiera que haya seguido con algún detenimiento la política económica de los principales países europeos desde la creación de la Unión Monetaria, esta idea tiene que resultarle familiar, ya que argumentos muy similares a los que hoy se presentan han sido objeto de debate a partir de 2003 cuando, tras haber caído el valor del euro en los dos años que siguieron a su lanzamiento, la moneda europea empezó a revaluarse. Y los defensores y críticos de la medida son hoy, más o menos, los mismos que entonces; los franceses a favor de la depreciación y los alemanes y el BCE, escépticos con respecto a sus efectos positivos sobre las exportaciones de los países de la zona euro. Hoy, como hace diez años, me encuentro entre estos últimos.
No cabe duda de que hay buenos argumentos para pensar que la depreciación de una moneda puede ayudar a mejorar el saldo de la balanza comercial del país –o los países– que la aplican, ya que los precios de los bienes de exportación de producción nacional se reducen para el resto del mundo; y lo contrario ocurre con los bienes que el país que ha depreciado importa.
Es posible, además, defender la idea de que hoy el euro está, de alguna forma, sobrevalorado, al menos frente a las monedas de las dos mayores economías del mundo, Estados Unidos y China.
Pero, si acepto esto, ¿por qué no defiendo la conveniencia de una política monetaria más expansiva que reduzca el valor relativo de nuestra moneda y permita a países como Francia –o España– aumentar sus exportaciones y lograr así un mayor crecimiento y una reducción significativa del paro? La razón es bastante simple. Ni la teoría económica ni los datos permiten establecer una correlación clara entre la evolución del tipo de cambio y el saldo de la balanza comercial. Todo indica, en cambio, que otros factores son mucho más importantes. Y la Unión Monetaria Europea nos ofrece un excelente campo de experimentación para comprobar la validez de estas ideas.
Lo primero que llama la atención son las grandes diferencias que existen en la evolución de las exportaciones de los diversos países que integran la zona euro. El caso más interesante es, sin duda, el de Alemania. Si analizamos los datos estadísticos, vemos que, en los años de depreciación del euro –es decir, entre 2000 y 2002– el valor de sus exportaciones como porcentaje del PIB apenas cambió, manteniéndose en cifras del 29-30%. Pero, desde 2003, el año en el que el euro empezó a revaluarse, las exportaciones alemanas han crecido de forma espectacular, alcanzando su cuantía el 35% del PIB en 2005 y nada menos que el 41% en 2012, último año para el tenemos cifras definitivas.
El comportamiento de Francia y España ha sido, por desgracia, muy diferente. El valor de las exportaciones francesas suponía, en 2000, el 24,6% de su PIB; tras dos años de depreciación del euro, esta cifra era, en 2002, sólo el 22,74 %. Y en 2012, el dato es aún peor, el 21,79% del PIB. Y, en lo que a España hace referencia, las cifras son las siguientes: 19,81 en 2000; 18,23% en 2002; y 22,23% en 2012, cifra a la que se llega desde un bajísimo 15,57% en 2009. Me temo que, con estos datos, resulta muy difícil establecer algún tipo de correlación entre el tipo de cambio y las exportaciones; y hay que concluir que el escepticismo con respecto a los efectos positivos que una posible depreciación del euro tendría en las naciones de la Unión Monetaria está plenamente justificado.
El ejemplo alemán
El ejemplo alemán es interesante no sólo porque es una prueba de que un país puede exportar más aunque su divisa se fortalezca, sino también porque muestra que sus exportaciones se dirigen en proporción creciente a países situados fuera de la zona euro, es decir, a aquéllos teóricamente más beneficiados por el alza de la moneda europea. Así en 2012 los Estados Unidos recibían casi el 8% del total de las exportaciones alemanas; y China el 6,14. Para Francia, en cambio, las cifras de exportaciones hacia estos dos países eran el 6,2 y el 3,47%: Y en el caso de España, sólo el 4,17% de sus exportaciones tuvieron los Estados Unidos como destino en 2012; y la cifra de ventas a China es aún mucho más baja: el 1,75% del total. Nuestras exportaciones, en estos últimos años de crecimiento, se han dirigido, en cambio, de una forma absolutamente mayoritaria, a otras naciones que forman parte de la Unión Europea, ya que el 44% tuvieron como destino sólo cuatro países: Alemania, Francia, Italia y Portugal. Del análisis de estos datos tendrían que salir las políticas de reforma que España y Francia necesitan. Y me parece que resulta claro que el tipo de cambio del euro no es la más importante."
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