McCoy analiza el mensaje demagógico y de estigmatización de Pablo Iglesias contra "los privilegiados" o "ricos" por el mero hecho de tener cierto patrimonio y sus consecuencias sobre la inversión, la creación de empleo y la recaudación fiscal, "entrando en una espiral complicada".
Anda esta España de nuestras entretelas políticamente desarmada, lo que permite a combatientes con pocas ideas y menor bagaje ganar terreno parlamentario ante el asombro de propios y extraños. Lo anticipó José Antonio Zarzalejos en su columna del pasado sábado, al calor de la demostración de fuerza perseguida por Podemos, única finalidad del acto que tuvo lugar ese mismo día. "Veremos un discurso mesiánico, sin nada concreto en lo que sustentarse", venía a afirmar. Y así fue. Quedó probado que, para una masa importante de la sociedad, su relación con la nueva formación se sustenta sobre un acto de fe al que poco afectan las corruptelas de sus dirigentes o las promesas de sus contrincantes. Pablo Iglesias basta. Él solito será capaz de cruzar el mar Rojo de la austeridad y conducirnos a la tierra prometida. Y los ‘privilegiados’ que se preparen.
Pues miren, de hecho, lo están haciendo. Porque está muy bien eso de estigmatizar a una persona por el mero hecho de tener un patrimonio, buena parte del cual tiende a dar la casualidad que se ha debido a su trabajo denodado durante muchos años. Pero está aún mejor anticiparle que, cuando se toque el poder, llegado el momento, va a estar en el punto de mira de los nuevos gobernantes, que no dudarán en convertirse en los Robin Hood del siglo XXI para quitarle por su condición de 'rico', lo que, juicio sumarísimo sin defensa posible, ha hurtado a los pobres. Es evidente que solo a un demagogo o a un torpe se le ocurre lanzar esas proclamas a los cuatro vientos sin esperar que los afectados tomen las de Villadiego, gracias por el aviso. Ello afectará, sin duda, a España: adiós a la inversión, creación de empleo, recaudación fiscal (lucro cesante); salida de fondos de nuestro territorio, oficial y declarado al que se busca depositaría en el extranjero, por lo que pueda pasar (daño emergente). Las experiencias de los modelos latinoamericanos a seguir invitan a tal ejercicio de prudencia.
Esto, queridos amigos de la nueva izquierda, ya está sucediendo, al menos en la parte constatable, que es la segunda. Bullen los bancos de un interés por bookear el dinero allende nuestras fronteras solo comparable a cuando estuvo encima de la mesa de muchos analistas la cuestión de la ruptura del euro. Con un problema que entonces no se daba. Contra esa idea de poner el patrimonio a buen recaudo existían argumentos racionales de peso por parte de los banqueros: no va a suceder, el proyecto ha avanzado demasiado como para que ahora dé marcha atrás, queda el comodín de los bancos centrales, los depósitos están garantizados en una parte sustancial… Sin embargo, frente a la voluntad unilateral de expoliar indiscriminadamente, no. De ahí que su resistencia sea vana ante el deseo de muchos de llevar su riqueza lejos de la rapiña. De seguir así la cosa, de las palabras a los hechos mediará en este caso un corto trecho.
Será el primer paso para un bucle de difícil salida en el que las promesas solo se pueden cumplir si hay disponible para hacerlo. Si la actividad se frena en seco, habrá que buscarla de otros lados. Lo de la restructuración de la deuda es una milonga porque sin condicionalidad puede que los acreedores piquen una vez, pero no lo van a hacer eternamente. Oiga, yo no le pago para dar electricidad gratis. Y ahí fuera aplaudiendo a rabiar, que lo estoy viendo. Sin un plan de verdadero crecimiento económico, no habrá solución para un problema que, como en el caso griego, volverá recurrentemente. Perderemos crédito y entraremos en una espiral complicada, a la argentina o la venezolana. Todo un proyecto, lo cual nos dejaría al albur de la otra gran fuente recaudatoria: la lucha contra el fraude. Vamos a ver, que el sistema fiscal español tiene más agujeros que un queso Gruyère, especialmente en el impuesto de sociedades, es verdad, pero no es menos cierto que el grueso de la defraudación se produce a pie de calle, especialmente en los tributos indirectos. Y eso toca a bolsas importantes de votantes… Ahí te quiero ver.
Esos de Podemos son ricos, y usan todos los mecanismos que pueden para pagar menos impuestos.
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